Los tríos para piano, violonchelo y violín han sido abordados con frecuencia por los grandes compositores. Y es difícil elaborar una lista que haga justicia a un repertorio que posee cumbres con derechos propios y adquiridos. Sin embargo, de tiempo en tiempo me vienen ganas de confeccionar una selección de los tríos para piano y cuerdas que más me han llamado la atención a lo largo de los años. Y esta es la oportunidad. Como en otras oportunidades, me disculpo por las omisiones que podría cometer. Pero me arriesgo, pidiendo disculpas a mis pacientes lectores si faltara algún trío de sus preferencias.
Empecemos....
1. Trío para piano y cuerdas en re menor, op 70 N. 1 " De los espectros", de Ludwig Van Beethoven. Compuesto en 1807 y estrenado en 1808. De todos los tríos de maestro de Bonn, probablemente sea el más conocido y el más admirado. Tiene uno de los movimientos más logrados y sombríos de todo su repertorio: largo assai ed espressivo, del que proviene su nombre. A fin de mantener la unidad de la obra, comparto toda la composición, esperando que prestemos atención al segundo, descomunal, movimiento,
2. Trío para piano y cuerdas n. 1 en re menor op 49 de Felix Mendelssohn, completado en 1839 y estrenado en 1840. No cabe dudas, que este trío posee uno de los primeros movimientos más románticos del repertorio. Y de debe a la fina inclinación de Mendelssohn por la melodía. Si teníamos por Mendelssohn una actitud contraria a su época, el inicio nos los devuelve a su propia era. Gran trío, necesario en toda colección de música de cámara.
3. Trio para piano y cuerdas en fa sostenido n. 1 op 1 de Cesar Franck. Compuesto en 1840, con solo 18 años, es una de las muestras más logradas del talento del gran compositor belga. El primer movimiento nos lleva a dimensiones insospechadas de pasión romántica, pero en un nivel de innovación sobrecogedor. En esta obra se anuncian cumbres del repertorio de Franck como la sonata para piano y violín y el quinteto para piano y cuerdas.
4. Trio para piano y cuerdas en mi menor N.2 op 90 de Camille Saint-Seans. Compuesto en 1892 es una de la obras mejor logradas del repertorio de cámara del ilustre compositor francés. Ya hemos escrito sobre esta joya en una entrada anterior. Y creo que es necesario seguir haciéndole justicia. El primer movimiento: allegro non troppo, es posee una melodía que atraviesa como cuchillo.
5. Trío para piano y cuerdas en mi menor N. 4 op 90 "Dunky" de Antonin Dvorak. Una de los tríos que hacen del compositor checo un consumado creador de música de cámara. Este trio se estrenó en 1891 y se inspira en los sonidos populares que tanto fascinaban al gran Dvorak. Todas las seis "dunkas" son de un virtuosismo notable. Vale oro por donde se le mire.
6. Trio para piano y cuerdas en mi menor n. 2 op 67 de Dimitri Shostakovich. No hay duda que la figura del gran Shostakovich sigue creciendo con el tiempo. Y este trío es uno de los mejores ejemplos de lo que era capaz de componer para el repertorio de cámara. Estrenado en 1941, en plena guerra, está dedicado a la memoria de Ivan Sollertinsky, uno de sus mejores amigos. El trío en mi menor, exige a los interpretes una virtuosismo extremo que, por momentos, raya en la dinámica energética absoluta. Un gran trio, para poner punto final a esta modesta selección.
Como escribimos en una entrada anterior, Ludwig Wittgenstein tenía razones sobradas para considerar a la música su arte fundamental. Cuando leemos su entrañable colección de aforismos, reunidos bajo el nombre editorial de "Cultura y Valor", se observa al filósofo melómano que llegó a ser. Hay tanto que se puede aprender de Wittgenstein que es fácil comprobar por qué es considerado una de la cumbres del pensamiento occidental del siglo XX.
