Ah, Le nozze di Fígaro. Obra mayor donde la compasión y el perdón envueltos en inteligente comedia nos deleita y ennoblece. Pues ahí radica la genialidad y grandeza de Mozart. Al mismo tiempo nos complace y nos conmueve. Es la idea de occidente: la belleza.
En el acto IV, décima escena, Susana entre los árboles, la noche y las sombras canta lo que es una de las demostraciones más exquisitas del milagro Mozart: el recitativo Giunse alfin il momento y el aria Deh, vieni, non tardar. Cuánto amor se escucha aquí gracias al libreto soberbio de Lorenzo da Ponte, amigo privilegiado de Wolfgang.
Llegó al fin el momento
en que gozaré sin inquietud
en brazos de mi ídolo. ¡Tímidos desvelos!,
¡salid de mi pecho!,
no vengáis a turbar mi deleite.
¡Oh, cómo parece que al amoroso ardor,
la amenidad del lugar
la tierra y el cielo respondan!
¡Cómo secunda la noche mis secretos!
¡Ah, ven, no tardes, oh bien mío!
¡Ven a donde el amor para gozar te llama!,
mientras luzca en el cielo la antorcha,
y el aire esté sombrío, y el mundo calle.
Aquí murmura el arroyo, aquí bromea el aura
que con dulce susurro el corazón conforta.
Aquí ríen las flores y la hierba es fresca,
aquí todo invita a los placeres del amor.
Ven, bien mío, entre estas plantas ocultas,
te quiero coronar la frente de rosas.
Canta: La gran Lucia Popp. Dirige: George Solti.
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