Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 27 de enero de 2014

Quinteto para cuerdas en la mayor op 18 de Mendelssohn



A los 16 años Mendelssohn estaba en posesión de saberes superiores en el arte de componer música de primer nivel. Ya lo había probado con el concierto para piano y violín en re menor MW04, compuesto en 1823 y con el concierto para piano y cuerdas en la menor MW02, compuesto en 1822. Ambas obras, creadas por un adolescente fuertemente influenciado por la tradición clásica.

En la forma camerística, el joven maestro estaba muy cerca de dar el gran paso. Así, en 1826, Mendelssohn inicia la composición del quinteto para cuerdas en la mayor op 18, obra que irá recreando a lo largo de cinco años. Aquel 1826, Mendelssohn compone su octeto en mi bemol mayor (bellísimo) y la célebre obertura "Sueño de una noche de verano" basado en la pieza teatral de Shakespeare. La composición de estas obras, probablemente le dejaron sin mucho tiempo al compositor a fin de concluir la concepción del quinteto en la mayor. Pero por otro lado, le permitió madurar varias ideas, pues en pocas obras de cámara de Mendelssohn se puede notar con tanta claridad la presencia de Bach. Y es curioso, pues en la medida que Mendelssohn se introduce en el ámbito romántico, la pasión por el gran Bach va en aumento. Finalmente, Mendelssohn concluye la composición del quinteto hacia 1832. 

Los movimientos del quinteto para cuerdas en la mayor op 18 son: Allegro con moto, Intermezzo: Andante sostenuto, Scherzo: Allegro di molto y Allegro vivace. Les sugiero el Scherzo, realmente impresionante.

lunes, 20 de enero de 2014

Daniel Barenboim: “El talento debe ser superior a la ambición” (entrevista en ABC)





Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por la West-Eastern Divan, que fundó con el intelectual palestino Edward Said, Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) ha dirigido a las mejores orquestas del mundo. Esta tarde llega al teatro de la Maestranza (mañana actúa en Cádiz) con sus músicos más jóvenes, principalmente árabes e israelíes, después de realizar un memorable Concierto de Año Nuevo al frente de la Filarmónica de Viena.

Durante la entrevista con ABC, realizada el viernes por la noche, se fuma un puro. «El primero me lo fumé con 14 años, regalo de Arthur Rubinstein -dice-, porque yo entonces no me los podía permitir. Ahora, por suerte, sí. Y no hay mejor momento del día para mí que el puro que me fumo después de desayunar». Domina seis idiomas, entre ellos el hebreo, el alemán y el ruso, la lengua vernácula de su mujer, la pianista Elena Bashkirova. En el ensayo que acaba de terminar en un hotel de Bormujos con su amado «Diván», corrige en inglés a un joven violinista, al que le pide que coja el instrumento más suavemente, «no como si estuvieras ordeñando las tetas de una vaca».

-Usted que dirige a las principales orquestas del mundo, ¿nota mucho el cambio cuando tiene que dirigir a una orquesta como el «Diván», formada por músicos tan jóvenes?

-No, porque yo los trato como si fueran los músicos de la Filarmónica de Viena. Yo no digo «ay, pobrecitos, qué jóvenes son, no van a poder llegar». Yo trabajo con el Diván igual que en Viena y Berlín. Y llego a los ensayos empujando para que lleguen. No llegan todos, evidentemente. Y la gente joven, aunque no tenga tanta experiencia, a veces tienen mucho entusiasmo. Y si tienen curiosidad, todo es posible. Yo he dirigido el «Tristán e Isolda» más de 120 veces y le prometo que el nivel de esta orquesta no es menos alto que el de grandes orquestas que he dirigido en Bayreuth.

-Dicen que se mete mucho con sus músicos, cuando no hacen lo que usted espera de ellos. ¿Tiene mal genio?

-Si uno es considerado como un genio, necesariamente, parte del genio es malo (risas). Más en serio, le digo que yo creo que tengo mucha paciencia. Donde no tengo paciencia suficiente, es cuando veo que la gente no da todo lo que tiene o cuando están cortos de curiosidad y entusiasmo. Admito que en estos casos no tengo la menor comprensión. Si usted lo llama mal genio...

-Además de esa impaciencia, muestra a menudo un gran sentido del humor sobre el escenario. Lo ha demostrado en el Concierto de Año Nuevo en Viena. ¿Hacer alguna broma antes del concierto o algún gesto cómico ayuda a que el público se relaje, o lo hace para relajarse usted?

-Ni una cosa ni la otra. Yo soy así.

-Fue usted un «niño prodigio» y dio su primer concierto de piano con 7 años. Y a partir de ahí ya no paró. Para llegar a donde usted ha llegado, ¿ha tenido que evitar muchas zancadillas o buscarse apoyos o padrinos que le ayudaran como Arthur Rubinstein?

-Claro que he tenido que sortear zancadillas y no tanto buscarme apoyos como gente de la que aprender. Eso es más importante que el apoyo.

