Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Más Adorno sobre Mahler

Sobre el célebre adagietto de la Quinta sinfonía, Adorno da un jucio perturbador y duro:

"...Cuando éste (Mahler) en su juventud, se propone escribir composiciones agradables, en un austriaco sin roturas, como lo hace en el andante de la Segunda, se acerca a lo complaciente; y más tarde, en el adagietto de la Quinta, se aproxima a un sentimentalismo culinario...El adagietto de la Quinta, a pesar de su significativa concepción como pieza singular dentro del conjunto, esta a un paso, por su sonoridad zalamera, a la pieza de género..."( Mahler, una fisiognómica musical)

Resulta curioso aquello de "sentimentalismo culinario". Quizás un mediterráneo como Visconti, alejado de ciertas densidades francfortianas, supo recuperar la extraña perturbación del más conocido de los movimientos mahlerianos en su Muerte en Venecia. Pienso que Adorno se equivoca (lo siento, pero incluso Theodore Adorno también se puede equivocar). Creo que el adagietto no es una pieza que se reduce a la zalamería. Considero que este movimiento es el respiro necesario ante el absoluto scherzo que lo antecede y conduce, en línea sabia, al rondo-finale trágico, agónico y épico. Además porque el adagietto, posee un tema inspirado, bello y de una sencillez tan cálida como conmovedora. También una orquestación diáfana y abierta a múltiples interpretaciones. Para mi, es como bucear en el fondo de un mar insondable. Mi primer amor Mahleriano, hace tantos años. Quizás mis gustos son "culinarios y sentimentales". Salud por eso.


Zubin Mehta dirige a la Orquesta Nueva Filarmonía: Mahler, Sinfonía 5 -Adagietto

1 comentario:

Mauricio Amar Díaz dijo...

Me parece, al igual que a tí, que Adorno se equivoca en esta apreciación. Como bien planteas, el adagietto es un respiro a la totalidad de la quinta sinfonía, y, por lo demás, es fenomenal.