La cima no existe, pero se vislumbra. Ha sido posible porque se ha caminado sobre el esfuerzo de otros gigantes. Tres movimientos, casi perfectos. Afectos y efectos se movilizan al infinito. Brahms hizo "la sonata" para violonchelo y piano. Tres movimientos: Allegro non troppo, Allegretto quasi Menuetto y Allegro (el espíritu de Bach omnipresente). La cima no existe, pero se vislumbra....
Pensaba escribir algo más, pero me reservo el derecho al silencio ante el monumento brahmsiano. De algún modo, Borges escribió lo que percibo con esta obra. Sirva de homenaje a dos seres humanos que reivindican al "polvo enamorado", "al carbono que piensa".
Everness
Sólo una cosa no hay. Es el olvido
Dios que salva el metal salva escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.
Ya todo esta. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que ira dejando todavía.
y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores
y las puertas se cierra tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores
Sonata para violonchelo y piano 1 en mi menor Op 38 de Johannes Brahms. Piano: Rudolph Serkin. Violonchelo: Mitislav Rostropovich
La pretensión de abarcar todo. Un poema que sea la suma del devenir integral de un pueblo en su espacio natural. Mi Patria de Bedrich Smetana es eso. Sin embargo, el “gran relato” cultural y geográfico de “Ma Vlast” esta constituido por unidades que, aun cuando conforman un todo, poseen autonomía propia. El más célebre de estas unidades sinfónicas es el Vlatva (Moldava), el viaje del río emblemático por todo el territorio. Admirable obra programática que ha eclipsado el resto del ciclo sinfónico. “Ma Vlast” es una obra maestra, caracteriza el nacionalismo romántico sinfónico, nutriéndose de lo popular y lo local. Es una lástima que Vlatva haya ocultado a varias de las páginas magistrales de Mi Patria, tan bellas como la más famosa.
De los bosques y prados de Bohemia(Z českých luhů a hájů), es uno de los poemas sinfónicos que conforman Mi Patria. Este formidable himno a la naturaleza checa fue estrenado en 1876. Cada parte nos evoca algún espacio natural: el calor intenso de un día soleado, el claro oscuro del bosque, el canto de los pájaros, la danzas populares de los campesinos, etc. La vida sencilla y buena en su plenitud y magnitud. ¡Qué gran obra!
Los bosques y prados de Bohemia. Mi Patría. Bedrich Smetana. Dirige: Rafael Kubelik.
Antes de la locura final, Eusebius hace su última aparición, pues Florestán acecha triunfante. El instante previo a la locura terminal es de última iluminación. La tensión entre el dominio y el desenfreno se hace más evidente."Más que un hombre he sido un campo de batalla"- escribía Nietzsche a Gasti en una célebre carta. Algo así se evidencia en el último tramo de Schumann. Batalla, conflicto; el ethos de la última iluminación antes de la pérdida del juicio, del sentido, de la ubicación.
Estamos delante del concierto para violonchelo en La menor Op 129, la última muestra de lucidez sufriente del gran compositor. Los tres movimientos se siguen sin pausa. El resultado, libertad en la continuidad de los cuadros. Cada uno en su propio vértigo y exigencia. Para entenderlo hay que habitar poéticamente, aprender a estar más tiempo que lo habitual luchando contra lo efímero. Tanto que descubrir en esta obra genial y agónica. ¿Podemos escribir algo más? No lo creo. Cuando la locura es grande, es de temer.
Concierto para violonchelo y orquesta en La menor Op 129 de Robert Schumann. Movimientos: Allegro ( Nicht zu schnell), Adagio (Langsam) y Finale (Sehr lebhaft. Violonchelo: Mstislav Rostropovich. Dirige: "Lenny" Berstein. Versión histórica.
Primero. 1809. Napoleón ataca Viena. El mecenas de Beethoven, el archiduque Rodolfo tiene que salir de la ciudad. El compositor escribe una sonata con el enigmático nombre "Les adiuex". No se sabe si el maestro se refirió a la despedida del noble austriaco o si se refiere a la despedida gregaria que significa en francés. O quizás a un mal uso del término por parte del maestro. Pero más allá de estas imprecisiones, la sonata para piano número 26 en si bemol mayor Op 81 es una pieza de naturaleza programática al modo de su sinfonía Pastoral. Los movimientos son nombrados a partir de lo que el compositor intenta describir musicalmente. La estructura es la siguiente:
1. Das Lebewohl (Les Adieux - La Despedida); Adagio - Allegro
2. Abwesenheit (L'Absence - la ausencia); espressivo Andante (En gehender Bewegung, doch mit viel Ausdruck)
3. Das Wiedersehen (Le Retour - The Return); Vivacissimamente (Im lebhaftesten Zeitmaße)
Esta obra es una de las más complejas; no sólo por su dificultad técnica, sino porque se presenta como un reto de interpretación mayor. Se trata de comprender la naturaleza de las emociones que se viven durante el proceso humano de la despedida, ausencia y reencuentro. Es una composición que obliga a penetrar dimensiones psicológicas al mismo tiempo que requiere ser tocada de modo eficiente. Asimismo, la sonata de "Les adieux" debe ser escuchada desde nuestra propia experiencia de la ausencia.
