Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

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miércoles, 22 de abril de 2015

La obra y la fe



Releo a Romano Guardini (¡Cuánta sabiduría¡) y me sigo lamentando de la falta actual de teólogos de ese nivel, de esta profundidad, de esa sensibilidad. Teólogos formados para comprender la complejidad del mundo en sus diversos matices. Y ser capaces de defender lo que objetivamente es el bien, la verdad y la belleza. Cuando el teólogo renunció a los trascendentales, dejó de dialogar con el mundo en serio. Por eso el mundo ya no lo toma en cuenta. Porque, al perder la belleza, la verdad carece de esplendor. Sin belleza no hay misterio; el mundo no se percibe en su conmovedora profundidad. 

Leo a Guardini. Y el esplendor de un texto luminoso se alza por el firmamento de esta tarde de abril. Releo  Sólo el que conoce a Dios conoce al hombre, una conferencia de 1952, editada en libro hace unos años y que ahora transcribo en parte: 

Cuando vemos el pensar, ver y configurarse el orden y la sabiduría de los primeros quince siglos después de Cristo, vemos también cómo en todos los ámbitos el hombre penetra en sus propias raíces. Subiendo a la majestad de Dios encuentra su verdad propia; experimentando la interioridad de Dios, entra en su propia profundidad, ansiando la gloria de Dios, comprende su propia nostalgia. La ciencia de hoy es incapaz de ver el arte de estos siglos. Sabe de infinitos datos y relaciones, formas y estilos, pero no ve lo propio: el encuentro del hombre consigo mismo en el encuentro con Dios, se trate de la figura humana misma o de los espacios humanamente configurados del templo, palacio o casa; del destino del hombre en la poesía y el drama, o de la vida del corazón en la música.



miércoles, 23 de septiembre de 2009

Opúsculo luminoso

Volver a leer a Romano Guardini (1885-1968) es para mi una experiencia grata. El notable teólogo italiano abordó varias temáticas, vinculándolas con aquello que fue su preocupación de siempre: entender los misterios de la existencia y su relación con lo trascendente. Hoy en día ya no es tan leído como en su momento. La incontinencia culturalista y sociologista ha ocultado mucho de lo interesante. Y ha reducido, si ha reducido, las posibilidades de elevarnos, de volar, de creer. Felizmente, obras como las de Guardini salen libradas, por su profundidad y belleza, de la injuria de la superficialidad reinante.

La Esencia de la Obra de Arte es un breve libro lleno de observaciones lúcidas e intuiciones poderosas. Es de esos libros que comunican verdades que pocos quieren aceptar por ver peligrar su edificio historicista y relativista. En relación a la belleza, Romano Guardini escribe lo siguiente: " Por lo general, se piensa en lo gracioso, en lo encantador, en lo espléndido; a no ser que en realidad sólo se aluda a alguna excitación sensorial. la belleza es algo que abarca mucho más. Aparece cuando la esencia de la cosa y de la persona alcanzan su clara expresión. Tan pronto como ha aparecido en la presencia, haciendose abierta y manifiesta, la obra refulge. Entonces queda superado el peso del dato primitivo, del mero material. Todo es vivo y ligero, todo es "forma", tanto si se trata de una escultura griega de la época clásica, que entusiasma por su gracia, como si es una obra de Grunenwald,  en que nada es "bello" en el sentido habitual" 

Y profundizando el tema en relación con el descubrimiento de lo bello, Guardini afirma: "Primero hay que descubrírselo a uno mismo, entonces se sentirá uno entusiasmado ante una perfección última, como cuando se oye una sinfonía de Mozart o cuando se tiene entre las manos un ánfora griega de la época clásica. Querer negar esa belleza no es mejor que el sentimentalismo que se combate. Obras como las mencionadas pertenecen a las grandes cimas, y lo que es grande hay que dejar que lo sea". En suma, abandonarse al "esplendor de la verdad" de la belleza que, como el bien, unifican lo real. Lo real en su sentido originario. Lo real como lo sagrado.

Sinfonía 36 "Linz". KV 425 W. A. Mozart. Conduce: Carlos Kleiber (otra vez en titan de la dirección). Para no negar que la belleza existe y que nos debemos a ella. Movimientos: 1. Adagio-Allegro spiritoso 2. Andante 3. Menuetto 4. Finale (Presto)