Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Sinfonía Alpina de Strauss: impresiones de una obra mayor

Caminante en un mar de nubes. C. D. Friedrich, 1818.



I. ¿Quieres saber cómo se hace una sinfonía programática? Aquí la respuesta. Debes tener una idea, fija, estable; capaz de visualizarse en innumerables paisajes sonoros, incluso los que nadie más podría vislumbrar. Debes, asimismo, haber tenido visiones de aquí y de más allá. Haber transfigurado tu visión desde lo más hondo de ti mismo. Sólo, de ese modo, podrás tener la imaginación suficiente para una empresa creativa de esta magnitud.

II. Llegado el momento, Strauss entendió  bien lo que Caspar David Friedrich quiso representar en su pintura El Caminante sobre el mar de nubes de 1818 (200 años cumple esta obra mayor del   romanticismo). Quizás Strauss estuvo en esas mismas nubes. O esas nubes llevaron a Strauss.

III. Pensar que Nietzsche también miró la eternidad desde las cumbres de Sils Maria.

IV. Hacer filosofía como la Sinfonía Alpina. ¿Te imaginas? ¿Será posible ahora? ¿O no es más que una vieja ilusión que descansa en la nada, tras la era de la postnaturaleza?

V. ¿Mahler o Strauss? Según las ambiciones del día. Mahler musicalizó “La Canción de la Medianoche” para su Tercera Sinfonía. Strauss, todo el Zaratustra. Los dos, amaron a Nietzsche.

Sinfonía Alpina Op 64 de Richard Strauss. Compuesta en 1911, año que murió Gustav Mahler. Todo coincide. 

martes, 17 de julio de 2018

Piano concierto en medio de la vida

Aquí, con un bello piano Steinway and Sons, de 1860 (ca)


I
En medio de la madrugada, entre la vigilia y el sueño, me despierta el adagio sostenuto del segundo concierto para piano de Rachmaninov. Me imagino envuelto en la niebla limeña, ante el océano pacífico. Hace un frío húmedo e intenso. Romanticismo tardío, demasiado tardío en medio de las "nuevas cosas". Sonido bello y decadente. 

II
Camino a casa desde la universidad. El día invernal está terminando y las luces más tristes del mundo se encienden. En mi cabeza suena a mil por hora el "Totentanz" de Liszt. Acaso el corazón no tiene otro sonido que  aquel de las cosas que no queremos. 

III
Es el adagio del concierto para piano número 23 en la mayor de Mozart.  ¿Se puede ver la vida desde un adagio como este? Sin duda. Es música para darse cuenta que la vida puede llegar a su fin, pero sin llegar a ser un suceso dramático. Hay un dolor hondo detrás de tanta belleza.

IV
Si te dijera que muchas veces pienso en "lo real"  tal como se desenvuelve el adagio assai del concierto para piano de Ravel. ¿Será "lo real"  este movimiento de Ravel? ¿Tiene esa consistencia? Ontología del continuo perpetuo que empieza languidecente y acaba triunfal.  ¿Se dirige"lo real" al triunfo?

V
Andante del concierto para piano número 12 en la mayor de Mozart, escrito para mi. Eso pienso. Aparentemente simple, pero complejo en su interior. ¿Qué alma es capaz de escuchar esto?- me pregunto. Si se desea volver a nacer, ¿qué mejor movimiento que este?.

VI
Si queremos huir del fragmento y reunir nuestra alma. Si buscamos recuperar el sentido, aquí esta el allegro appasionato del segundo concierto para piano en si bemol mayor de Brahms. Esta es la forma en la atravieso el puente del simio al superhombre/al sobrehombre. ¿Cómo pudo Brahms fue capaz de concebir algo de estas dimensiones? ¿Cómo una obra es capaz de hacer de nosotros algo más de lo que somos? Es la gran belleza, hombre. Date cuenta.

VII
Aquí hay dos o más. Particiones que no sólo son del corazón o de la mente. El andante con moto del cuarto concierto para piano de Beethoven, está concebido para volver a creer a pesar de la disolución del yo en fragmentos. Al final, hay una conciliación que duele por su hondura.

