Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 28 de mayo de 2007

Aquella música ilustre de un Yankee


Caminó a la sombra de Gershwin. Fue su discípulo y amigo. Me gusta más que Gershwin y soy injusto. Soy injusto porque Elie Siegmeister (1909-1991) vivió mucho más tiempo que el célebre George y pudo hacer más cosas que su reconocido compatriota. Y siendo especialmente injusto, disfruto más a Siegmeister que a MacDowell, Copland y Ives. Disfruto de Seigmeister porque libera contemplar una música tan suelta, tan lejana de las tierra densas, tan espaciada de aquello que se construyó sobre la enorme fortaleza de lo esperado. Sunday in Brooklyn (1946) es una pieza especialmente inspirada, que discurre en una avenida de soledades definidas entre grandes edificios. Música así sólo pudo haber sido concebida en América. Porque la música americana se expande en la enormidad, en la sapienza de lo pragmático, la libertad de los nuevos de siempre. !Qué lejos de la historia se halla esta música, de la pesada carga de la historia!

Y las últimas obras de Siegmeister siguieron esa ruta a pesar de las proximidades con la post vanguardia. From These Shores (1985), basados en textos de Whitman, Twain, Thoreau (el genio de Walden), Langston Hughes y Faulkner, se revelan como un insinuante ejercicio de lectura artística. De la literatura a la música como muchas veces se ha hecho. Pero desde un espíritu free y sin complicaciones, ausente de dramas y torturas metafísicas o postmetafísicas. Algo que resulta sano cuando el mal humor se transforma en pensamiento.
Pienso qué acertada es esta música, qué importante es airearse lejos de la tradición. Y qué sano es volver a caminar sobre la tradición después de haber salido de ella por un rato. Siegmeister es ilustre por revelarnos el lado más querido de los Yankees, ese lado que queremos que perdure a pesar del "otro lado".

jueves, 24 de mayo de 2007

Britten: el manantial y el abismo

Fue Bach quien inicio el camino, aunque Teleman, el gran Teleman, también lo había explorado. Pero fue Bach quien dio mayor altura a ese ejercicio de sabiduría integral que es concebir suites para Violonchelo. Las seis suites para este instrumento se hallan entre lo mejor que el cíclope de
Eisenach pudo crear. En el BWV 1007 al 1012 todas las tensiones, simulaciones y fidelidades son recreadas y elevadas a categoría superlativa. La perfección en seis actos, la anabasis de un espíritu anhelante.

Durante años creí que no podía existir algo mayor, algo mayor de lo cual nada puede pensarse o gozase (San Anselmo de Canterbury). Incluso las maravillosas suites de Mendelssohn no podían emular tamaña entrega de amor bachiano. Sin embargo fue un día de 1997, fines de mayo como hoy, en que pude contemplar las Suites para Violonchelo de Britten. Sólo tres, la mitad que las de Bach. Suficiente.
Tres siglos después se cerraba el círculo. Tres siglos que Inglaterra no daba un músico de primer orden. El último había sido Purcell. Tres siglos después volvía aquella totalidad en la obra de Britten. Y la totalidad retornaba en nuestra época en el Op 72, 80 y 87 (años 1961, 1964, 1971), misteriosa progresión. La totalidad en límite de
todo. No en el Requiem War, ni Peter Grimes, ni la Serenata para tenor, trompa y orquesta de cuerdas (que tanto me subyugaba de adolescente). La totalidad como experiencia de los límites se manifestaba en la suites para violonchelo. El canto del manantial y la regresión al abismo. Las modulaciones al infinito, el temor y la gloria, el deseo y la condena, la unión del dolor y de la luz.


"Esto es el centro de su música" escribía el crítico Donald Mitchell en 1972. "En esta obra conviven todas las posibilidades del mundo" sentenciaba el célebre director y compositor Leonard Bernstein. Y pienso que Britten llegó con estas suites al centro de la música, cosa muy difícil. Es decir, escarbó en el centro del sonido. Escudriñó en el ensansanblaje misterioso de la música, ingresando al espacio del sonido puro. Por eso "conviven todas las posibilidades del mundo". En la suites se conjungan todos los sonidos posibles en sólo instrumento; lo tocado y cantado, lo que ha de cantarse y tocarse.

