Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 25 de marzo de 2013

Stalingrado y la octava de Shostakovich

Stalingrado, en 1943, tras la batalla



Trato de imaginar aquello después de la mitología ideológica. E imagino el orgullo que sintieron los soviéticos tras la rendición de las fuerzas alemanas el 2 de febrero de 1943. La ciudad de Stalin no cayó. El pulso entre los dos tiranos lo ganó el "sol rojo". Esa batalla, en general, todo el frente oriental de la SGM,  sólo puede ser entendido en la concepción bélica de los totalitarismos. Los individuos no importan, sólo son una extensión de la voluntad del gran jefe que personifica a un pueblo. Stalin es la URSS, Hitler es Alemania. No hay individuos, sólo ese concepto brumoso que se llama "patria" y es conducido por UNO. 

Centrar la vida en función de valores o de principios morales es esencial para cualquier vida. Pues sin los trascendentales, la existencia humana es insostenible. Pero en el caso de la ideología- sea cual fuera- las ideas se tornan en idolatría y los ídolos sólo traen muerte. Y la violencia extrema de esa batalla, los sacrificios ilimitados que se dieron en Stalingrado, se comprenden en la medida en que el estado nacional y sus extrañas legitimaciones (raza, clase social, etc), los motiva al extremo. Ese culto al ídolo estado-nación, no es el único, pues la idolatrización del dinero o de la fama, también traen muerte y desolación en el mundo humano y en la naturaleza.

En 1943, Shostakovich estrenó su sinfonía N. 8 do menor OP 65 llamada "Stalingrado", que amplia gran parte de lo expuesto en la sinfonía N. 7. A pesar del triunfo soviético, esta sinfonía es una de las oscuras de su compositor. Pues es sabido que el Shostakovich no tenía ninguna cercanía con Stalin. Es más, el gran compositor fue uno de los artistas más afectados por los comisarios culturales del stalinismo. Por ello hay que entender la profundidad del drama de Shostakovich.  Pues el músico no era contrario a los ideales socialistas;  tenía una lectura crítica del proceso totalitario que vivía en la Unión Soviética, sin ser por ello partidario del capitalismo. Además, poseía la suficiente inteligencia y sensibilidad para comprender que lo acontecido en Stalingrado estaba más allá de ser un batalla como cualquier otra. Así, la batalla de Kursk, la batalla de Kiev y la de Berlin, serán otras manifestaciones de la guerra total.

La octava sinfonía tiene los siguientes movimientos: Adagio, Alegreto, Allegro non troppo, Largo y Alegreto.

martes, 19 de marzo de 2013

El arte según Joseph Ratzinger


Muchas de las cosas que Joseph Ratzinger escribió sobre los vínculos entre arte y religión se encuentra en una de sus obras capitales: El espíritu de la liturgia, publicada en el 2001, antes de ser Benedicto XVI. 

Felizmente, otra forma de poder aproximarnos al contenido de esta obra, es leyendo la audiencia que Ratzinger hizo en 2011. En ella, el papa Ratzinger habló de la relación entre arte y oración y dio algunos alcances notables sobre la música. Sirva esta ocasión para revalorar a un hombre que fue atacado por tantos, por los suyos y por otros.


AUDIENCIA GENERAL

Plaza de la Libertad de Castelgandolfo
Miércoles 31 de agosto de 2011

Arte y oración
Queridos hermanos y hermanas:

Durante este período, más de una vez he llamado la atención sobre la necesidad que tiene todo cristiano de encontrar tiempo para Dios, para la oración, en medio de las numerosas ocupaciones de nuestras jornadas. El Señor mismo nos ofrece muchas ocasiones para que nos acordemos de él. Hoy quiero reflexionar brevemente sobre uno de estos canales que pueden llevarnos a Dios y ser también una ayuda en el encuentro con él: es la vía de las expresiones artísticas, parte de la «via pulchritudinis» —«la vía de la belleza»— de la cual he hablado en otras ocasiones y que el hombre de hoy debería recuperar en su significado más profundo.

Tal vez os ha sucedido alguna vez ante una escultura, un cuadro, algunos versos de una poesía o un fragmento musical, experimentar una profunda emoción, una sensación de alegría, es decir, de percibir claramente que ante vosotros no había sólo materia, un trozo de mármol o de bronce, una tela pintada, un conjunto de letras o un cúmulo de sonidos, sino algo más grande, algo que «habla», capaz de tocar el corazón, de comunicar un mensaje, de elevar el alma. Una obra de arte es fruto de la capacidad creativa del ser humano, que se cuestiona ante la realidad visible, busca descubrir su sentido profundo y comunicarlo a través del lenguaje de las formas, de los colores, de los sonidos. El arte es capaz de expresar y hacer visible la necesidad del hombre de ir más allá de lo que se ve, manifiesta la sed y la búsqueda de infinito. Más aún, es como una puerta abierta hacia el infinito, hacia una belleza y una verdad que van más allá de lo cotidiano. Una obra de arte puede abrir los ojos de la mente y del corazón, impulsándonos hacia lo alto.