Sonata para piano en si bemol mayor número 26 Op 81 de Ludwig Van Beethoven. Piano: Daniel Barenboim, mejor que nunca.
Se inicia con vigor, firmeza. Pero al mismo tiempo se muestra enrarecido. No es el Mozart al que estamos acostumbrados. Lo heroico y trágico se anuncia en ese inicio memorable. Luego, después del tutti, surge el piano como una aparición fantasmal. Porque nada más queda en ese destino trágico; renace la grandilocuencia musculosa del principio y emerge aquello que siempre resulta insondable. ¿Cuánto fastidia este concierto a quienes se ufanan en mostrarnos sólo a un Mozart gracioso, irreverente, aquellos que se quedaron con el cliché de Amadeus de Milos Forman? Luego de innumerables recapitulaciones, todas ellas en la perfección concertante, la atmósfera se hace más opresiva ¿Qué queda? Persistir obsesivamente hasta la coda. Estamos ante el Allegro del Concierto para piano número 24 en Do menor K 491.
Allegro. Concierto para piano número 24 en do menor K 491. Piano: Lang Lang
Julio de 1854. La segunda hija de Smetana, Gabriela, murió de tuberculosis. Un año más tarde, la mayor de sus hijas, su adorada Bedriska, murió de escarlatina. Tras esos trágicos sucesos de la vida íntima, Smetana -como todo creador bueno e inteligente- escribe una de las obras más conmovedoras del género camerístico: Trio para piano en sol menor Op 15. Composición pensada a modo de testimonio musical de las vidas breves de sus hijas. No es una narración lineal. Más bien es un obra que pone énfasis constante en la experiencia del dolor paterno. No hay contención suficiente ante la mayor de las pérdidas. Pero a pesar de la incontinencia pasional que evidencia este trío, la dosis de esperanza necesaria se hace presente. Lamentablemente, los infortunios de Smetana no cesaron. En 1856, la menor de sus hijas, Katerina, murió y un tiempo después su esposa también contrajo tuberculosis.
A pesar de que fuera bien recibida por sus contemporáneos, contó con el apoyo de Franz Liszt (que en ese entonces se había constituido en el músico más importante de su tiempo), el compositor admirado por Smetana. La obra consta de tres movimientos. El primero,Moderato assai, es el más pasional; el dolor se evidencia en todo momento, incluso en su bella cadenza. Aquí la experiencia de la muerte es claramente visible en todo momento. Pues la muerte de alguien amado (como una hija o un hijo) es, de algún modo, la muerte del padre o de la madre. De ahí que se perciba en este movimiento una dimensión de la muerte del propio autor. En cambio, el segundo movimiento, Allegro ma non agitato, se presenta de un modo ambiguo. El dolor descarnado se va entroncando con otros aires, quizás de nostalgia o de melancolía unida a un recuerdo feliz. El finale, presto es una pulsación hacia algún modo de redención poderosa, anclada en la melodía popular como símbolo arcádico. Al interior de este movimiento conviven varias formas de expresar la superación del estado liminal de la muerte. ¿Acaso morir no es también renacer o buscar, por todos los medios, quizás desesperados, volver a vivir? ¡Qué gran movimiento! En general, esta obra es bella, conmovedora, plena de momentos memorables. La muerte nos puede arrebatar lo más amado, pero en el arte y bajo ciertas convicciones, la experiencia del dolor es transfiguración hacia la luz. En esta composición las hijas de Smetana vuelven a saltar sobre el pecho del padre en un eterno retorno. "Resucitarás alma mía, si, resucitarás", como se canta en la Segunda de Mahler.
