Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

sábado, 19 de marzo de 2011

Tres poemas de Leopardi



La casa de Leopardi
Pienso en el nombre de mi artesano mayor. Recuerdo el encuentro con los Diálogos, comprados en una librería de libros usados, cuando Lima se caía en el infierno de la violencia de nuestra guerra civil, la guerra que llevaré a cuestas hasta el último día. La lectura de los Diálogos me llevó a las Cantos, acaso una de las mayores muestras de poesía italiana y, en algunos momentos, una de las cimas de la poesía universal. Con Leopardi podría descifrar varios misterios, pero sobre todo el misterio de mi propia sensibilidad. La poesía de Leopardi forma parte de mi  ADN sentimental. Aun cuando no lo lea hace buen tiempo, se que está dentro de mi, como un bloque constructor que llegó a configurarse en la primera juventud. 

En Italia, la poesía de Leopardi es leída y muy conocida. Quizás no tenga las mismas connotaciones culturales leer a Leopardi en Sudamérica que en Italia. Pero adquiere una dimensión interesante. No sólo por saber literario, ni placer libresco, Sino porque en cualquier contexto se puede percibir las grandes líneas de la estética leopardiana: la experiencia de lo sublime, la experiencia de la fragilidad y el apego a la ínsula extraña, a eso que llamamos hogar. Tres poemas de Leopardi son los más conocidos. Siempre es bueno leerlo, incluso después de la media noche. 

A si mismo (traducción / traición)


Descansarás por siempre, 

cansado corazón. Murió el engaño 
que eterno yo creí. Murió. Bien siento 
que de amados engaños, 
no sólo la esperanza, el ansia ha muerto. 
Reposa ya. Bastante 
palpitaste. No valen cosa alguna 
tus afanes, ni es digna de suspiros 
la tierra. Aburrimiento 
es tan sólo la vida, y fango el mundo. 
Cálmate. Desespera 
por una vez. A nuestra especie el hado 
sólo nos dio el morir. Desprecia ahora 
a Natura, al indigno 
poder que, oculto, impera sobre el daño, 
y la infinita vanidad del todo.
 

El Infinito / traducción traición 

Siempre amé esta colina,
y este cerco que la vista me impide ver
más allá de su horizonte.
Mirando los interminables espacios de allá a lo lejos,
los silencios sobrehumanos y su profunda quietud,
yo estoy con mis pensamientos,
aunque mi corazón no se asusta.
Escucho los susurros del viento detrás de las plantas,
y en el infinito silencio mido mi voz:
y me subyuga lo eterno, y las estaciones muertas,
y el presente real y el sonido de todos ellos.
Así a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y el naufragar me es dulce en este mar.

L'infinito

Sempre caro mi fu quest'ermo colle

E questa siepe che da tanta parte
De'll ultimo orrizonte il guarde esclude.
Ma sedendo e mirando interminati
Spazi di là da quella, e sovrumani
Silenzi, e profondissima quiete,
Io nel pensier mi fingo, ove per poco
Il cor non si spaura. E come il vento
Odo stormir tra queste piante, io quello
Infinito silenzio a questa voce
Vo comparando; e mi sovvien l'eterno,
E le morte stagioni, e la presente
E viva, e'l suon di lei. Così tra questa
Immensità s'annega il pensier mio:
E'l naufragar m'è dolce in questo mare.

Lectura por Vittorio Gassman. Una joya. 





Pasatiempo / traducción traición 

Cuando muchacho vine

a entrar en disciplina con las Musas.
Una de ellas cogióme de la mano
y durante aquel día
en torno me condujo
para ver su oficina.
Me mostró uno por uno
los útiles del arte,
y el distinto servicio
a que cada uno de ellos
se emplea en el trabajo
de la prosa y el verso.
Yo lo miraba, y dije:
«Musa, ¿y la lima?» Y contestó la diosa:
«La lima se gastó; ya no la usamos».
Y yo: «Mas rehacerla
es preciso, ya que es tan necesaria » .
Y contestó: «Así es, mas falta tiempo».


