Cuatro minutos y treinta y tres segundos. John Cage
¿Qué hay detrás de esta música turbada? ¿Qué es la música desde su mayor sonido: el silencio? ¿Cuántas veces he esperado el tiempo transcurrir? ¿Cuántas veces el tiempo es ?
El tiempo: el misterio. El transcurrir. Lo que pasa. El ser que se diluye. Pues todo, a la larga, se diluye; en un no-ser que llega a tener una presencia poética más que ontológica.
Otra vez Cage es la banda sonora de mi alma. Me voy al silencio absoluto.
Es una presencia más que un intuición. El tiempo atrapado en la nada de cuatro minutos y treinta y tres segundos. Eso es lo que dura mi muerte. Me muero en ese momento. Sin embargo escribo para demostrame que existo esta tarde de junio.
John Cage llegó al mundo y cifró el límite de la música/realidad. El resto es silencio...el resto es la nada..
Justo antes del amanecer, cuando desde el cerebro empieza a emerger la conciencia, no hay nada que pueda aparecer en plenitud. Todo está entre el ser y el no-ser. En ese amanecer me despierta She is Asleep de John Cage. El lado oeste de la ciudad se encuentra sumergido en la niebla. Y no hay autos y no hay luz en las miles de ventanas de los miles de hogares. Es la hora azul, la hora distante a toda catástrofe. La calma que se anhela infinita para no herir al valle de lágrimas. Efímera eternidad que acaricio con los dedos.
She is Asleep suena mejor que nunca. Pienso que suena mejor que en 1943 (el año en que se compuso). Voz en ensueño y piano percutor. Voz de mujer que camina sobre el grado mínimo de la sonoridad masculina. El tiempo del mundo se detiene. Imagino la tierra vista desde el espacio con esta canción sin palabras. No hay nada más bello en este momento. Nada más necesario para la realidad que este preciso momento en que una voz se alza sobre el universo.
Quisiera que todo se quede tal como está ahora. Que infinitamente se repita este canto. Que no haya más. ¿Por qué la historia humana no se detiene ahora? ¿Por qué no sólo se vive en las sensaciones estéticas y tenemos que perturbarnos por la historicidad política y social? Felizmente me queda esa eternidad de la hora azul, felizmente me queda el canto concebido por John Cage. Nuevamente, la música es ilusión de la eternidad.
Camino con John Cage. Camino con las Constructions, mientras avanzo a pasos agitados entre edificios, entre autos, entre miles y miles de seres anónimos. 10`000, 000 somos los que vivimos aquí. 10`000, 000 de narraciones personales, de líneas oblicuas que se tuercen en medio de la vastedad del cemento, del humo, de la humedad y de esa tristeza limeña que se alimenta de falsa alegría popular. 10´000,000 suenan al mismo tiempo en mi interior. Se siento como una caja de resonancia o sistema sonoro que aspira el caos en su infinitud.
Camino con John Cage. Todo suena como John Cage. Se que compuso Constructions entre 1939 y 1942. Y entiendo el tiempo y la profecía. Cage hacía (como el hacer griego) los sonidos del siglo XXI o continuaba lo que Vàrese, como demiurgo primordial, intuía en Ionización. Camino con Cage y estoy en la ciudad vidriada, en la ciudad que ya dejó de ser el transito entre la ciudad de Dios y la Ciudad del Hombre. No Jerusalem, no Roma. Sino Lima como expresión de los ruidos, de las formas del ruido, de la poética del ruido.
Llego a casa. Desde mi ventana, se pierde en el horizonte de construcciones el bullicio de los millones. Me quedo con Cage dando vueltas. Y asumo que el sonido de su música ha logrado abstraer el ruido y ha construido el concepto del ruido. Oh, John Cage, cuán grande fuiste.
A veces la música no suena. Sólo es duración, tiempo que transcurre. Bomba aburrida del cuartel achica/ tiempo tiempo tiempo tiempo/ Era Era. (César Vallejo). Es decir, pasa y pasa. No llega a ser el "aire sonoro" (Busoni) que nos eleva o nos arrastra. Sólo transcurre en si misma. No es, no llega a ser. No llega a constituirse en materia de los ensueños, ni en materia de los recuerdos, ni materia de las necesidades. Transcurre, encerrando toda esperanza, todo alivio; incluso el alivio de duelo, incluso el alivio del alivio. No suena para nada, es la experiencia de la nada.
