Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La visibilidad de lo invisible

La última vez escribí motivado por Schama sobre Rembrandt. Acaso porque tengo el deseo de volver a mirar la pintura con otros ojos. Este blog es de música. Y mientras dure lo seguirá siendo. Pero a veces, como ocurre con todo medio humano, la forma (ya sea el sonido, la imagen, el volumen, el espacio, el movimiento) se torna limitada. Por ello,  nuestras experiencias estéticas necesitan de otro soporte de disfrute o de vuelo. Es decir, la música llega a donde no llega la imagen. Pero también la imagen puede llegar ahí donde el sonido no despega. Sin embargo, el deseo del vuelo, el despegue hacia la evocación ilimitada siempre se mantiene, ya sea desde la imagen o desde el sonido. Ya sea desde el espacio o desde la palabra. Pero fuera como fuere, se trata de arte. Y es el arte, el bendito arte, el que logra surtirnos de experiencias evocadoras. Es lo material, transformado en inmaterial. Una puerta o puente hecho de formas que nos introducen al mundo informe. La visibilidad de lo invisible. 

Lo que vemos, percibimos, nos conduce a algo más que no es ya el objeto de percepción. Ese "algo más" es  una red de infinitudes impalpables.  Lo curioso es que ello es posible porque dentro de nosotros esta presente una vida, un devenir construido de experiencias que se potencian cuando entramos en contacto con la obra. La acuarela de Durero "Das große Rasenstück", "Gran pieza de césped", pintada en 1503, es un ejemplo magistral de estudio de la naturaleza al modo realista. Pero observada desde la perspectiva del pintor, es una invitación a contemplar algo tan sencillo y simple como un "diente de león" y hojas de "llantén". Reconocer en la sencillez la belleza de las formas más humildes. A larga, si la imaginación muestra salud y el deseo del vuelo es grande, podemos incluso ubicar una escala teológica en la bella acuarela de Durero.


Alcanzar el umbral de lo invisible desde una pintura pareciese ser un ejercicio más sencillo. No lo creo. Pienso que es muy difícil. Pues quien ve no es el ojo, sino el cerebro y el yo que éste cobija. Y esa conciencia debe estar predispuesta a la "mirada" aérea que surge desde nuestra vida.  La contemplación de una obra esta expuesta a la totalidad de mi mismo. No comprende sólo a los ojos y al bello sistema neurológico. 

En el caso de la música, se presenta la misma dificultad, pero bajo formatos diferentes. Es evidente que el efecto sensorial de la música suele ser más rápido. La reacción de alegría, tristeza, movimiento, se da de modo casi inmediato. Lo que ocurre con la música popular es una demostración clara. Sin embargo, lo que podemos vislumbrar a partir de la experiencia material del sonido corresponde a la instancia inmaterial. Y tiene que ver con la riqueza del sonido, con la profundidad que ha sido forjado. Pues el sonido es trabajado con la misma acuciosidad que la imagen. Envuelto en deseos mayores y búsquedas que no son del todo comprendidas. Esa riqueza no se confunde con el mero ornamento vacuo. Puede ser una línea o dos, entrecruzadas desde la sabiduría armónica más simple. Y todo ello conducirnos a la infinitud, a las subdivisiones de lo invisible. 

Adagio del cuarteto para cuerdas y oboe en fa mayor KV 370 de W. A. Mozart. Simple y de una profundidad sobrecogedora. Compuesto en Munich en enero de 1781. Intuyamos lo invisible desde este oboe elevado hacia la luz. 

2 comentarios:

Euterpe dijo...

Saludos y feliz día de Santa Cecilia, aunque nada tuviera que v er esta señora con la música...
Les dejo un enlace a mi blog musical, espero que les interese.
Gracias.

Ricardo Falla Carrillo dijo...

Gracias doña Euterpe.