Aun cuando viviese ochenta o cien años, jamás alcanzaré ese hito. Es decir, ninguno de mi logros personales, siquiera se acercarán al punto más bajo - si lo hay- de esa luz inacabada, de esa intensidad que no cesa. ¿Qué hacía yo a los diecisiete años? Nada digno de contar. ¿Qué hacía Mozart a los diecisiete años? La sinfonía N. º 25 en sol menor KV 183. La evidencia es tan clara. La distancia entre un simple humano - con pequeña sensibilidad y mínima inteligencia - y el esplendor de un genio mayor. Nada soy ante esa luz que, como decía, no cesa.
Cuando Mozart compuso la sinfonía 25 todavía se encontraba en Salzburgo, bajo en tutelaje paterno y el señorío del Arzobispo Colleredo. Mucho se ha especulado sobre la naturaleza turbada de esta sinfonía. En el límite del clasicismo y cierta sensibilidad aun inexplorada. Hay, al parecer, mucho de autobiográfico. Sin embargo, eso es difícil de entrever. Pues en Mozart lo insondable (como bien decía Popper) es propio de su carácter musical. Con todo el Sturm und Drang neoclásico y prerrormántico tiene una manifestación notable e identificable desde esta orilla del océano cósmico. Pensar que la sinfonía 40 KV 550, también en sol menor, posee la misma dimensión astral, inmensa, de visiones intransferibles.
Los movimientos de la sinfonía N. º 25 en sol menor KV 183, son los siguientes: Allegro con brio, Andante. Minuetto y Allegro.
Allegro con Brio. Sinfonía N. º 25 en sol menor KV 183.
Andante. Sinfonía N. 25 en sol menor KV 183
Minuetto. Sinfonía n.º 25 en sol menor KV 183
Allegro. Sinfonía n. º 25 en sol menor KV 183. La cima de esta sinfonía. Impresionante. Qué madurez formal, qué profundidad de existencia en un adolescente cósmico.
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