Al leer "Cultura y Valor" llegamos a saber cuáles fueron los intereses estéticos de Wittgenstein y, sobre todo, conocemos de forma nítida sus apreciaciones musicales. De todas los aforismo musicales que leemos, llama la atención los juicios que hace sobre Felix Mendelssohn. Juicios interesantes que permiten acercarnos al gran músico alemán bajo otras perspectivas.
Leamos algunas de las apreciaciones que Wittgenstein hizo sobre Mendelssohn. Saquen ustedes sus conclusiones:
(13) Mendelssohn no es una cumbre, sino una altiplanicie. Lo inglés que hay en él.
(15) Mendelssohn es como un hombre que sólo puede estar alegre cuando todo está, sin más alegre, o bueno cuando todos los que lo rodean son buenos y no propiamente como un árbol que se mantiene firme, tal como está, suceda lo que suceda alrededor de él. Yo mismo soy así y me inclino a serlo.
(80) La Música de Mendelssohn, cuando es perfecta, es un arabesco musical. Por ello, cada carencia de fuerza en él la experimentamos como algo embarazoso.
(108) Entre Brahms y Mendelssohn existe decididamente un cierto parentesco; y no me refiero a aquel que se muestra en algunos pasajes particulares de las obras de Brahms y que recuerdan pasajes de Mendelssohn, sino que el parentesco al que me refiero podría expresarse diciendo que Brahms le da todo el vigor donde Mendelssohn lo dio sólo a medias. O: Brahms es con frecuencia un Mendelssohn sin faltas.
(124) Si se quisiera caracterizar la esencia de la música de Mendelssohn, habría que hacerlo diciendo que no hay música mendelssohniana difícil de entender.
(181) ¿Qué le falta a Mendelssohn? ¿Una melodía "animosa"?
(203) En todo gran arte hay un animal SALVAJE domado. En Mendelssohn, por ejemplo, no lo hay. Todo gran arte tiene como fundamento los instintos primitivos del hombre. No son la melodía (como, por ejemplo, en Wagner), sino que da su profundidad y fuerza a la melodía. En ese sentido, puede llamarse artista reproductivo a Mendelssohn.
Canciones sin palabras. Colección de 8 libros, que van del op 19 al op 102, escritas a lo largo de la vida de Mendelssohn.
A los 16 años Mendelssohn estaba en posesión de saberes superiores en el arte de componer música de primer nivel. Ya lo había probado con el concierto para piano y violín en re menor MW04, compuesto en 1823 y con el concierto para piano y cuerdas en la menor MW02, compuesto en 1822. Ambas obras, creadas por un adolescente fuertemente influenciado por la tradición clásica.
En la forma camerística, el joven maestro estaba muy cerca de dar el gran paso. Así, en 1826, Mendelssohn inicia la composición del quinteto para cuerdas en la mayor op 18, obra que irá recreando a lo largo de cinco años. Aquel 1826, Mendelssohn compone su octeto en mi bemol mayor (bellísimo) y la célebre obertura "Sueño de una noche de verano" basado en la pieza teatral de Shakespeare. La composición de estas obras, probablemente le dejaron sin mucho tiempo al compositor a fin de concluir la concepción del quinteto en la mayor. Pero por otro lado, le permitió madurar varias ideas, pues en pocas obras de cámara de Mendelssohn se puede notar con tanta claridad la presencia de Bach. Y es curioso, pues en la medida que Mendelssohn se introduce en el ámbito romántico, la pasión por el gran Bach va en aumento. Finalmente, Mendelssohn concluye la composición del quinteto hacia 1832.
Los movimientos del quinteto para cuerdas en la mayor op 18 son: Allegro con moto, Intermezzo: Andante sostenuto, Scherzo: Allegro di molto y Allegro vivace. Les sugiero el Scherzo, realmente impresionante.
Compuesto en 1823, cuando el maestro contaba con 13 años. Dentro del periodo juvenil de la obras de Mendelssohn que no constan con el catálog OP ni el WoO. Así, las que muestran la catalogación MW, suelen ser las primeras.