-Es muy amigo de Zubin Mehta y de Claudio Abbado. ¿Se aprende solo de los buenos?

-He aprendido mucho de ellos, pero también he aprendido de los malos. He ido a ensayos de directores que no me gustan para aprender cómo no hacer ciertas cosas.

-Visto desde fuera, el mundo de la música clásica parece un mundo propicio al cultivo de grandes egos.

-Mire, alguien que pretende subir al escenario aspirando a que dos mil personas vengan a oírle, no puede tener muchos defectos de ego, ¿comprende? Hay que tener un poco de ego. La ambición es casi una palabra negativa hoy en día, pero si no tienes la ambición de conseguir algo, no lo vas a conseguir. Pero el talento que tengas siempre tiene que ser superior a la ambición.

-¿Usted siempre ha querido ser el mejor, como Cristiano Ronaldo?

-Me encanta el fútbol y creo que querer ser el mejor no solo no es malo sino que es absolutamente necesario. Un pianista no puede pretender ser solamente modesto y que se conozca su nombre y que haya dos mil personas dispuestas a pagar por oírle. Creo que hay que tener el porcentaje exacto de modestia y autoseguridad. Solo con modestia no funciona, solo con seguridad, tampoco. Hay gente que dice que no hay que ser egocéntrico, pero yo digo que egocéntrico no es mala palabra. Sí lo es egoísta. Si tú no te ocupas de tus angustias, de tus ideas, de tus deseos, de tus problemas, ¿quién se va a ocupar? Yo creo que cualquier ser humano y un artista aún más, tiene que ocuparse mucho de sí mismo.

-¿Se siente angustiado a menudo o en cierto modo inseguro?

-Todos los días.

-¿Y cómo lo supera?

-Con concentración. Esto es muy importante. Pero yo he tenido mucha suerte porque empecé muy joven. Siempre viví una vida doble, de niño, cuando iba al colegio y jugaba al fútbol en la calle, y de noche dando conciertos. Y esto me ayudó mucho a concentrarme de forma inmediata. Muchos de mis colegas y amigos tienen gran dificultad para concentrarse, pero para mí es automático.

-Si el público no aplaude lo que usted espera o cree que merece tras un concierto; ¿es el público el que se ha equivocado o es usted?

-Es muy difícil contestar a esa pregunta en abstracto. Lo más importante para un artista es tener una capacidad de autocrítica muy desarrollada. Y no depender de la opinión de los otros. Si yo pienso que toqué mal, las buenas críticas o el éxito de público no me van a hacer sentir mejor.

-Cuando uno lleva tantos años dirigiendo y tocando todo el repertorio y ha dirigido cientos de veces, por ejemplo, la «Cuarta sinfonía» de Bruckner, ¿cómo se motiva para hacerlo de nuevo, aparte del dinero que le pagan por ello?

-Ser músico es un privilegio y el hecho de tener el privilegio de hacerlo una y otra vez es motivación de sobra. La riqueza de la vida interior de un músico es mucho mayor que la de una persona que no tiene la música en su vida. Si uno tiene que hacer un esfuerzo para motivarse que cada vez que sube a un escenario, no merece ser músico.

-¿La música clásica y la ópera no son demasiado elitistas?

-No. Los que la controlan, los gobiernos y la gente que da dinero privado son elitistas. El problema no está en la música sino en la educación.

-Eso de que no se le de importancia, anima a los gobernantes a recortar en teatros líricos, cultura, etcétera, sin sufrir mucho desgaste social, a diferencia de otras partidas digamos más populares...

-Por eso le digo, que si hubiera educación, no sería elitista, porque la música clásica en sí misma no lo es. Una cosa es elitista cuando hay poca gente que se la puede permitir. En el caso de la música clásica, es porque no se le dan los instrumentos a la gente para que pueda conocerla y disfrutarla.

-La música clásica y la ópera atraviesan un momento muy delicado en España por los recortes públicos.

-España es un país al que amo, porque tengo casa aquí más de 30 años, y ha atravesado un momento espantoso, de mucho sufrimiento y esfuerzo, del que creo que ya está saliendo. Pero los gobiernos tienen el deber moral y económico de apoyar a la cultura. No se pueden lavar las manos. Ningún teatro de ópera puede funcionar solo con dinero público o solo con dinero privado.

-La media de edad del público que va a las óperas y a los conciertos de música clásica roza los 50. ¿Qué haría usted si dirigiera un teatro para que la gente joven se aficionara?


-Mire, la gente joven joven nunca ha venido. Cada generación se dice lo mismo, pero no es verdad.

http://www.abc.es/cultura/musica/20140119/abci-entrevista-daniel-barenboim-201401182150.html

martes, 14 de enero de 2014

Visiones de la esperanza en Claudio de Lorena y en Meindert Hobbema

Claudio de Lorena. Puerto con embarque de la Reina de Saba. 1648
En la pintura de Claudio de Lorena (1605-1682) se unen los tiempos. Lo que une las edades del hombre es la luz y el horizonte. Siempre hay un camino que nos lleva al ocaso. Pero como suele ser en estos casos, el crepúsculo puede ser la intuición de los ciclos del renacer constante. En la pintura de Claudio de Lorena no hay una "historia del error", pues no importa que el verdadero mundo sea, finalmente, accesible al sabio, al cristiano, al filósofo nórdico o al científico. No importa el mundo real. Aquí todo es posible, la constante horizontal, la luz, el ocaso, la aurora, todos los tiempos de nuestro mundo. 