Moderato assai. Trío para piano, violín y violonchelo en sol mayor Op 15 de Bedrich Smetana
Allegro, ma non agitato.Trío para piano, violín y violonchelo en sol mayor Op 15 de Bedrich Smetana
Finale, presto.Trío para piano, violín y violonchelo en sol mayor Op 15 de Bedrich Smetana
Las artes y la literatura que se consolidaron durante la década de los cincuenta del siglo pasado son parte de la mitología cultural del Perú. Una manera de abordar la cosmópolis de un modo singular y el afán por el dominio formal se unieron para construir poéticas notables. Ser ciudadanos del mundo sin dejar de lado la pertenencia a un espacio cultural y geográfico originario y esencial. Y, al mismo tiempo, acceder a un tipo de formación que aun valoraba el dominio de la forma, la destreza con la materia y el deseo de abrirse a otros horizontes.
Hace unos días falleció Edgar Valcárcel (1932-2010), uno de los compositores peruanos más interesantes de las últimas décadas. Nacido en Puno, región peruana del altiplano, fue sobrino de Teodoro Valcárcel, eminente compositor puneño de vital importancia en la afirmación de la estética indigenista en su variante musical. Con talento, Edgar Valcárcel se familiarizó con lenguajes musicales de distintos referentes. Supo insertarse en las corrientes dominantes de la segunda mitad del siglo XX, llegando a realizar estudios en el mítico CLAEM, perteneciente al Instituto Torcuato di Tella de Buenos Aires, donde tomo contacto con la corriente electroacústica. Ahondó en esta propuesta musical durante su permanencia en la Universidad de Columbia-Princeton. Una composición donde se evidencia su interés por explorar nuevos lenguajes y vincularlos con contenidos políticos e ideológicos es su obra Canto coral a Túpac Amaru No.2, para coro, percusión y cinta de 1968, a partir del célebre poema de Alejandro Romualdo del mismo nombre. Al mismo tiempo, investigó el sonido y la música del Perú tradicional. Un ejemplo es su bella narración musical Zorro, zorrito cuento sinfónico para narrador, coro, zampoñas y orquesta, con textos del escritor puneño José Luis Alaya, un homenaje a Prokofiev a la manera de Pedro y el Lobo.
La amplia obra de Edgar Valcárcel evidencia lo que al principio mencionábamos. Sin dejar de reconocer su origen y pertenencia, supo unir los referentes locales con el lenguaje e indagación occidental. Siendo esta característica algo que aglutina a varios exponentes de su generación. De hecho, la importancia de este grupo de notables compositores peruano radica en afirmar el ejercicio creador a partir del diálogo fecundo entre tradiciones culturales diferentes. La tradición académica unida a los lenguajes autóctonos y a la experimentación radical propia de la deconstrucción de la música postvanguardista.
La inexistente política cultural de un estado que esta en construcción permanente, hace que gran parte de las obras de los compositores peruanos no sea conocida por el público melómano. Más aun cuando estamos hablando de una tradición persistente en creación musical que abarca siglos. Que muchos peruanos desconozcan las composiciones de Valcárcel, Garrido Lecca, Sánchez Málaga, Nuñez Allauca, Bolaños, Iturriaga, Pinilla, y un innumerable etcétera, y menos a las cimas del barroco virreinal como Orejón y Aparicio y Juan de Araujo, cuestiona la actitud que tiene un país ante sus propios logros.
La poca difusión que ha tenido el deceso de Edgar Valcárcel pone de manifiesto la incapacidad de un país (estado y sociedad) en valorar a sus creadores inteligentes. Es claro que la obra de Valcárcel no servía para animar una fiestita ni chirriantes programas de varieté. Su música era para sala de concierto, para contemplarla desde el deseo de ampliar nuestras mentes y corazones.
Un caso interesante de difusión internacional reciente de la obra de un compositor de la misma generación, es el de César Bolaños (n. 1932). Con una formación similar a la de Valcárcel, Bolaños optó por mantenerse en el lenguaje experimentador de la música electroacústica, sus variables y evoluciones. Además desde una perspectiva y contundencia intelectual notables. Hace poco, gracias al programa radial Ars Sonora que presenta Miguel Álvarez-Fernández en Radio Nacional de España, el público de Hispanoamérica pudo acceder a una primera impresión sobre la obra de César Bolaños con el capítulo: Monográfico: César Bolaños. Para los que no escucharon el programa les presento el vínculo:
Canto coral a Túpac Amaru No.2, para coro, percusión y cinta. Edgar Valcárcel. Sobre el poema "Canto Coral a Tupac Amaru" de Alejandro Romualdo. Video de Gloria Arteaga. Un ejemplo de música electroacústica peruana, compuesto en 1968.