Melancolía I Alberto Durero |
Hay obras humanas que sobrecogen, de artistas que concibieron sus obras desde alturas temerarias. Melancolía I de Alberto Durero es una de esas creaciones que siempre están diciendo cosas grandes, cosas que muchos balbuceamos en medio de nuestra evidente mediocridad. Largamente he admirado este grabado de Durero. Y aun habiendo leído sobre él todo lo que está a mi alcance, siempre hay algo que me resulta profundamente conmovedor: el desgano de Saturno, dios del tiempo, ante la impotencia del tiempo; violencia del devenir que se presenta como devastación inexorable. De nada sirven los instrumentos técnicos, de nada la sabiduría instrumental, de nada la presencia del amor, todo se diluye ante el tiempo que discurre. Que el tiempo pasa, quizás la única certeza.
Sin embargo, a pesar de la melancolía reflexiva y el desengaño ante la imposibilidad real de dominar la realidad, hay una forma de dominar al tiempo. Es subirse a él haciéndolo música. Pues la música se construye desde el fundamento temporal del fluir melódico y armónico. Se acepta su fin pero otorgándole sentido en ese presente que se manifiesta siempre en devenir. Por eso la música es esperanza a pesar de que el tiempo la arrastre, pues en el continuo unitario de su fluir intuimos la presencia de la unidad.
Hoy quiero pensar que el tiempo trae cosas nuevas. Que como ocurre en la música tras la disolución de una nota, surge otra que eleve mi espíritu hacia la esperanza. Creer que a pesar de lo que ocurre con dolor, con desgano, la maravillosa experiencia temporal de la vida brindará una melodía feliz que nos libere después de atravesar el fuego del desencanto. La música es misteriosa forma del tiempo, porque es el triunfo sobre el tiempo.
Adagio del concierto para violín y oboe en do menor BWV 1060 de J. S. Bach. Esperanza que vence al tiempo y al desengaño.
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