Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

jueves, 24 de mayo de 2007

Britten: el manantial y el abismo

Fue Bach quien inicio el camino, aunque Teleman, el gran Teleman, también lo había explorado. Pero fue Bach quien dio mayor altura a ese ejercicio de sabiduría integral que es concebir suites para Violonchelo. Las seis suites para este instrumento se hallan entre lo mejor que el cíclope de
Eisenach pudo crear. En el BWV 1007 al 1012 todas las tensiones, simulaciones y fidelidades son recreadas y elevadas a categoría superlativa. La perfección en seis actos, la anabasis de un espíritu anhelante.

Durante años creí que no podía existir algo mayor, algo mayor de lo cual nada puede pensarse o gozase (San Anselmo de Canterbury). Incluso las maravillosas suites de Mendelssohn no podían emular tamaña entrega de amor bachiano. Sin embargo fue un día de 1997, fines de mayo como hoy, en que pude contemplar las Suites para Violonchelo de Britten. Sólo tres, la mitad que las de Bach. Suficiente.
Tres siglos después se cerraba el círculo. Tres siglos que Inglaterra no daba un músico de primer orden. El último había sido Purcell. Tres siglos después volvía aquella totalidad en la obra de Britten. Y la totalidad retornaba en nuestra época en el Op 72, 80 y 87 (años 1961, 1964, 1971), misteriosa progresión. La totalidad en límite de
todo. No en el Requiem War, ni Peter Grimes, ni la Serenata para tenor, trompa y orquesta de cuerdas (que tanto me subyugaba de adolescente). La totalidad como experiencia de los límites se manifestaba en la suites para violonchelo. El canto del manantial y la regresión al abismo. Las modulaciones al infinito, el temor y la gloria, el deseo y la condena, la unión del dolor y de la luz.


"Esto es el centro de su música" escribía el crítico Donald Mitchell en 1972. "En esta obra conviven todas las posibilidades del mundo" sentenciaba el célebre director y compositor Leonard Bernstein. Y pienso que Britten llegó con estas suites al centro de la música, cosa muy difícil. Es decir, escarbó en el centro del sonido. Escudriñó en el ensansanblaje misterioso de la música, ingresando al espacio del sonido puro. Por eso "conviven todas las posibilidades del mundo". En la suites se conjungan todos los sonidos posibles en sólo instrumento; lo tocado y cantado, lo que ha de cantarse y tocarse.

Estas obras estuvieron pensadas para un artesano mayor: Mitislav Rostropovich. Amigo cercanísimo de Britten, siempre le había pedido algo solista compuesto para él. El resultado no fue una obra, sino tres; estrenadas en un espacio de diez años. Se sabe que quien leyó la partitura antes de las ejecuciones fue otro gigante del siglo de los extremos: Dimitri Shostakovich. Imaginemos esta tria fata: Britten en la composición, Shostakovich en la asesoría distante y sabia, y Rostrotovich en la interpretación. !Y todavía no creemos en los milagros!


Aquí están las tres Suites para Violonchelo de Benjamin Britten (1913-1976), están en mí desde la epifanía de aquella noche otoñal de 1997. Sólo una cosa, disculpen la solemnidad y la pompa. Ahora es inevitable.

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