viernes, 11 de marzo de 2011

Sinfonía para un astrónomo



Astrónomo, oficio mayor. De él depende la dimensión de nuestro asombro, el reconocimiento de nuestra pequeñez cósmica y la grandeza de nuestras búsquedas superiores. ¡Qué no hubiese dado por ser astrónomo! ¡ Y cuán lejano he estado del talento necesario para la ciencia astronómica! Los logros gigantes de este bello saber: Copérnico, Galileo, Kepler, Brahe, Huygens, Newton, etc, dejan ridículamente pequeño cualquier pretensión de poder humano. La clase política y empresarial se evidencian en su real bajeza. Así, el  hombre de gobierno y el millonario se sitúan en la escala más baja de humanización. En cambio, astronomía y música se muestran como los puntos altos de nuestra condición. ¿Habrá algo más maravilloso que los astros y la armonía celeste? ¿No es acaso la música, la gran música, el modo como el ser humano celebra la belleza de la noche estrellada? 

El gran compositor polaco Henryk Górecki (1933-2010), compuso en 1972, para conmemorar los 500 años del nacimiento de Nicolás Copérnico, la Sinfonía n. 2 Op 31 "Copernicana". Górecki utilizó textos de los salmos 135 y 145 y partes del libro de Copérnico: De revolutionibus orbium coelestium. El compositor quiso poner de relieve lo que significó el descubrimiento de Copérnico, a saber, el cambio de visión integral que se logra después se pasar del geocentrismo al heliocentrismo. Un cambio cultural  importante en términos cualitativos y de percepción de la humanidad sobre si misma. 

La obra está dividida en dos movimientos sin nominación tradicional y esta concebida para soprano, barítono y coro.

Primer Movimiento





Segundo Movimiento. Aquí interviene el coro, la soprano y el barítono. Impresionante.



miércoles, 9 de marzo de 2011

La miseria sin música

En la miseria, la vida se reduce a buscar qué comer, con qué vestirse y dónde dormir. La miseria es la reducción de la condición humana al estado básico. Todo esfuerzo vital se dirige a satisfacer lo más elemental. En la miseria no hay vuelo, no hay altura. Es imposible la humanización. La miseria es la derrota humana, es el mayor fracaso. 

Como no podría ser de otra forma, la miseria construye sus propios hábitos, sus propias costumbres. Existe un imaginario tenebroso alrededor de la miseria. En la falta de horizontes, el pobre extremo, asume que la única forma de vida se desarrolla a partir de sus carencias. No hay nada más. No hay ciencia, no hay filosofía, no hay arte. El pensar abstracto no se enuncia y la es belleza algo inasible. Tampoco no hay erotismo, sino genitalidad reproductiva. En la miseria somos solamente animales. 

Por eso, en la miseria, no hay música. Y si la hay, es la más violenta. Violencia que no es la crudeza del bello sonido metálico. Sino, violencia de lo declaradamente feo. Brutezza que demuestra la ausencia  de horizontes para hurgar en las formas y contenidos. Por eso no hay música en el grado cero de la civilización. Sólo necesidad exponencial sin posibilidad del reino de la libertad. 

Pero hay una situación peor. La miseria que se mantiene más allá de la superación de la miseria. Una vez satisfechas las necesidades ampliamente, se conservan las prácticas y hábitos de la miseria. Cultura de la miseria que se transforma en desprecio por toda amplitud de horizontes, tanto de la vida teorética, como de la vida creativa. En ese escenario,  no hay música amable. La miseria entró a la mente y germinó una cultura. Con mucho dinero y capacidad de gasto ilimitado, pero sin deslumbramiento por las formas. Movilidad social que no conllevó una movilidad del espíritu. Es el grado cero de lo humano. Hay responsables.

Por ello, también, la música es proclama de superación. Ampliación de horizontes, un alegato por la vida buena y bella. Cada vez que oímos una sinfonía de Brahms o una aria de Händel, nos enfrentamos a la cultura de la miseria que reduce toda la experiencia humana al grado cero de civilización. 

Un poco sostenuto – Allegro – meno Allegro de la Sinfonía n. º 1 en do menor Op 68 de Johannes Brahms. Alegato musical contra todo tipo de miseria. 