Estas obras estuvieron pensadas para un artesano mayor: Mitislav Rostropovich. Amigo cercanísimo de Britten, siempre le había pedido algo solista compuesto para él. El resultado no fue una obra, sino tres; estrenadas en un espacio de diez años. Se sabe que quien leyó la partitura antes de las ejecuciones fue otro gigante del siglo de los extremos: Dimitri Shostakovich. Imaginemos esta tria fata: Britten en la composición, Shostakovich en la asesoría distante y sabia, y Rostrotovich en la interpretación. !Y todavía no creemos en los milagros!


Aquí están las tres Suites para Violonchelo de Benjamin Britten (1913-1976), están en mí desde la epifanía de aquella noche otoñal de 1997. Sólo una cosa, disculpen la solemnidad y la pompa. Ahora es inevitable.

sábado, 19 de mayo de 2007

Rosa Mística


Nueve siglos me separan de ti y un océano que fue unido por naves cargadas de oro, plata y "todas las cosas corruptibles y codiciables" (Borges). No hay imagen exacta de ti, tampoco una biografía autorizada. Sólo referencias de aquí y allá y la exaltada devoción de algunas "feminas furia" . Tampoco creo que pueda comprender, cabalmente, lo que tu poesía y música llegan a conocer y comunicar. No podría aun con el mayor esfuerzo de reconstrucción hermeneútica. Es mucho tiempo y un espacio innegablemente amplio, limitaciones y mi ignorancia evidente.

Sin embargo intuyo, porque otra cosa no puedo hacer, que resplandeces en la certeza y en la seguridad de un paraiso prometido y que aun no se perdía por razones que tu sabías de antemano (otra intuición). Aquel paraiso en el que la Rosa Mística domina el mundo desde la libertad de los puros, de los bellos-buenos.

Entiendo que no fue fácil poder conciliar los deberes de hermana obediente y ser una artesana mayor. Si te sirve de consuelo, eso nunca ha sido fácil. Pero más allá de esta lejanía, presiento que me estas mirando mientras leo, oigo y comtemplo tu Ordo virtutum. Presiento que estás detrás de mi mientras escribo esto. Y quiero decirte que te quiero mucho Hildegard Von Bingen. Y también decirte que la Rosa Mística tuvo en ti a su mayor trovadora.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Seriación Escultórica: Gianlorenzo Bernini (1598-1680)




El principio clásico es evidente: alma bella en cuerpo bello. Serenidad y mesura. Idea que resplandece en lo inmutable. En cambio, el éxtasis ya es un conflicto. El alma poseída que impone su locura al cuerpo. El alma, ese sueño reciente frente al antiguo cuerpo. La hybris que dispara contra la "novia de la inviolable de la quietud". !Qué poder profético habitan en estas esculturas! ¿Qué pudo haber ocurrido cuando el origen de este éxtasis, cuando los prodigios seculares de este éxtasis, abrieron la puerta a todo esto? "Esto" que es tan difícil de expresar. Kenosis de la humanidad.

lunes, 14 de mayo de 2007

Confesión que no debiera hacerse

Hoy, por diversas razones, el día tuvo su instante de luz gracias a Mozart. Lo que quiere decir que este día fue por Mozart. Sin él, el día hubiese sido más oscuro que cualquier otro día. Y si es oscuro, triste. Y si es triste, sin sentido. Porque no hay nada más sin sentido que la tristeza.
Así, este día pudo ser muy triste, más triste que cualquier otro. Felizmente, el instinto por la luz (lo que otros llaman supervivencia) me obligó a escuchar La Sonata No 3 en sol mayor K.303 para violín y piano. Una obra nada fuera de lo común, es decir, una pieza simétrica, galante e inspirada como gran parte de la música de Wolfgang. Gracias a ese adagio -molto allegro , la tristeza creciente, se disipó por unos minutos. Y el día tuvo su espacio de esperanza y, por eso, de sentido. El sentido que da la belleza (que los Cultural Studies jamás entenderán).

sábado, 12 de mayo de 2007

La Música es igual a Bach


Me quedo mirando mi colección de grabaciones. No son pocas, pero tampoco son demasiadas. Siempre hay algo que quisiera tener. Falta algo siempre. Carencias que sólo tienen sentido para quien las padece. Requerimientos que para muchos serían tontos. Deseos comprensibles para alguien que asuma la música como una forma de vivir y de conocer la vida.