La avenida de Middelharnis, Meindert Hobbema, 1680. 


He caminado innumerables veces esa alameda. He visto al perro y al hombre. He olido el campo de alrededor y he conversado con el agricultor acerca del tiempo, de las nubes y de los relojes. Mis zapatos se han llenado de tierra y no me ha importado. He recuperado el sentido de la eternidad en un momento que recuesto sobre la hierba debajo de un árbol. Meindert Hobbema (1638-1709) estuvo aquí conduciendo mi camino hacia el infinito. Esta es la vida, me digo. Hacia el final todo es posible. 


Händel me ayuda ver estas visiones finales...

lunes, 6 de enero de 2014

Viaje ascendente desde el abismo: De Profundis.



Si hemos acudido a alguna liturgia de difuntos, la hemos rezado. El texto proviene de la traducción romana del salmo 129. El nombre, De profundis, se puede traducir como "desde lo más hondo" o "desde el abismo". Ustedes, amables lectores, pueden escoger su sentido. También "De profundis" es el título de uno de los textos más hermosos y conmovedores de Oscar Wilde. Quizás el más profundo de sus textos. 

La oración mortuoria del Salmo 129, De Profundis, dice así: 

Desde lo más profundo te llamo a ti, Señor:
¡Señor, escucha mi voz!
¡Que tus oídos atiendan
la voz de mis súplicas!
Si las culpas consideras, Señor,
¿Señor, quién resistirá?
Porque hay gracia en ti,
y por tu ley,
te busco, Señor.
Mi alma aguarda en su palabra;
Espera mi alma en el Señor.
Más que los centinelas la aurora
aguarda Israel a Yahveh.
Porque en el Señor hay misericordia,
y en Él habita la total redención,
Él redimirá a Israel
de todas sus culpas.

Como suele pasar, los músicos han utilizado esta hermosa oración sálmica en varias oportunidades. Haremos un paseo musical por varias versiones de De Profundis. Muchas de ellas, si consideramos el texto, son de una belleza imaginada. 

1. Cantata: Aus der Tiefen rufe ich, Herr, zu dir BWV 131 de Johan Sebastian Bach, compuesta entre 1708 y 1709. Belleza en su extensión cósmica.



2. Motete "De Profundis" KV de W. A Mozart. Mozart compuso esta obra en 1771, cuando contaba con 15 años. Lo que demuestra el enorme talento que tenía el joven maestro para la música litúrgica.



3. El renacimiento, nadie llegó a las alturas de Josquin Desprez. Cada día amo más la obra de este enorme compositor. De Profundis de Desprez de una de las obras más hermosas jamás concebidas. Para cuatro voces es una de las joyas de la polifonía de su tiempo.



4. Si escuchamos el De Profundis OP 50b de Arnold Schönberg, es probable que tengamos la real impresión del abismo ascendente. Compuesta en casi al final de su vida en 1951, es precisa y contundente como toda la obra del gran compositor austriaco. 



5. Termino con De Profundis del mayor compositor vivo: Arvo Pärt. Como en toda la obra de este enorme compositor, podemos alcanzar el éxtasis y la agonía al mismo tiempo. El De Profundis de Pärt me hace seguir creyendo en Dios a pesar del los clérigos (los primeros secularizadores). Gracias Arvo Pärt por tanta belleza. De Profundis, composición de 1980. 

jueves, 2 de enero de 2014

Mientras transcurre la Missa Syllabica



La ciudad se hunde en la niebla de pólvora que ha dejado la insufrible celebración de fin de año. Miles de aves deben estar muertas y muchos (como yo) probablemente estarán restaurando su sistema nervioso. Cada día me parece más perversa y temible la obligada alegría del fin de año. ¿Qué se queman en esos infinitos fuegos y juegos artificiales? Se crema el fracaso, se calcina la levedad interior. Como no hay guerras contra otra tribu, la guerra es contra uno mismo. Cada uno se obliga a su propio holocausto. En cada estallido se están quemando ellos mismos.

Ahora, en esta mañana de 2 de enero, escucho la Missa Syllabica de Arvo Pärt. Composición para coro y órgano de 1977. En esta obra se une lo que mejor logra unir Pärt: tradición y aventura sonora. Fe en las potencias de la música y en la idea sagrada que la ilumina. Mientras escucho el Kyrie de la Missa Syllabica, el terror del fin del año se ha extinguido. Vuelve el tiempo ordinario, el mejor de los tiempos.

Missa Syllabica de Arvo Pärt