Estoy leyendo varias cosas sobre Mozart en simultáneo. Además, gracias a la universidad donde laboro, he podido acceder a la totalidad de la obra del Amadeus de Salzburgo. Para este largo fin de semana he seleccionado los primeros cuartetos para flauta, los primeros conciertos para piano y algo de música sacra de las primeros tiempos. Me percato que ninguna obra excede el KV 150. Es decir, son composiciones que transitan entre el barroco tardío y los primeros acercamientos al clacisismo. Mozart juvenil. Pero no por ello trivial. Porque nada de lo que hizo este regalo de Dios fue trivial, nimio e insulso. Incluso, las obras que se pueden considerar menores -porque las hay-,tienen el sello, la marca, el estigma del talento puro. !Qué ser humano tan talentoso¡. Han pasado casi docientos veinte años de su muerte y siempre deslumbra, emociona, eleva. Mozart es un océano inagotable de sabiduría musical. Los problemas estéticos que se planteó resolver siguen siendo asombrosos. Sólo Bach y Beethoven y, en menor medida Brahms y Debussy, llegaron a ese nivel problematización formal. No de destrucción que se esconde en creación. Sino de acción creadora fundada en la tradición y en la relación tencional con ésta. Mozart abarcó con las misma soltura todos los géneros existentes en su época. Exploró todo lo que podía explorar una de las mentes más geniales del siglo XVIII. El siglo de Kant que, como la obra de Kant, no se reduce a "las luces". Con ello no estoy comparando a Mozart con Kant. Los lenguajes de la filosofía y de la música, aun cuando poseen similar belleza formal- pues existen bellas teorías- son distintos.
Pensaba escribir sobre Mozart y sus finanzas. Y ya ven, produje un panegírico que, en lo personal, siempre trato de evitar. No me agrada verme rebalzado por mis emociones. Al menos cuando escribo sobre alguien tan valorado y querido. Pues se corre el riesgo de ser torpemente recurrente. Caer en el costal de las frases hechas. Si esto ha ocurrido, doy mis disculpas de antemano. Les decía que este texto es sobre las finanzas de Mozart. Tema que ha sido abordado en innumerables oportunidades. Sobre todo a raiz del fallido film de Milos Forman "Amadeus" (1984), en que se muestra sin mayores elementos la miseria en la muere el maestro. Muerte que construye una heroicidad peudoromántica que nisiquiera Pushkin se atrevió a plantear en su obra "Mozart y Salieri". La imagen trillada del bufon genial que muere pobre, solo e incomprendido por su sociedad.
Es cierto que Mozart tenía actitudes infantiles, como bien cuenta su hermana Nannerl. ¿Pero que hombre de menor de 35 años (edad de la muerte de Mozart) no tiene todavía algunas conductas inmaduras? Era de esperar que un joven de 17, 23, 30, tuviese determinadas actitudes de niño e incluso irresponsables. Mozart recibió muchísimo amor de familia. Era tratado como lo que era: alguien especialmente dotado. Quizá algo engreido por ello. Este hombre genial murió cuando recién la mayoría de varones "sentamos cabeza". Pero de tener algunas conductas inmaduras y cometer algunas irresponsabilidades a ser bufon, existe una gran distancia.
La final pobreza de Mozart tiene explicaciones reales y no hay una teoría conspirativa mayor detrás de ella. Mozart decidió emanciparse de su Señor, el Arzobispo Jerónimo de Colloredo-Mannsfeld de Salzburgo, en 1778, a los 22 años. Desde ahí trató de hacerse un camino propio en Viena, la capital del imperio y capital musical de Europa por excelencia. En ella vivían muchísimos compositores que competían entre si. Sin duda Mozart tuvo el favor de la nobleza y del público educado de Viena. La decisión de vivir como un hombre libre, ciertamente le trajo consecuencias. Sin embargo, el problema mayor vino de la salud precaria de su esposa Constanze Weber y de las actitudes de ésta. Casado en 1782, a la edad de 26 años, Mozart tuvo que convivir con una mujer que no tenía muy en claro con quién estaba casada. Proveniente de una burguesía mediana, la joven Constanze exigía al marido un nivel de vida que un hombre joven, emancipado del señorío, no podía ofrecer. Además, las dificultades de los frecuentes embarazos de Constanze, diez entre 1783 y 1791, generaban gastos extras que el "hombre libre" Mozart tenía que solventar. Constanze se hallaba frecuentemente en cama, ante los peligros de aborto. La necesidad de servidumbre era fundamental pues Mozart debía producir. Pero ésta, la servidumbre, era propia de la nobleza y de la burguesía establecida. Y los Mozart, no lo eran. De ahi que Mozart, probablemente, halla tenido que realizar, por temporadas, labores domésticas. Quizá esto colaboró en la impuntualidad de algunos encargos. Y la necesidad de médicos (los mayores enemigos de la salud en el siglo XVIII) y de sirvientes, le obligaron a endeudarse con frecuencia. En suma, Mozart sufrió lo que cualquier pequeño burgués de su época sufría.