Pero hay expresiones artísticas que son auténticos caminos hacia Dios, la Belleza suprema; más aún, son una ayuda para crecer en la relación con él, en la oración. Se trata de las obras que nacen de la fe y que expresan la fe. Podemos encontrar un ejemplo cuando visitamos una catedral gótica: quedamos arrebatados por las líneas verticales que se recortan hacia el cielo y atraen hacia lo alto nuestra mirada y nuestro espíritu, mientras al mismo tiempo nos sentimos pequeños, pero con deseos de plenitud… O cuando entramos en una iglesia románica: se nos invita de forma espontánea al recogimiento y a la oración. Percibimos que en estos espléndidos edificios está de algún modo encerrada la fe de generaciones. O también, cuando escuchamos un fragmento de música sacra que hace vibrar las cuerdas de nuestro corazón, nuestro espíritu se ve como dilatado y ayudado para dirigirse a Dios. Vuelve a mi mente un concierto de piezas musicales de Johann Sebastian Bach, en Munich, dirigido por Leonard Bernstein. Al concluir el último fragmento, en una de las Cantatas, sentí, no por razonamiento, sino en lo más profundo del corazón, que lo que había escuchado me había transmitido verdad, verdad del sumo compositor, y me impulsaba a dar gracias a Dios. Junto a mí estaba el obispo luterano de Munich y espontáneamente le dije: «Escuchando esto se comprende: es verdad; es verdadera la fe tan fuerte, y la belleza que expresa irresistiblemente la presencia de la verdad de Dios». ¡Cuántas veces cuadros o frescos, fruto de la fe del artista, en sus formas, en sus colores, en su luz, nos impulsan a dirigir el pensamiento a Dios y aumentan en nosotros el deseo de beber en la fuente de toda belleza! Es profundamente verdadero lo que escribió un gran artista, Marc Chagall: que durante siglos los pintores mojaron su pincel en el alfabeto colorido de la Biblia. ¡Cuántas veces entonces las expresiones artísticas pueden ser ocasiones para que nos acordemos de Dios, para ayudar a nuestra oración o también a la conversión del corazón! Paul Claudel, famoso poeta, dramaturgo y diplomático francés, en la basílica de «Notre Dame» de París, en 1886, precisamente escuchando el canto del Magníficat durante la Misa de Navidad, percibió la presencia de Dios. No había entrado en la iglesia por motivos de fe; había entrado precisamente para buscar argumentos contra los cristianos, y, en cambio, la gracia de Dios obró en su corazón.

Queridos amigos, os invito a redescubrir la importancia de este camino también para la oración, para nuestra relación viva con Dios. Las ciudades y los pueblos en todo el mundo contienen tesoros de arte que expresan la fe y nos remiten a la relación con Dios. Por eso, la visita a los lugares de arte no ha de ser sólo ocasión de enriquecimiento cultural —también esto—, sino sobre todo un momento de gracia, de estímulo para reforzar nuestra relación y nuestro diálogo con el Señor, para detenerse a contemplar —en el paso de la simple realidad exterior a la realidad más profunda que significa— el rayo de belleza que nos toca, que casi nos «hiere» en lo profundo y nos invita a elevarnos hacia Dios. Termino con la oración de un Salmo, el Salmo 27: «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo» (v. 4). Esperamos que el Señor nos ayude a contemplar su belleza, tanto en la naturaleza como en las obras de arte, a fin de ser tocados por la luz de su rostro, para que también nosotros podamos ser luz para nuestro prójimo. Gracias.

lunes, 18 de marzo de 2013

El sonido de mis afectos


¿Suenan las pasiones? ¿Tienen música los sentimientos? ¿Puedo traducir mis sentimientos en música? Todos hemos hecho este ejercicio. Desmesurado para unos, inútil para otros. Lo cierto es que casi todos hemos caído en la tentación de ponerle música a la vida o las vidas que hemos tenido. Así, los grandes maestros son nuestros mejores amigos, los que nos prestan sus sonidos; nos prestan su corazón y su razón.

Mendelssohn y el amor: Andante con molto tranquillo. Trío N. 1 Op 49. 