Honestamente no conozco casi nada sobre el origen de este monumental doble concierto que posee uno de los mejores temas iniciales que se pueden oír en el repertorio de Mendelssohn. Las huellas de Mozart y de Schubert son bastante elocuentes en este concierto. Pero la presencia de Bach es tan clara que conmueve reconocer cómo el prodigioso Felix se encontraba tan embebido del gran Bach. Un joven bachiano que hizo tanto por el "cantor de Leipzig".
Los movimientos del doble concierto en re menor son: Allegro, Adagio y Allegro Molto. Recuerden que lo hizo a los ¡13 años!. Maravilla¡¡¡
¿Suenan las pasiones? ¿Tienen música los sentimientos? ¿Puedo traducir mis sentimientos en música? Todos hemos hecho este ejercicio. Desmesurado para unos, inútil para otros. Lo cierto es que casi todos hemos caído en la tentación de ponerle música a la vida o las vidas que hemos tenido. Así, los grandes maestros son nuestros mejores amigos, los que nos prestan sus sonidos; nos prestan su corazón y su razón.
Mendelssohn y el amor: Andante con molto tranquillo. Trío N. 1 Op 49.
Franck y la tristeza: Lento con molto sentimento. Quinteto en fa menor
Schubert y la desolación: Andante con moto. Cuarteto N. 14 en re menor "La muerte y la doncella".
Pärt y una visión del paraíso: Para Alina. 1999
Ligeti y una visión del infierno: Kyrie: molto espressivo. Misa Requiem. 1959.
Bach y mi alegría: Allegro. Concierto de Brandenburgo N. 5 en re mayor BWV 1050.
1839. Estamos en la última década de la vida del gran Mendelssohn. La era romántica empieza a llegar a su clímax. Los cuatro grandes (Chopin, Liszt, Schumann y Mendelssohn) de este periodo producen lo mejor de aquella gran época.
2012. Me encantan los tríos. Pienso que poseen la combinación exacta de lo que debe tener la música de cámara. Y pienso que este trío, el N.1 Op 49, de Mendelssohn, se asemeja casi a lo que se espera de la perfección romántica. Que no es la misma que la perfección clásica o barroca. La perfección romántica siente el sentimiento, pero no lo aprisiona. Lo deja fluir sin derramamiento sanguíneo. Hay corazón pero no víscera. La perfección romántica posee altura incluso en su tristeza, incluso en su arrebato. Es la educación sentimental, sin duda.
Hoy 30 de mayo del 2012. 14 y 38 de la tarde. Escucho el trío de Mendelssohn. Me emociono con el Molto allegro ed agitato, su primer y vertiginoso movimiento. Y hago una pausa, la pausa que me sacará de todo cuanto me ata en este instante. Estoy feliz a pesar de las cosas que veo y vivo. Estoy feliz porque amo a la música y ella, sea vestida de blanco, de negro o de azul, me acompaña cogiéndome la mano y diciéndome al oído: estoy contigo, estoy contigo, loco varón de la era que jamás existió.
Molto allegro ed agitato. Trío para piano N. 1 Op 49 en re menor de Felix Mendelssohn
Lo he escrito varias veces. Me encanta la música de Mendelssohn. Se que varias de sus obras, si las comparamos con las de sus contemporáneos, pueden parecer en una primera impresión, composiciones de un valor musical menor. Pero eso es falso. Pocos compositores llegaron a poseer el dominio formal que alcanzó Mendelssohn entre sus coetáneos, sobre todo por la adecuada formación clásica y la esmerada educación humanista que gozó. Además tuvo el talento para desarrollar todas las formas musicales, de modo similar a Mozart. Pero claro, sin el genio solar de éste.
Mendelssohn compuso dos conciertos para piano, muy similares ambos. Han sido poco abordados por el repertorio concertante más habitual si los comparamos a los de sus contemporáneos. Ello podría indicar que son obras menores, si los contrastamos con la maestría del Concierto para violín Op 64, la obertura Hébridas y las sinfonías escocesa e italiana. Sin embargo, pienso que estas estos conciertos todavía no han sido redescubiertos en su real dimensión. Son obras aparentemente sencillas, muy bien orquestadas, que permiten una fácil comprensión. Pero al mismo tiempo, son conciertos que exigen un solista virtuoso, que logre convencernos que estamos ante piezas digeribles a pesar de su evidente exigencia.
