Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Otra vez mi música..


Todo pasa. Transcurre. No somos los mismos, tampoco el río que nos baña. Fluye lo real con sus entes y las cosas se transforman de modo incesante. Nada de lo que fue vuelve a ser. Todo es vida y muerte. Nada escapa al devenir, ni siquiera la aparente quietud de una ánfora griega. Tampoco la sosegada conciencia de la finitud. Por eso todo se nos va de las manos, personas y cosas. También nosotros nos vamos o nos vamos yendo de a pocos. Porque cada vida de nuestras vidas es eso. Una vida tras una breve muerte. ¿Cómo abrazar la constancia? No hay forma real. Sino, sólo desde la ilusión. La ilusión que se contempla desde la obra de arte. La permanencia por acercarse a esa plenitud del tiempo sin tiempo. 

Ahí está otra vez mi música. Mi experiencia de humano. Está ahí desde la Cuatro Estaciones de Vivaldi, desde la Quinta de Beethoven, desde la Toccata y Fuga de Bach. Esta ahí, idéntica desde que la recuerdo junto a mi vida. Todo se puede ir, morir, trasmutar. Pero mi música está como mi amiga más cercana, mi afecto más encumbrado,  la devoción íntima que sólo yo puedo comprender. Y por eso la música siempre me ha elevado sobre la mediocridad de la mayoría, sobre el facilidad del resto, sobre los lugares comunes de los comunes. 

Esta tarde necesito de mi música. Felizmente viene hacia mi. Me arropa, me acompaña, me emociona, me habla, me persigue, me escucha. Sí, porque mi música me escucha. Porque yo hablo con mi música. 41 años andamos juntos y sé, con una certeza escalofriante, que sólo ella está. 

Un día de música hace mucho

Tengo 16 años y estoy a oscuras escuchando la radio sólo en casa. Llegamos al Allegretto de la Séptima sinfonía en La Mayor de Beethoven. Empieza a sonar, el tiempo es creciente y obsesivo. Se recapitula el tema de modo dramático. No puedo presagiar lo que ha de venir. Cuando voy entrando a la locura de este movimiento, siento cómo se agita y se agiganta ante mi mente toda la realidad. Es la experiencia de la unidad en las partes. Viajo por el cosmos desde mis 15 metros cuadrados de soledad y puedo por fin entrever la infinitud. Estoy salvado. 

Allegretto de la séptima sinfonía en La Mayor Op 92 de Beethoven. Carlos Kleiber brinda a la humanidad una versión soberbia. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

El gozo de encontrar lo intangible. Aquello que nada ni nadie puede arrebatar; en realidad, la forma más alta y libre de la riqueza.