Danae, del gran Rembarndt, sufrió el ataque de un alucinado el 15 de junio de 1985. En pocos segundos, hizo un tajo sobre el lienzo de 12 centímetros de largo y roció sobre la pintura ácido en una superficie que abarcó la tercera parte. El Museo del Hermitage, en aquellos tiempos soviéticos, fue obligado a restaurar la obra en menos de un año; para demostrar la "superioridad restauradora del socialismo". Los restauradores tuvieron que ingeniárselas para realizar tamaña epopeya en menos de doce meses. Sin embargo, debieron admitir que prácticamente la restauración absoluta era imposible. Por ello, se limitaron a realizar algunos retoques donde el ácido había corroído la pintura.
Estos días leo a Simon Schama (Lóndres, 1945), historiador del arte y de la cultura, crítico de arte del The New Yorker y de la BBC . Ese ámbito anglosajón que posee la mejor crítica de arte del mundo, especializada, seria, erudita y, al mismo tiempo, corrosiva e ingeniosa. Crítica que no fue contaminada por los vicios heideggerianos y imposibilidad postestructural. Schema es de esos críticos que sin renunciar a la rigurosidad, poseen poesía y amplitud de palabra. Justamente Schema en El Desnudo de Rembrandt, un ensayo incluido en Confesiones y Encargos. Ensayos de Arte (2002), escribe lo siguiente sobre Danae de Rembrandt:
Lo que obviamente fascinaba a Rembrandt, al contrario que el resto de los artistas barrocos, era el casi desnudo, el imperfecto proceso de conversión por el que los modelos vivos eran transformados en figuras mitológicas o bíblicas. Todos lo libros formativos de dibujo de figuras proponían, como hizo Rubens, el estudio de la escultura antigua como prologómeno. Pero, en algún momento, para Rembrandt al menos, la observación de las piedras debía ser reemplazada por la observación de la carne. Y descubrió que la observación de las orondas y arrugadas mujeres mantenía su atención a un nivel tal que podrían "no" controlar completamente su transformación en Dianas o Venus. Esta relajación de los límites del decoro pictórico, la separación entre la fantasía dentro de la pintura y la realidad fuera de ésta, ocupó un lugar central en todo lo que hizo Rembrandt, y, esto suscitó preguntas provocadoras: ¿Es ella una diosa o una muchacha sin ropa? ¿Es un desnudo o está desnuda? ¿Pertenece a los tiempos o pertenece a mi ?
La cercanía de la Danae de Rembrandt , el abajamiento de su condición divina, se transforma en una elevación de su condición humana. La pregunta con la que termina el párrafo citado " ¿Pertenece a los tiempos o pertenece a mi?", es de una profundidad escalofriante. El objeto idealizado por la tradición y desde la tradición se muestra en una cercanía en la que ha sido despojada toda mediación cultual. Aquella Danae, en Rembrandt, es una mujer cercana y asible. Se llega a la mujer arquitípica no desde la construcción intelectual, sino viendo la cosa e introduciéndonos en ella. Se escarba en lo real, para asir lo esencial. Schema habla de los atributos que se evidencian en Rembrandt: "Un diseccionador compulsivo, ansioso por abrir el envoltorio de las cosas y las personas, por hacer salir el contenido del interior del paquete. Le gustaba jugar con las profundas discrepancias entre lo exterior y lo interior, entre la corteza frágil y el núcleo vulnerable". Es en esa dimensión donde el arte adquiere finalmente proyección universal. El objeto singular que se torna en universal por su propia concreción. Se llega al meollo de las cosas porque se ha desgajado los artificios, a veces necesarios, otras veces innecesarios, que envuelven al objeto. La verdad desnuda de lo real, en esplendor de la verdad.
Traducir en música aquel logro pictórico es tarea imposible. Sin embargo, si Bach, Mozart y Beethoven son lo más grandes músicos es porque lograron penetrar en los misterios del objeto sonoro como ningún otro compositor. Música desnuda, tiempo fluido que se evidencia por si mismo. Gran pintura, gran música.
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