De los dos conciertos para piano de Mendelssohn el que más me gusta es el segundo. Escrito en 1837, seis años después - tras su luna de miel - para el festival de Birmingham, se presenta como una obra típica de Mendelssohn: formalmente impecable, uso adecuado de la orquestación (¿hubo otro orquestador tan eficaz como él en su época?, lo dudo) y brillantes. La música de Mendelssohn posee una luz poderosa y visible a kilómetros, sin ser chirriante. Junto a esos elementos propios del universo mendelssonsiano, el deseo de realizar una obra que se destaque de las de sus contemporáneos. Pensemos que todos sus coetáneos más célebres fueron pianistas notables: Chopin, Liszt, Alkan y Schumann, compositores que nos han dejado obras de dimensiones temerarias. De ahí, probablemente, el diseño virtuoso del concierto, que busca realzar el contenido heroico del solista ante la orquesta. Y al mismo tiempo, la necesidad de construir temas que fuesen fácilmente reconocibles. El inicio del allegro apassionato es una muestra de ello.
El concierto para piano N. º2 en re menor Op 40 presenta la siguiente estructura: Allegro appassionato, Adagio. Molto sostenuto y Finale. Presto scherzando. La duración, según las versiones, va desde los 22 a 24 minutos.
Tanto Haydn como Mendelssohn tuvieron su bicentenario. El primero, de muerte; el segundo, de nacimiento. También Purcell, Händel, Spohr, Martinu, Krommer, estuvieron celebrados pero en siglos quebrados. Purcell 350 años de nacimiento (1659), Händel 250 años de muerte (1759), Krommer 250 años de nacimiento (1759), Spohr 150 años de muerte (1859) y Martinu 50 años de muerte (1959). Sin embargo, los reyes de este 2009 fueron Haydn y Mendelssohn ( por los números redondos - 200- los innumerables homenajes).
Hace unos días, durante una conversación, se me hizo esa pregunta que siempre temo pero que me reta contestarla: ¿cuáles son las obras que considero más importantes, sobre todo en el contexto de ambos bicentenarios? No soy muy afecto a elaborar listas, más aun cuando mis preferencias pueden variar en el tiempo por innumerables razones. Sin embargo, elaborarlas me permite seleccionar y, por lo tanto, establecer algún criterio crítico. Asumiendo que este ejercicio es en extremo subjetivo y limitado. Como siempre me digo a mi mismo, no soy más que un melómano; alguien que sólo ha recorrido un par de pasos en el vasto universo de la música académica. Con sinceridad, les confieso que cada día me reconzco más ignorante en cuestiones de música (en realidad, en todo). ¡Hay tanta bella música que una vida no basta para conocerla como debiera hacerse! Ahora comparto este atrevimiento, con las disculpas del caso. Aclaro que en estas listas el lugar sólo es referencial.
Franz Joseph Haydn
1. Oratorio "La Creación"
2. Obra orquestal: Las siete últimas palabras. También la versión de cuarteto de cuerdas
No sufrió, aunque, quién sabe. Tuvo una formación envidiable en todo lo posible. Es decir, todo lo posible a inicios del siglo XIX. Me lo imagino junto a su cultísima madre aprendiendo el ABC de la música. O con su bella y querida hermana, jugando a los personajes mitológicos de su infancia infinita. Pintaba, le gustaba el esgrima y la equitación. Pasaba horas leyendo literatura e historia clásica. Disfrutaba del campo, de la ciudad, de su hogar. Tenía un amigo grande, que por suerte se llamaba Wolfgang Goethe. La vida, su vida, era una experiencia gozosa. Feliz Félix. Feliz música sin nubes oscuras. Perfección que se distancia del dolor. Que no se construye desde él, sino que se hace desde la certeza de que la vida es algo infinitamente bueno.