Cuando la música no suena, tampoco llega a constituirse en silencio. Pues el silencio es la apertura y la conclusión de la experiencia sonora. La música, cuando surge del silencio y vuelve a él, adquiere sentido, pues comprendemos el devenir en su acción dramática. Un sonido modulado que nos lleva siempre a un símbolo. Una acción sonora que repercute en el recipiente abierto de la conciencia. Pero cuando la música no suena, no hay silencio que valga. Nos quedamos en la mudez del sinsentido. Es el todo ante del big bang. Cuando todo era nada. Y no habitaba el silencio y no habitaba el sonido.
A veces pienso que los agujeros negros son las puertas hacia la nada. Y percibo que si me acerco a ellos, mi existencia sería arrastrada hasta su última disolución. Es decir, cuando no hay posibilidad de transformación, de cambio, de esperanza. Pues la esperanza está unida al cambio. Y cuando simplemente nos diluimos, ya no hay posibilidad de cambio. Eso ocurre cuando la música no suena.
Pero por un momento, atisbo el sonido.Contra la nada, algo empieza a constituirse de forma violenta y abrasiva. Es la furia contra la inexistencia. Es el tiempo que recupera el tiempo. La energía que se agolpa, uniendo todas las partes en riesgo de disolución absoluta. La lucha empieza. El ser contra la nada. La música que busca erguirse sin límites, aun cuando tenga que convertirse en un agujero negro. Estalla finalmente y llena de su furia fugaz todo el universo, por un tiempo. Por eso se recupera nuevamente el sonido. Y la música finalmente suena.
No se trata de la música para la danza; la música que se compone para ser bailada. Más bien, aquella que se utiliza para bailar aun cuando su fin no era ese. Se toma una composición musical y, a partir de ella, se elabora una coreografía- muchas veces libre -que recrea en el movimiento del cuerpo en un concepto, en una sensación, en una intuición. Admito no conocer mucho de danza. Mis alcances son básicos. Por ello me limitaré a mostrar aquello que simplemente me gusta o me parece atractivo.
Hace unos años Sting, el ecléctico músico inglés y la retirada bailarina italiana Alessandra Ferri nos regalaron una de la coreografías más célebres de los últimos años a partir del prelude de la suite para violonchelo en sol mayor N.º1 BWV 1007 de Bach. La transcripción para guitarra más conocida de este prelude fue dada a conocer por el gran Andrés Segovia. Aquí Ferri y Sting nos muestran una versión enmarcada en la estética visual de los años 80´s.
Mark Morris me encanta. Me encanta su temeridad. Su deseo de intervenir composiciones impensadas transformándolas en piezas de baile. Mucho se ha criticado al gran coreografo norteamericano. Pero pienso que ha hecho mucho para ampliar la experiencia estética del hombre y la mujer común. Una forma de llevar al público no entendido propuestas artísticas que inciden en la formación de los sentidos.
Dido y Eneas de Purcell es una de mis veinte operas favoritas de todos los tiempos. Posee una de la arias más logradas de la historia de la música: El Lamento de Dido. Mark Morris elaboró una coreografía sobre esta opera, intensa y bellamente trágica. Quienes hemos vivido al límite el enorme drama de Purcell, sabemos lo difícil que es construir una coreografía sobre la segunda escena del segundo acto de Dido y Eneas. Thy hand, Belinda y maravilloso When I am laid in earth oficiados por un soberbio Morris. Sólo para recordar el texto que se va a danzar, le muestro:
Coro
Las grandes mentes
conspiran contra sí mismas
y evitan la cura
que más desean.
Dido
Tu mano, Belinda;
me envuelven las sombras.
Déjame descansar en tu pecho.
Cuánto más no quisiera,
pero me invade la muerte;
la muerte es ahora una visita
bien recibida.
