Fue en la navidad de 1942. El mando superior del Ejercito Rojo ordenó la presencia de los músicos más importantes de la Unión Soviética. Debían realizar un concierto al aire libre ante las exhaustas tropas. Boris Goldstein, violinista virtuoso y joven prodigio, se paró delante de miles de combatientes y empezó a tocar piezas populares del repertorio nacional ruso. Como la melodía se perdía entre el estruendo de las armas alemanas que bombardeaban otra parte de la ciudad, se trajeron altavoces que fueron colocados alrededor de los combatientes en descanso. Goldstein pudo continuar con su concierto solista. Sin embargo, el milagro estaba por venir. El joven Boris, contraviniendo las órdenes de los generales soviéticos que le habían prohibido tocar melodías extranjeras, empezó a tocar las Partitas para violín de Bach ante su inusual audiencia. Como la música se oía por gran parte de Stalingrado, de un momento a otro, los cañones y las metrallas alemanas dejaron de sonar. El comando nazi, por medio de altavoces, solicitó un alto al fuego para oir el concierto de Boris Goldstein. El mando rojo aceptó la petición. Incluso los técnicos alemanes acoplaron sus parlantes para que la música sea oída con mayor nitidez en el lado alemán. Por una hora y media la guerra cesó. Por una hora y media, el infierno de la peor batalla de la historia, se colocó bajo la sombra del paraíso.
Tras el concierto, ambos bandos abandonaron por unas horas la batalla. El joven Goldstein había sido instrumento del milagro. ¿Cuántos soldados habrán recibido su Extrema Unción con las Partitas de Bach? ¿Cuántos llegaron a ver alguna ventana del cielo por unos instantes? ¿Por qué Bach?
https://youtu.be/6pOfAv9gQzs