VIII
Molto allegro con focuo del primer concierto para piano en sol menor de Mendelssohn. ¿Hay algo que pueda ser más luminoso? Lo dudo. Con Mendelssohn no hay nubes grises, ni materia oscura. Hay un brillo que es capaz de iluminar el universo entero, por un instante.


martes, 10 de julio de 2018

John Field, un gigante desconocido



Lo hermoso e interesante de la investigación musical, es que nunca nada está dicho plenamente. Y cuando pensamos saber mucho sobre un determinado tema, de pronto aparece la información que modifica la idea que se tenía concebida. Eso es lo que me pasó con John  Field (Dublín, 26 de julio de 1782 - Moscú, 23 de enero de 1837), quien es –hasta donde sabemos- el primer músico plenamente romántico. Si entendemos al romanticismo como esa lucha de contrarios que bien describía I. Berlín , la obra de Field asume esta condición:

El romanticismo es lo primitivo, lo carente de instrucción, lo joven. Es el sentido de vida exuberante del hombre en su estado natural, pero también es palidez, fiebre, enfermedad, decadencia… la danza de la muerte y la muerte misma. Es la confusa riqueza y exuberancia de la vida, la multiplicidad inagotable, la turbulencia, la violencia, el conflicto, el caos, pero también es la paz, la unidad con el gran “yo” de la existencia, la armonía con el orden natural, la música de las esferas, la disolución en el eterno espíritu absoluto… (Las Raíces del Romanticismo)

Tras esa certera descripción, eso es lo que logra plenamente este ilustre músico celta en varios de sus siete soberbios conciertos para piano; que poseen una grandeza sinfónica, lírica y melódica digna de los compositores de primer orden. John Field es, asimismo, quien dio origen a la forma pianística del “nocturno”, que luego Chopin hará popular hasta la estratósfera. Por ello, muchos músicos románticos continentales (Schumann, Liszt, Brahms, etc.) tendrán en muy alta estima la obra de este gran músico irlandés que, después de su dolorosa muerte en 1837, pasó al más oscuro olvido.

Al igual que el francés Charles Valentin Alkan, la obra de Field merece un mayor reconocimiento y difusión. Y ha sido imperativo para mi, hacer algo para que se conozca en nuestro medio la obra del mayor músico de Irlanda. Felizmente hay varias grabaciones de Brillant y de Naxos que pueden ser disfrutadas en cualquier momento.

Obras esenciales de Field:

1.      Concierto para piano n. 2 en la bemol mayor (H. 31)
2.      Concierto para piano n.1 en la bemol mayor (H 27)
3.      Concierto para piano n. 7 en do menor (H 58a)
4.      18 nocturnos para piano
5.      4 sonatas para piano

18 nocturnos de John Field 



Concierto para piano n. 7 en do menor "Irlandés" (H 58a). 

Moviientos: 


I.                 Allegro moderato

II.               Rondo: Allegro moderato

lunes, 15 de enero de 2018

Trio temprano de Brahms



Johannes Brahms (1833-1897), nunca estuvo plenamente satisfecho del resultado de trío para piano, violín y violochelo en si mayor, op. 8, compuesto y publicado en 1854. Y en 1891,  el maestro realizó una versión definitiva de esta obra. Afortunadamente, hoy en día se está interpretando la versión original, tan poderosa y encantadora. Como siempre, aun en las obras de juventud, Brahms logró composiciones notables como esta. Sugiero una audición detenida, a media luz, con la mayor predisposición del caso. 

Los movimientos de la versión 1854 son los siguientes: 
  1. Allegro con moto — Tempo un poco più Moderato
  1. Scherzo: Allegro molto — Trio: Più lento — Tempo primo
  1. Adagio non troppo — Allegro — Tempo primo 
  1. Finale: Allegro molto agitato — Un poco più lento — Tempo primo 



viernes, 5 de enero de 2018

Schumann por Barthes



Roland Barthes (Cherburgo, 12 de noviembre de 1915 – París, 25 de marzo de 1980), escribió este texto en 1979. En él se puede observar el gran conocimiento que el célebre lingüista tenía sobre la obra de Robert Schumann (1810-1856). Además, del grado de penetración que Barthes llegó a tener sobre la música romántica y su sentido cultural.  Este texto evidencia la fortaleza de la visión huimanística, que logra unir diversos saberes en sólo y sólido discurso. No hay mejor manera que volver a escribir sobre música que inspirándose en intelectuales de primer nivel. 

AMAR A  SCHUMANN (fragmentos) 

Hay una especie de prejuicio francés, dice Marcel Beauñls, con respecto a Schumann: fácilmente se ve en él una suerte de"Fauré un poco espeso". No creo que esta tibieza deba atribuirse a alguna posición entre la "claridad francesa" y el "sentimentalismo alemán"; si juzgamos esto por la disco grafía y los programas de radio, hoy los franceses enloquecen con los músicos patéticos del romanticismo pesado, Mahler y Bruckner. No, la razón de este desinterés (o de este interés menor) es histórico (y no psicológico).