Al ver mi colección de grabaciones recuerdo el instante que adquirí la mayoría de ellas. En todos los casos siempre me embargó un sentimiento de entusiasmo infantil, de alegría ilimitada. También las ganas enormes de compartir con otro ser humano esta música tan amada. Porque también de eso se trata la melomanía. No se agota en la solitaria contemplación de una obra musical, sino también en el deseo de compartir aquella contemplación con algún congénere. Aquella satisfacción absoluta que se logra después de navegar junto a alguien. En que las risas sobrevienen después de haber asistido,por un momento, a un espacio de la belleza.


Sin embargo, es más frecuente que el placer del melómano sea solitario. Pocos son los que están dispuestos a usar el tiempo para oír. Como también son pocos los que tienen la disposición para mirar o leer. Aquí la dimensión del tiempo es fundamental. Si la temporalidad se vive de manera externa, es muy difícil que se pueda contemplar. El tiempo social nos obliga a verternos sobre el mundo, nos arranca de la catedral interior y nos conduce al vértigo de la desmesura. Ese es el tiempo del ruido, no de la música. Para oír música y contemplarla, se debe, creo, vivir el tiempo de forma interior. Es decir, dejar de lado al mundo por un momento (porque vivir en el mundo, es, aun, inevitable) y sumergirse en el ámbito más personal del yo. Estar en contacto sólo con la música en un diálogo abierto de formas que evocan los diversos estadios del alma y del ser. Y así cada melodía, cada nota, se torna en argumento de una poética que se edifica como un discurso armonioso. Tal como ocurre con algunos momentos luminosos de la filosofía o de la literatura más elevada. Aun cuando la obra evidencie una atonalidad voluntaria, es posible descubrir en aquel ejercicio sonoro, tanto en su fase compleja o primaria, la simetría consustancial al sonido.


Y así, en la conciencia, se edifican líneas melódicas, ascendientes o descendientes, que se unen generando otras, distribuyéndose por espacios que tienen la dimensión de nuestro cerebro y que son insospechablemente abiertos. En aquel momento, las estructuras sonoras pueden ser circulares, entrelazadas (como las cadenas enzimáticas del ADN) o de líneas verticales u horizontales que se cruzan. Si la fantasía es poderosa, las estructuras se hacen más visibles gracias al color. Y si la disposición es mayor, la luz ingresa a la melodía y el espíritu discurre por las estructuras del sonido puro, desmaterializanadose el violín, la clave y, alcanzando, cierta intuición de lo infinito, donde el sonido ya no es sonido (no verificable). A estas alturas llegamos al sonido absoluto. Las lineas han sido abolidas por la profusión ilimitada de éstas. Todas las escalas se comprimen, los tempi fluyen y esvanecen. Entramos al umbral del silencio, al que hemos llegado por la música. Toda la historia de la música, que es igual a Bach.

miércoles, 9 de mayo de 2007

La Hermana Mayor


Felix aprendió a tocar el piano junto a Fanny, la hermana mayor. Tan inteligente y prodigiosa como él. Según Abiatti, fue ella quien introdujo a su célebre hermano a la pasión por Bach. Además, conjetura Zelter, lograba superar al joven Felix al momento de improvisar. Pero todos los biográfos coinciden en el profundo cariño y respeto que ambos se tenían. Y, por esas cuestiones que los historicistas aplauden (el contexto), la bella Fanny no pudo desarrollar una carrera de compositora, pues debía ocuparse de las "cosas de mujeres". Afortunadamente, el sensible y culto Felix buscó publicitar el talento de su hermana como instrumentista, consiguiéndole algunas audiencias importantes y aplausos encendidos. Asimismo, la fama del hermano menor le permitió contactos con casas editoriales que publicaron sus composiciones y ejecutantes que interpretaron las mismas. Sonatas y preludios para piano, el oratorio Escenas de la Biblia (que posee una introducción hermosísima) y el célebre trio para piano, violín y violonchelo, son lo más reconocido de su obra. Artista talentosa y prolífica, mujer bella y afortunada hermana, murió joven, a los 41 años. Seis meses después moría también Felix.