Cuando yazga en tierra, mis
equivocaciones no deberán crearle
problemas a tu pecho; recuérdame,
pero, ¡ay!, olvida mi destino.
Coro
Tú, Cupido,
vienes alicaído
y esparces rosas sobre su tumba,
dulces y tiernas como su corazón.
Mantén aquí tu vigilancia y no
partas nunca.
Merce Cunninghan y John Cage hicieron y vivieron tantas cosas juntos. Points in the space (1987) fue una performance que surgió de la afirmación de Albert Einstein: "No hay puntos fijos en el espacio". La pareja de artistas, junto Eliot Caplan elaboraron esta coreografía intercambiando oficios y percepciones. El resultado es interesante, pero sin llegar a la perturbación total de las primeras performances de dueto Cage-Cunninghan de los años 50 y 60. Lo mínimo tocado se une el movimiento corporal que busca puntos fijos en el espacio.
Recuerdo 1992. Y pienso en lo que se creía entonces. Todo el bloque socialista se ha venido abajo en pocos años (1989-1991) y aires nuevos venían a poblar la conciencia anhelante de creencias. El breve siglo XX (1914 -1991) había concluido-a decir del historiador neomarxista Eric Hobsbawm- y se iniciaba otro, el XXI, con sus expectativas, problemáticas y retos. En 1992 morían tres artistas que siempre me conmovieron, creadores que caracterizaron, por diversas rutas, el arte del siglo XX: Francis Bacon, Olivier Messiaen y John Cage. Pienso que Francis Bacon fue último gran pintor del "siglo de los extremos" (otra vez Hobsbawn), Pasó por todas las etapas condiciables del arte de vanguardias y de postvanguardias, creando una obra plena de violencia, poder, enojo, ira, pero imbuida de un dominio formal notable; trasgresora, pero siempre humana. Mi recuerdo de Bacon, esta asociado a esa impresionante e impresionista lectura que hizo Vargas Llosa en Elogio de la Madrastra (1988) de Cabeza I. En el capítulo "Semblanza de Humano" escribe Mario Vargas LLosa:
No tengo brazos ni piernas pero mis cuatro muñones estan bien cicatrizados yendurecidos, de modo que puedo desplazarme por la tierra con facilidad y a un la carrera si hace falta. Mis enemigos no han logrado darme alcance hasta ahora en ninguna de las persecuciones. .Como perdi las manos y los pies? Un accidente de trabajo, tal vez; o, acaso, un medicamento que engullo mi madre para tener un embarazo benigno (la ciencia no acierta en todos los casos, pordesgracia).
También en aquel año, como dije, murieron dos compositores de primer orden: Messiaen y Cage. Ambos orientados por búsquedas estéticas y artísticas diferentes. Pero dispuestos a organizar lenguajes sonoros con un decidido afán modernizador y renovador. Messiaen unió lo más atractivo y útil del serialismo con los valores y creencias de la fe cristiana-católica, logrando construir una obra donde lo místico puede convivir en lo moderno y en secular: experiencia de lo religioso que se comunica a pesar del "silencio de Dios" (Bonhoeffer). Aun cuando la obra de Messiaen es abultada, El cuerteto para el fin de los tiempos (compuesto y estrenado en un campo de concentración, donde él estuvo) seguirá siendo la gran composición de este sobresaliente músico francés.
V. Louange á l´Eternité de Jésus.Quatuor pour la fin des temps. Olivier Messiaen (1941)
John Cage llevó a la música a un nivel que ningún otro compositor pudo llegar. Conocedor del sonido en "grado cero" (el mayor conocimiento), nos obligó a reconocer que la música occidental había llegado a un límite, un límite que se presenta como un silencio "místico", casi a la manera del primer Wittgenstein. Desde que Cage soberanamente nos tomo el pelo, la tradición occidental no hizo más que morderse los codos. He oído mucho de Cage, pero lo que logró con 4, 33¨, será siempre enervante, disociador; una sacada de lengua realizada por lo mejor que dió norteamérica, aquel Estados Unidos que ya no existe (pues ahora, ya se ha transformado en la primera potencia bananera de la historia)
John Cage - 4'33". 1952
Todos murieron en 1992, todos habían nacido en 1908.