Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 25 de agosto de 2014

Julio Ramón Ribeyro y la música



Hace dos décadas murió el entrañable Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), responsable de innumerables vocaciones literarias (algunas logradas, otras truncas) y de adicciones cigarreras. Releyendo su diario íntimo, La Tentación del Fracaso, nos encontramos con el escritor amante de la gran música, capaz de observaciones agudas e interesantes que demostraban un conocimiento y  un sentimiento que no es común en los escritores peruanos de estas últimas décadas. Por ejemplo, cuando Ribeyro logra sintetizar gran parte de la estética mozartiana con una consistencia que sólo es posible si se conoce bien el lenguaje musical y la historia que evidencia. 

Así, el 27 de Octubre de 1878, Ribeyro escribió lo siguiente en su diario personal: 

Los meses que llevo escuchando música barroca me han permitido regresar a Mozart con un oído nuevo y una adoración renovada. Redescubro en él una profundidad y un arte inventivo que antes percibía superficialmente. La música instrumental barroca sólo tenía dos vías para salir de su virtuosidad y su monotonía: el fortalecimiento orquestal, que dio origen a la sinfonía romántica (Beethoven, Brahms, Schumann, Tchailowsky, etc.) o la simplificación del elenco sonoro, de donde sale la música de cámara mozartiana. A Mozart le bastan cuatro o cinco instrumentos para construir toda una arquitectura musical extremadamente compleja, cuya genialidad consiste en  obtener brillo en la austeridad.  

Y como  Mozart  fue, al parecer, el compositor que llegó a significar más en su educación sensorial ,(también lo fueron Bach, Vivaldi, Chopin, entre otros) escucharemos a Mozart mientras seguimos leyendo La Tentación del Fracaso y pensamos en tono interrogativo ¿cuándo los escritores peruanos dejaron de escuchar "música"?

Quinteto para clarinete y cuerdas en la mayor KV 581. Clasicismo en su serena expresión.

lunes, 18 de agosto de 2014

Trío para piano de Tchaikovsky



Hacia 1882, Tchaikovsky se encontraba en Italia ofreciendo una serie de conciertos. En el mismo año, Nadezhda von Meck, mecenas el compositor ruso, había conocido al Claude Debussy, proponiéndole ir a Rusia por un tiempo. El modo cómo el joven Debussy tocaba el piano, indujo a Nadezhda von Meck pedirle a Tchaikovsky un trío para piano. Este se negó en un primer momento, pues consideraba que la forma de cámara era indigna para el piano; no le gustaba el modo cómo el violonchelo, el piano y el violín, interactuaban armónicamente. Finalmente, Nadezhda logró imponerse a los deseos del músico. 

Estando en Florencia, Tchaikovsky empezó la composición de su único trío, dedicado a su amigo,  músico ruso Nicolai Rubistein. El título que le puso a esta composición fue: "A la memoria de un gran artista". La obra esta dividida estructuralmente del siguiente modo. Un primer movimiento: Pezzo elegiaco. Moderato assai-allegro assai (la menor). Un segundo movimiento: Tema con variazione. Andante con moto, conformado por once variaciones y una coda final. 

Como en toda la música de Tchaikovsky, la melodía marca el sentido de toda la obra. Y resulta sorprendente que el gran músico ruso haya elaborado esta composición ha disgusto, pues, como notarán (quienes no conocen el trío), esta obra posee niveles impresionantes de inspiración. Puede ser considerado uno de los grandes tríos de fines del siglo XIX, sin duda. 

Trío para piano en la menor op 50 de P. I, Tchaikovsky. 

viernes, 8 de agosto de 2014

Borges le canta a Brahms

Bastón y manos de Borges.


¿Qué hubiera pensado el gran músico alemán sobre el poema que le hizo nuestro entrañable Jorge Luis Borges? En "La Moneda de Hierro" (1975), Borges le dedicó un hermoso poema al gran Brahms. Creo que no hay mejor manera de volver a escribir en Melomanía que brindarles este hermoso texto de un gigante a otro gigante. 

A Johannes Brahms

Yo que soy un intruso en los jardines
que has prodigado a la plural memoria
del porvenir, quise cantar la gloria
que hacia el azul erigen tus violines.
He desistido ahora, para honrarte
no basta esa miseria que la gente
suele apodar con vacuidad el arte.
Soy un cobarde. Soy un triste. Nada
podrá justificar esa osadía
de cantar la magnífica alegría
¬fuego y cristal¬ de tu alma enamorada.
Mi servidumbre es la palabra impura,
vástago de un concepto y de un sonido;
ni símbolo, ni espejo, ni gemido,
tuyo es el río que huye y que perdura.