Adagio en fa sostenido menor y compás de 6/8. La apacibilidad de la ruta trazada por el piano se desvanece una vez que la orquesta introduce un tema trágico. Queda en sombras el inicial despertar pianístico. Después, el piano vuelve a recuperar su lugar primigenio, pero ya no es lo mismo. La turbadora experiencia de la orquesta le ha quitado brillo al despertar diáfano. Ahora discurre entre la ambivalencia del existir. Por eso, luego, una atmósfera operística y dramática envuelve el coloquio entre el piano y la orquesta. Qué nitidez de todos los estados. Podemos percibir todo el conjunto. Por eso se puede descubrir y entender. Maravilla clásica de una de las cumbres mozartianas: Concierto para piano n.º 23 en la mayor, KV. 488. Está permitido emocionarse del cerebro al corazón con esta interpretación soberbia de Horowitz.
Larghetto en la bemol mayor. Si esperamos que el tiempo fluya con serenidad, he aquí la mejor apuesta. Los efectos mozartianos están en su mejor forma. Nada pueda inquietarnos, incluso la posibilidad de una guerra nuclear o el triunfo electoral de una mafia política. En el tiempo evangelizador de Mozart, el movimiento no puede ser desenfrenado. Sino de ubicación de todo lo que pasa en el instante sonoro. La unidad y multiplicidad están reconciliadas. Maravilla clásica: Cuarteto para piano y cuerdas N º 2 en mi bemol mayor KV. 493
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