Y la felicidad que de niño me dada este Felix, se ha mantenido, no se ha movió durante la noche. ¿Cuál felicidad? La de fluir en orden. Donde cada sensación tiene su lugar en el espacio. Donde la pasión se encierra en forma de reconocimiento. Sin tormento, es la música del futuro, de la reconstrucción de la esperanza. El espiritu del relato que surge de la contemplación. Iintroducción y allegro poco agitato de la emblemática "Escocesa" (sinfonía 3), donde la vida adquiere pleno sentido. Andante de esa fiesta que es la "Italiana" (sinfonía 4), para sentir el ir y venir del sueño mayor: la patria cosmopolita. Coro y final de la "Reforma"(sinfonía 5), el homenaje instrumental al artesano mayor (Bach) en el sentido tricentenario de la Reforma.
A esos grandes relatos (hay que volver a ellos), se suma la serie de oberturas que se vinculan a las fuerzas vivas y buenas de la creación. Las Hebridas y Mar en Calma y Viaje Feliz (mi anabasis, mi segunda navegación en términos platónicos). La poesía no deja de fluir. Y vienen las Romanzas sin palabras. Simpleza y esencialidad que cualquiera puede tocar o imaginar tocar. Pero hay más. Hay más luz. El sol sigue dirigiéndose hacia el centro para brillar en todo su esplendor: Concierto para violín en mi mayor Opus 64. Donde la creencia romántica se une la teología clásica. He ahí una de las cumbres del género. Y todavía hay más, más de ese manantial cortes, inteligente y diáfano. El mediodía de la música: Felix Mendelssohn-Bartholdy.
Allegro molto apassionato- Concierto para violín en mi mayor op 64- Felix Mendelssohn. Violín: Anne Sophie Mutter, dirige: Kurt Massur
Cosmopolis, una de mis utopías. Huir de la aldea, de las lindas montañas, hermosas -"únicas"- tierras. ¿Por qué no permanecemos en cosmopolis? ¿Por qué siempre la aldeíta, el villorrio, el terruño? La música también nos libera de eso. Y de la trampa mayor: la identidad nacional. Mendelssohn se abrió a otras naciones, se dejó nutrir de otros referentes. Sin ser mediterráneo compuso una de las sinfonías mejor concebidas: La Sinfonía Italiana. También se dejó arrebatar por el mar del norte. Aspiro el aire del atlántico y sus numerosos signos. De ahí la grandeza de su tercera sinfonía: La Sinfonía Escocesa en la mayor y de la Obertura "Hébridas". ¿Qué melómano no las disfrutado?
En 1829, el joven maestro viaja a Escocia de vacaciones. Durante semanas caminó por los acantilados que limitan con el mar del norte. Los días de frió intenso, las olas golpeando las enormes piedras, el aire gélido, las brumas incesantes. Todo ello motivaba al joven Felix. Fue recién en 1842 en que Mendellsohn pudo concebir su sinfonía. "Esta sinfonía escapa a la medida que yo creía tener", escribió el músico demostrando su incapacidad para plasmar las visiones de su juventud. ¡ 13 años concibiendo una sinfonía!
Todos reconocemos esa sensación entre poética y narrativa de la introducción al primer movimiento: "Había una vez...Erase una vez", se siente en la atmósfera ¡ Qué formidable!. Lenta y solemne discurre hacia un allegro agitato, denso, con las sección de cuerdas en pianissimo. Luego surge un legato íntimo que adquiere calor y vigor. El discurso se expande y desarrolla, acrecentando el ritmo de un corazón que late contemplando su propia utopía. Al final la repetición de bellísimo tema introductorio que nos lleva al segundo movimiento vivace. Y ese adagio prodigioso, en el que la naturaleza entra en comunión con una subjetividad melancólica, sombría, pero al mismo tiempo, libre y aérea. Al final el allegro finale nos lleva a otro registro. Un registro en el que se manifiesta las características multitemáticas de esta sinfonía. No hay un programa unitario, sino una sucesión de impresiones, hechas desde el templo del yo. Bella Escocesa.
Introduccion y allegro un poco agitato- Mendellsohn. Sinfónica de Chicago dirigida por G. Solti (simplemente grandiosa)