En pintura la cuestión es evidente. El efecto de la luz sobre los objetos. La luz que - indefinidademente- modifica la percepción lo contemplado. Pero esa luz no es luz a secas. También sufre la presencia de otras cosas. Así la luz y las cosas se unen. Nada de lo visto vuelve a ser igual. Impresiones que varían de un instante a otro instante.
En la música la cuestión no es tan evidente. Habría que imaginar el efecto de la luz sobre el sonido. Si esto es posible, deberíamos quedarnos, ante todo, con el color del sonido. Para ello, tendría que abstraer el sonido puro y exponerlo a la luz. ¿Cuál sería el efecto? En primer lugar, melodías menos ensambladas, frases espaciadas que se evidencien por si mismas. Pero como es música, las frases musicales tendrían que ser ubicadas unas sobre otras; como mantos sonoros definidos, capas de timbres que se anuncian solas. Con ello, la música es otra. Pero no es evidente su conceptualización.
Hoy por fin empezé a entender por qué Debussy hizo lo que hizo. Qué inteligente solución a la obturación postromántica. Qué lejos llegó Debussy y qué cerca todavía naufragamos sobre él.
Claude Debussy: Preludes. La fille aux cheveux de line
Arturo Benedetti Michelangeli
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