Por ahora escucho el trio en mención, en Do Mayor Op 11. !Qué belleza!. El Andante Espressivo cautivante y el Finale Allegretto Moderato, preciso y directo. Y pienso qué consolador es saber que nuestra situación cultural nos permite descubrir mujeres de enormes talentos que se hallaban a la sombra de los hombres. Sin embargo, no se me ocurre pensar que Fanny compuso "negando su feminidad" y "asumiendo la escritura masculina". No me detengo en esos "neo paganismos". Simplemente me regocijo en la forma. Y pienso en el porqué de mi fascinación por la música: no tiene contenido expreso. Es sólo forma pura (coincido con Hanslick). Forma que me lleva a mi paraíso (si estoy de Cristiano), forma que me conduce a la utopía (si estoy de profano). La forma sin contenido expreso es la libertad, cada cual le da el contenido.


Me olvidaba. Escribía sobre Fanny Mendelssohn (1805-1847), la hermana mayor de Felix.

sábado, 5 de mayo de 2007

El Padre y el Hijo


Alexander Scriabin (1872-1915). Como pocos logró captar la atmósfera decadente de la cultura tardoromántica, de un espitu que se negaba a morir a pesar de las revoluciones en ciernes, las ciudades eléctricas y las aventuras inevitables de la vanguardia musical, fundadas y encarnadas en Stravinsky y Schoenberg. Hizo de la melancolía finisecular el motivo de exploraciones personales, enmarcadas en un individualismo puro e ingenuo y, por eso mismo, turbador. Scriabin escapa a toda delimitación conceptual del arte de su época. Al igual que Rachmaninov, se negó a mirar decididamente a sus contemporáneos revolucionarios y persistió en la búsqueda de una utopía imposible: la ensoñación romántica en medio de funcionalidades estratégicas. A pesar de todo esto, Scriabin fue un gran compositor. A mi parecer, el mejor compositor ruso de aquel tiempo. Desde la decadencia de un proceso imprescindible en la historia de la música (el romanticismo) buscó nuevos derroteros artísticos, construyendo una obra sólida y admirable.


A diferencia de sus contemporáneos, que, tras la "muerte de dios", se adscribieron tanto a pasiones y razones ideológicas y a estéticas neoprogramáticas, Scriabin se refugió en la teosofía del pintor Jean Delville, factotum del decadentismo. Aquel estilo extraño y extrañado de su tiempo, estilo temeroso a aceptar lo inevitable: radiaciones y oscilaciones extremas. El decadentismo era la fuga hacia la arcadia de la debilidad e irrealidad, el bostezo angustiado y anhelante por un pasado que se asumía desde imágenes subrepuestas. Estridencia triste y melancólica, pero sugestiva como toda decadencia. Sin embargo, en Scriabin el espíritu de la decadencia se transforma en un ejercicio creativo impresionante. Sólo pensar en la Sonata No 10 del Op 70 o en La Vers la Flame Op 72, para descubrir obras de un nivel de consistencia notables, sólidas a pesar de su ingravidez y denodadamente virtuosas sin parecerlas.


El otro Scriabin fue su hijo Julian (1908-1919). Vivió sólo once años y tuvo a su padre como primer maestro. Julian Scriabin pudo ser, probablemente, uno de los músicos más notables del siglo XX. En sus 4 Preludios para Piano y en la Fantasía para piano Op 28, se encuentran todas las características del prodigio genial. Creo y me atrevo a pensar que mayor audacia y sabiduría artística que en Mozart (!qué heregía digo!). Pero en fin, el niño murió ahogado al caerse de un bote cuatro años después que su padre Alexander.



viernes, 4 de mayo de 2007

Reflexiones de Ernst Bloch


"Qué decir del lenguaje musical ¿Por qué todo el mundo cree comprenderlo y, sin embargo, nadie sabe realmente qué significa la música o qué significado concreto encierra una melodía?...¿Cuándo empezamos a comprenderla de forma clara? ¿Cuándo podremos sentir diáfanamente a Beethoven, escuchándolo y comprediéndolo como si tratara de una palabra que se verbaliza? Al permanecer abierta, la música es una expedición a la utopía, a la utopía de nosotros mismos. De aquí que dentro de ella resuene el encuentro con el YO"


Ernst Bloch. El espíritu de la utopía.