Schumann es con gran amplitud un músico de piano. Luego entonces el piano, como instrumento social (y todo instrumento musical, desde el laúd hasta el clavecín o el saxofón, implica una ideología), ha experimentado desde hace un siglo una evolución histórica de la que es víctima Schumann. El sujeto humano ha cambiado: la interioridad,la intimidad y la sociedad han perdido su valor, el individuo se ha vuelto cada vez más gregario,quiere músicas colectivas, masivas, a menudo paroxísticas ,expresión del nosotros, más que del yo;luego entonces Schumann es verdaderamente el músico de la intimidad solitaria, del alma enamorada y enclaustrada, que se habla a sí misma(de ahí la abundancia de los parlando en su obra,como aquel,admirable,de la Sexta Kreisleriana), en suma, del niño que no tiene otro nexo que con la Madre.

El oyente del piano también ha cambiado. No es sólo  que se haya pasado de una audición privada, cuando mucho familiar, a una audición pública -cada disco, incluso oído en el hogar, se presenta como un acontecimiento de concierto y el piano deviene un campo de grandes ejecuciones-, sino además que el propio virtuosismo, que ciertamente ya existía en tiempos de Schumann, puesto que él
mismo quería devenir un virtuoso al nivel de Paganini, ha sufrido una mutilación; ya no tiene que concordar con la histeria mundana delos conciertos y de los salones, ya es lisztiano; es ahora, a causa del disco, un virtuosismo un tanto helado, una ejecución perfecta (sin falla, sin azar),de la que nada queda por decir, pero que no exalta, que no transporta: lejos del cuerpo, en cierta manera. 

Hay también, para el pianista de hoy, una enorme estimación, pero ningún enloquecimiento, y añadiría, refiriéndome a la etimología de la palabra, ninguna simpatía. Luego, entonces, el piano de Schumann que es difícil, no suscita la imagen del virtuosismo (el virtuosismo es en efecto una imagen, no una técnica); no puede ser ejecutado ni según el antiguo delirio ni según el nuevo estilo (al que yo compararía de buena gana con la "nueva cocina", poco cocida).Es un piano íntimo (lo que no quiere decir suave), o inclusive: un piano privado, hasta individual, reacio a la aproximación profesional, por que interpretar a Schumann implica una inocencia de la técnica, a la cual muy pocos artistas saben llegar.

En fin, lo que ha cambiado, fundamentalmente, es el uso del piano.A todo lo largo del siglo XIX, el piano fue una actividad de clase,es cierto,pero lo bastante general para coincidir, en bloque,con el oyente de la música. Yo mismo sólo he comenzado a escuchar las sinfonías de Beethoven interpretándolas a cuatro manos, con un compañero amado,tan apasionado como yo. Pero ahora el oyente de la música se ha disociado de su práctica: virtuosos, hay muchos; oyentes, en masa; pero practicantes, aficionados, muy pocos. Luego entonces (también aquí) Schumann no hace escuchar plenamente su música más que a aquél que la interpreta, aunque sea mal. 

Siempre me ha impresionado esta paradoja: que tal fragmento de Schumann me entusiasmara cuando lo" ejecutaba (aproximativamente), y me decepcionara un poco cuando lo oía en el disco: parecía entonces misteriosamente empobrecido, incompleto. No era, creo,infatuacion de parte mía.Es que la música de Schumann va más lejos que el oído;va dentro del cuerpo, dentro de los músculos, por los golpes de su ritmo,y como dentro de las vísceras, por la voluptuosidad de su me los: diría se que" en cada ocasión, el fragmento no ha sido escrito más que para una persona, aquél la que lo interpreta:
el verdadero pianista schumanniano soy yo. ¿Se trata, pues,de una música egoísta? La intimidad siempre lo es un poco:es el precio se debe pagar si quiere renunciar  a las arrogancias de lo universal.

Pero la música de Schumann implica algo radical,que la vuelve una experiencia existencial más que social o moral. Esta radicalidad no deja de estar en relación con la locura,incluso si la música de Schumann es continuamente "sensata",en la medida en que se somete dócilmente al código de la tonalidad y a la regularidad formal de los melismas. La locura está a quién germen desde muy temprano, en la visión, la economía del mundo con el cual el sujeto Schumann mantiene una
relación que lo destruye poco a poco, no obstante que la música, por su parte, intente construirse. Mareel Beaufils expresa muy bien todo eso: desprende y nombra aquellos puntos donde la vida y la música se intercambian, una destruyéndose, la otra construyéndose.