De los diez embarazos de Constanze, nacieron siete niños, de los cuales murieron seis antes del primer año. Sólo dos pequeños sobrevivieron al padre, el segundo y el último: Karl Thomas y Franz Xaver. Pero esto era frecuente en aquellos tiempos. Sin embargo, la impotencia debe haber sido una experiencia constante en la vida de los últimos años de Mozart. La inconciencia de su mujer, los gastos en medicos y medicinas inútiles, el pago de servidumbre, las muertes frecuentes de sus hijos, fueron minando la salud del propio Mozart. Tal situación de precupación constante y estrés debilitaron más su cuerpo. De ahí que sus gastos se hallan múltiplicado más allá de sus posibilidades. A esto hay que añadir cuestiones generales. La revolución francesa de 1789 había generado una ola de temor en Europa. Las inversiones disminuyeron y el Imperio de los Austria, optó por disminuir los gastos culturales en beneficio de las armas. Además las tensiones en la frontera con el Imperio Otomano resintieron más las rentas reales. Entre 1790-91, hubo una recesión económica en Austria y Viena, la capital, se vió afectada por la misma.
Menores encargos y necesidades crecientes, hicieron que Mozart se endeude más allá de cualquier límite. Las cartas de Puchberg, su amigo comerciante, son terriblemente esclarecedoras. A Puchberg, su prestamista, le confió sus mayores temores. "Soy muy desgraciado-siempre entre el miedo y la esperanza" (carta a Puchberg, 17 de julio 1789). "Queridísimo hermano. Su sincera amistad y su cariño fraternal me hacen tan atrevido que me permito pedirle un favor..Todavía le debo 8 ducados. Además que no estoy en condiciones de devolvérselo, mi confianza hacia usted va tan lejos que me atrevo a pedirle que, hasta la próxima semana en que empiezan mis audiciones en el casino, me socorra con 100 gulden" (carta a Puchberg 1 de junio de 1789). " Si usted tuviera la deferencia de ayudarme con 1000 ó 2000 gulden durante uno o dos años con intereses justos me auxiliaría en el campo y en arado. Usted encontrará ciertamente que dificil, si no imposible, vivir cuando hay que esperar de ingreso a ingreso. Cuando no se tienen reservas, no es posible arreglárselas bien. Con nada no se hace nada" (carta a Puchberg diciembre de 1790). Curiosamente Puchberg no intentó cobrar las deudas de Mozart después de su muerte. Lo que habla de la amistad entre ambos. Sin embargo, hay que añadir que el dinero prestado servía para pagar otras deudas: a médicos, sirvientas, alquiler de departamentos, etc.
¿Hubo irresponsabilidad en sus endeudamientos? Probablemente en algunos casos. Como el que cuenta a su hermana Nannerl en una carta de enero de 1791. Con un dinero extra se fue con unos amigos a una taberna hasta el amanecer. Sin justificar esta actitud, trato de comprender a este joven ser humano, ahogado por una situación muy precaria. Quizá un momento de desfogue a un estrés que estaba mantando su salud. ¿Fue la pobreza la causa de su muerte? Fue una pobreza que se empezó a construir el día en que decidió marcharse de Salzburgo y que, lamentablemente, se fue incentivando en la medida que un conjunto de hechos personales y generales se sumaron de forma trágica. ¿Se evidencia esto en su música? No. Ni el Requiem se percibe esta situación. Aun cuando en una carta a Constanze -que se hallaba en Salzburgo en su casa materna -escrita en septiembre de 1791 le dice: "estoy escribiendo este Requiem para mi". En la pobreza final de Mozart no se observa ni bohemia, ni malditismo decimonónico. Es una situación concreta, real y visible. Para nada transfigurada. Pobreza descarnada.
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