Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

viernes, 15 de abril de 2011

La música y el surgimiento de la subjetividad


La música nos permite entender, entre otras cosas, los procesos de la cultura. Percibimos con nitidez cómo han ido apareciendo los diversos paradigmas culturales en la historia de occidente, más allá de la idea de occidente, la gran idea, la belleza. Incluso podemos descubrir cómo la idea se ha ido reproduciendo en la medida que la música ha seguido su propia lógica evolutiva. Lejos de opacarla, la fuerza de la belleza resplandece aun cuando el alma atormentada, maniata su esplendor. Por fortuna, la subjetividad moderna no significó la decadencia de la gran idea de occidente, sino que potenció su poder en la voz de los pliegues del alma. La complejidad de las pasiones hizo que la belleza de la música adquiera una dimensión inusitada.

Durante y tras el renacimiento, el ejercicio intelectual de occidente fue enriquecido por la exploración de las pasiones humanas, desde la indagación humanista. La preocupación por el hombre concreto, significó el descubrimiento ámbitos nuevos de poetización. Compositores como Dowland, Strozzi, Monteverdi, Purcell, fueron emblemáticos en escudriñar el dolor humano, desde la experiencia del éxtasis. Dolor sublimado que se convierte en poesía del dolor. La conciencia trágica barroca en plenitud en su poder conmovedor. Hacer para persuadir a la subjetividad. Subjetividad que se muestra tal como es, en su descarnada desolación. La grandeza de los primeros maestros del barroco sólo será emulada por la generación de músicos románticos. 

Como siempre haré una muestra de composiciones en las  se que urde la trama trágica con la belleza de la forma.   Obras que ya he posteado anteriormente pero que forman parte de mi imaginario frecuente. 

Unidite Amanti, Barbara Strozzi




In darkness let me dwell. John Dowland

In darkness let me dwell;
the ground shall sorrow be,
The roof despair, to bar all cheerful light from me;
The walls of marble black,
that moist'ned still shall weep;
My music, hellish jarring sounds,
to banish friendly sleep.
Thus, wedded to my woes, and bedded
to my tomb,
O let me living, living die till death doth come, till death do come.
In darkness let me dwell

(Traducción libre que propongo)

En la habitación oscura quiero permanecer,
el lugar deberá estar pleno de dolor,
desesperado bajo techo, enclaustrado y lejos de la alegre luz.
En las paredes de mármol negro en las que se llorar,
mi música las ha colmado de caóticos ruidos infernales
y han desterrado el sueño de la amistad.
Así, aferrado a mis males y a mi lecho de muerte,
Oh vida, quiero morir, quiero morir
hasta que la muerte llegue.
En la oscuridad quiero permanecer.



El mayor canto de dolor escrito por un ser humano es el Lamento de Dido de la gran masque de Purcell Dido y Eneas. Brilla en el cielo con su belleza infinita. Nada se compara a esta aria, nada en el universo.

Lamento de Dido, antes de su suicidio por amor, ante la partida de Eneas.

Dame tu mano, Belinda; la oscuridad me envuelve.
En tu seno déjame descansar.
Más quisiera, pero la muerte me invade;
La muerte es ahora una bienvenida visita.

Cuando yazga, yazga en la tierra, que mis errores
no causen cuitas a tu pecho;
Recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino;
Recuérdame, recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino. 

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