Franck y la tristeza: Lento con molto sentimento. Quinteto en fa menor



Schubert y la desolación: Andante con moto. Cuarteto N. 14 en re menor "La muerte y la doncella".



Pärt y una visión del paraíso: Para Alina. 1999



Ligeti y una visión del infierno: Kyrie: molto espressivo. Misa Requiem. 1959.



Bach y mi alegría: Allegro. Concierto de Brandenburgo N. 5 en re mayor BWV 1050.



Coda: No hay música para el odio. Felizmente.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Algunas de las mejores canciones de Hard Rock. Una modesta opinión



¿Qué debe poseer una buena canción de Hard Rock? Depende de lo que busquemos en una canción. Y esa búsqueda, tornada en deseo, se alimenta de los valores estéticos que poseamos; valores que en última instancia se sustentan en ideales o ídolos (según sea el caso). Lo que acabo de enunciar es una verdad de Perogrullo, pero que hay que tomarla en cuenta. Algo nos gusta porque entra en contacto con los valores estéticos que nos han formado. La sensibilidad es formada y, por lo tanto, también los cánones estéticos.

Varias veces he dejado constancia de mi gusto por el Hard Rock. No sólo porque fue mi pasión adolescente, sino porque considero que las mejores canciones de rock y pop provienen de este subgénero. A la fuerza y contundencia de una canción de Hard Rock, se une calidad compositiva e inteligencia en la interpretación. Violencia y pasión que se consigue con altura. Aunque es cierto que no todas las canciones de rock duro sean necesariamente buenas canciones. 

Este mañana de marzo escucho Hard Rock mientras trabajo. Y oigo una selección que me gustaría compartir con ustedes. Probablemente, algunas de estas canciones no sean de su pleno agrado. Pero como toda selección es siempre arbitraria. 

1. Medusa de Trapeze. Trapeze fue una banda de inicios de los 70. Y tuvo al mejor vocalista de la historia del rock: Gleen Hughes. Medusa es parte del segundo disco que lleva el mismo nombre. Pero esta vez he optado por la versión de Black Country Communion, el último grupo que formado por Hughes. La versión es de 2010 y posee todos los elementos de una gran canción de Hard Rock. Es sin duda una de mis favoritas de todos los tiempos.



2. Animal Magnetism de Scorpions. Cuando uno observa la historia del Rock, pocas banda pueden ostentar tal nivel a lo largo del tiempo. Scorpions dejaron la estela maldita a su debido momento y supieron construir bien su adultez y vejez. Nadie duda del legado de estos grandes del rock alemán.

A fines de los 70, Scorpions decide conquistar los Estados Unidos. plenamente. Y lanzan el mejor disco de su historial: Animal Magnetism (1980). De este disco muy bien producido, se extraen varias joyas, The Zoo por ejemplo. Sin embargo, la cumbre llega al final del álbum  y la canción tiene el mismo nombre: Animal Magnetism. Esta canción resume muy bien lo que buscaba Scorpions y posee una de las letras sensuales del Hard Rock. Indispensable. 



3. Might Just Take Your Life de Deep Purple. En 1973 Deep Purple debía reinventarse y tratar de emular el legado inmenso de Ian Gillan, quien había cantando en dos de las joyas enormes de Purple: In Rock y Machine Head. Pero Blackmore, seguía buscando la perfección en la música y con muy buen tino llama a David Coverdale y a Gleen Hughes para que se hagan cargo de la parte vocal y del bajo respectivamente. Might Just Take Your Life pernenece a Burn , el álbum que le permitió a Deep Purple reinventarse en su lado más blues. Might Just Take Your Life es sin duda una de las canciones mejor concebidas del rock, por donde se la mire. Hughes sigue Coverdale. 



4. Hand of Doom de Black Sabbath. En 1970 Black Sabbath edita el celebrado Paranoid. Aquí todas las canciones son impresionante, nunca habrá pierde. Pero en Hand of Doom, las fuerzas oscuras de la materia cantaron el mejor hard blues que recuerde. Y además Ozzy todavía era el entrañable Ozzy.



5. Love to love de UFO. En 1977, UFO logra editar su obra maestra: Ligths Out. La sociedad entre Schenker y Mogg ha obrado el milagro y UFO llega a esta cima de del hard prog. 

Leo sobre la cantidad de músicos que han sentido la influencia de UFO y especialmente de esta canción. Aquí hay todo lo que se espera de una buena canción que une la pasión con la inteligencia. Love to love, para soñar y volar alto.

lunes, 11 de marzo de 2013

Fratres de Pärt y el corazón de Leopardi



Releo a Leopardi. Es un habito que me acompaña desde hace mucho, mucho tiempo. Leopardi murió a los 37 años. Su corazón dejó de latir. ¿Así sonará el corazón antes del fin?