Per te lasciai la luce de la cantata secular Delirio Amoroso HV99 de G. F. Händel. Acaso una de la mayores proezas del lenguaje lírico. Intensidad y altura contra la barbarie de cualquier tipo. 


lunes, 7 de marzo de 2011

Harawi de Messiaen

Olivier Messiaen (1908-1992), uno de los maestros del serialismo.

De las obras vocales de Messiaen, Harawi, chant d'amour et de mort, es una de las más notables, profundas y perturbadoras. Sobre todo si sabemos que el gran compositor hizo estas obras durante la penosa enfermedad mental que su esposa Claire Delbos sufrió por esos años. Harawi es parte de la exploración musical y simbólica sobre el mito de Tristán e Isolda que tanto Wagner como Debussy habían realizado en su momento. Asimismo, Harawi fue el inicio del tríptico conceptual sobre el amor, la muerte y la vida que siguió  con la mágica Sinfonía Turangalila y los Cinco recantos.




Sabemos del interés que Messiaen manifestó por culturas sonoras diferente a la occidental. En ese sentido, la apropiación del término "harawi" fue sólo nominal, toda vez que se fue utilizado para nombrar al canto triste de amor y al uso de onomatopeyas presumiblemente quechuas. Lo que somos peruanos, jamás oiremos un harawi arequipeño en esta obra de Messiaen. Sin embargo, es clara la motivación simbólica del gran compositor es optar por el "yaraví". Incluso los fonemas que se intercalan en la palabra "harawi" se evidencian tristes. Más allá del exotismo evidente, Messiaen logra con estas canciones, momentos notables. Una de su páginas más logradas, sin duda. 

Harawi. Cantos de amor y de muerte. Olivier Messiaen.





miércoles, 2 de marzo de 2011

La música es mi hogar

La lección de Música, Johannes Verneer
Hoy desperté con la escocesa de Mendelssohn, justo con el adagio, su beethoveniano tercer movimiento. Esto generó en mi una serie de reflexiones y, además, la confirmación de varias intuiciones que últimamente tengo sobre mi mismo, sobre el mundo y sobre las persona. Los maravillosos tiempos de  Mendelssohn me ayudaron a recapitular parte de esas observaciones hechas, muchas veces, entre el sueño y la vigilia. Entre todas las cosas del mundo, sólo una me proporciona la sensación de estar reconciliado plenamente conmigo mismo: la música. En la música soy plenamente. No hay escisiones de ningún tipo. Cuerpo y alma son uno sólo, fe y razón se entrelazan, vida y muerte son hermanas.  Cuando llego a la música llego a mi hogar. No es la casa en la que convivo con mis seres amados. Es el hogar íntimo, íntimo en el misterio de la individualidad, esa individualidad en la que sólo Dios es capaz de entrar. 

El adagio de la tercera de Mendelssohn, me hizo ver la forma de mi hogar sonoro y cómo están dispuestas las cosas en el espacio de mi corazón y de mi razón. Puesto que es mi hogar, reconozco que lo he ido construyendo desde muy pequeño. Toda mi vida no dejado de hacerlo. De ahí que pueda ver los cimientos de Bach, de Mozart y de Beethoven, que se prolongan como columnas y paredes fundamentales. Y también las paredes, ventanas y puertas. Por ejemplo, una puerta es Monteverdi. Otra, Haydn. Alguna ventana es Debussy. También, Liszt. Pero mi cuarto es Mendelssohn y los objetos dentro de él son Brahms. A Brahms lo veo en todos mis objetos personales. Si subo hacia la azotea de mi hogar y me siento en mi terraza imaginaria de donde percibo el infinito caro descrito por Leopardi, me encuentro con Mahler. Desde Mahler veo la noche estrellada y la ley moral dentro de mi.

La música es mi hogar, mi hogar interior. Desde ahí, me vinculo con el mundo y con los otros. Pero con los que más amo llegó a tornarme en aquello que más deseo: dejar el hogar musical y llegar a ser, finalmente, música. Pues mi más grande anhelo es, al morir, verme transmutado en música. En una aria de Händel, en una fuga de Bach, en un línea fugaz que el gran cosmos concibe eternamente, eternamente. 

Adagio de la sinfonía nº 3 Op 56 en la menor "Escocesa" de Felix Mendelssohn.