Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

martes, 29 de enero de 2008

A partir del "Kegelstatt" K.498

Para mi esta entre los mejores trios compuestos. Tres movimientos certeros. El andante inolvidable desde la primera vez. El menuett, acariciable en todas las mañanas del mundo. Y el allegro, sencillo y "sin una nota de más". Las veces que he contemplado esta pieza de Mozart son incontables. Pero hay una que se me viene a la mente en este momento. La llevaba en el MP4 mientras me desplazaba de un lugar a otro de la ciudad. El bullicio de los bárbaros amenazaba con transformar este breve transito en un viaje poco agradable. Mi habitual tolerancia hacia el lado primate de la especie no aparecía por razones que desconozco. Así, mientras el ritmo repetitivo y lastimosamente empobrecedor inundaba mis oídos, elevé el volumen del aparato salvador y, poco a poco, los estruendos salvajes fueron vencidos por el andante del "Kegelstatt". Asumí ese instante como una confrontación entre las fuerzas de la barbarie y la civilización, incluso entre el bien y el mal. Como considero que los relativismos estéticos -tan apreciados por los antropólogos y sociólogos- son peligrosamente banales, mi victoria sirvió para demostrarme, una vez más, que sí existe música superior y arte superior. Sólo bastan unas notas de gran música para enmudecer a las cajas de ritmo, a la percusión sin cromatismo, a las letras pobres, tristes y sin imaginación. Al terminar mi viaje, el menuett realizaba su labor liberadora y mi mente salía airosa de la batalla. A partir de ese día, cuando tengo que realizar un transito relativamente largo, siempre llevo en mi MP4 algo de "MI MUSICA", algo que sirva de defensa si la amenaza sónica de los bárbaros se presenta de nuevo.



Aquí el primer movimiento del "Kegelstatt".
Esta obra fue completaba en 1786. Fue compuesta para la familia Jacquin, especialmente para la discípula de Mozart Franziska Jacquin. Su nombre alude, probablemente, a un juego que Mozart y Franziska realizaban entre las lecciones: el juego de los palillos de madera, muy popular por ese entonces.



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