Asi mismo

Descansarás por siempre,
cansado corazón. Murió el engaño
que eterno yo creí. Murió. Bien siento
que de amados engaños,
no sólo la esperanza, el ansia ha muerto.
Reposa ya. Bastante
palpitaste. No valen cosa alguna
tus afanes, ni es digna de suspiros
la tierra. Aburrimiento
es tan sólo la vida, y fango el mundo.
Cálmate. Desespera
por una vez. A nuestra especie el hado
sólo nos dio el morir. Desprecia ahora
a Natura, al indigno
poder que, oculto, impera sobre el daño,
y la infinita vanidad del todo.

Giacomo Leopardi

Escucho a Arvo Pärt. Fratres, pero en vez de violonchelo, esta vez con violín. Estalla en violín y el piano, escribe el latido del corazón después de su cambio de tiempo. Ese el latido de mi corazón. ¿Así sonará cuando nadie lo ve? ¿Cuánto del devenir del corazón hay en Fratres de Arvo Pärt?...

Pero yo no siento como Leopardi. Me emociona su poema, pero yo estoy abierto a universo. Me he criado en la certeza que va de Copérnico a Freud. Mi humanidad se recupera. Ahora, axial, en el anhelo del 2100, que deseo ver. Si ese el fin, yo quiero ver el fin. Nada me da miedo. 

miércoles, 6 de marzo de 2013

Del culto al ser humano



Lo que más me sorprende de la muerte de Hugo Chávez, no es tanto en sí su muerte. Pues todo ser humano, aquejado por una enfermedad grave, potencialmente muere. Sino, descubrir la magnitud del culto a la personalidad que hubo en Venezuela desde 1999. Un culto a la personalidad que sólo pudo haber existido en la Unión Soviética, en Rumanía o en Albania. La imagen del líder omnipresente , que personifica a toda la nación; que guarda en sí y dentro de sí a toda una colectividad. 

Desde diciembre de 2012 comenzaron a circular algunos vídeos propagandísticos, preparando a los venezolanos ante una eventual muerte de Chávez. Y cimentando el camino a la continuidad del régimen bolivariano. Asumir a Chávez como una entidad trascendente, una suerte de divinidad terrena, capaz de sintetizar los anhelos de todo un pueblo. "Yo soy Chávez", es el lema de todo este sistema propagandístico que debe estar por llegar al paroxismo en estos días. En realidad, me cuesta creer las imágenes que veo. ¿Tanto vale un simple ser humano? ¿Puede un individuo constituirse en la imagen de millones?  

George Soros, a quien leo con pasión en estos días, se pregunta en "Mi Filosofía": ¿por qué los seres humanos prefieren el engaño a la verdad, la manipulación al conocimiento? El culto a Chávez, las formas grotescas que adquiere, sólo pueden ser entendidas dentro de la compleja red de vínculos que establece el ser humano con lo real. Pero en mi caso, jamás se me ocurriría creer o decir que yo soy otro. Puedo admirar a muchos, pero nunca pensaría que soy de un grupo que tiene nombre propio. Conmigo, nada de cultos seculares. Miseria del comunofascismo.

lunes, 4 de marzo de 2013

La misma tempestad en tres tiempos: Vivaldi, Beethoven y Liszt

La tempestad de Giorgione
¿Cómo suena una tempestad en la música? ¿Es posible reproducir el movimiento del cielo? ¿Es posible la mímesis sonora? ¿O es tan sólo un extraño deseo? El deseo de que la música imite los sonidos que la engendran. 

Pienso en tres casos. El primero, el célebre concierto "La tempestad del mar" de Antonio Vivaldi, que se encuentra en el Il cimento dell'armonia e dell'inventione. El Concerto n.º 5 en Mi bemol mayor, "La tempesta di mare" (La Tormenta en el Mar), RV 253, fue escrito entre 1723 y 1725.



Otra obra, de fundamentos neoclásicos,  en la Sonata para piano n. 17 en re menor Op 31 n. 2 "La tempestad". Ya hemos escrito sobre esta obra de gran alcance y de altura insospechada. Esta sonata fue publicada en 1802 y según se sabe fue concebida después de una lectura de la obra de Shakespeare, del mismo nombre. Vamos con el tercer movimiento. Una joya de allegretto. 



Finalmente: Orage de Liszt. Aquí el demonio del piano dio rienda suelta a su desenfreno. Una de las maravillas del primer año del peregrinación.