Se que fue el último director de una generación de conductores célebres, inspirados en el totalismo mahleriano como Furtwangler, Walter, Klemperer,etc. De esos directores que transformaban la sala de ensayo en un campo de batalla, donde "la profundidad" y solemnidad postromántica eran el principio estético dominante.
Mis recuerdos con Karajan se remontan a más de dos décadas atrás. Cuando la televisión publicitaba colecciones populares de música clásica y se podía ir cualquier tienda de discos a conversar con los vendedores sobre obras, grabaciones, interpretes. Por aquellos años, la editorial Salvat editó la serie "Grandes Compositores" en fascículos, que incluían una grabación producida por las discográficas más importantes de música selecta. La primera entrega fonográfica fue la Quinta de Beethoven, con la Sinfónica de Berlín y dirigida por Karajan. En casa teníamos una versión bastante menos conocida, pero muy intensa y bien ejecutada. Pero cuando oí la interpretación de Karajan toda mi percepción sobre Beethoven cambió. Es más, considero que gran parte de mi idea de lo que debía ser una ejecución sinfónica fue trastocada por el vértigo atronador de Karajan y "su" Beethoven.
Ahora pienso que debió a la edad o quizá al hecho de no acceso a otras grabaciones. Hoy me siento más inclinado a preferir una dirección más íntima y esencial como las de Giulini o meditadas como las de Gardiner. La pirotecnia de Karajan no me atrae como antaño. Sin embargo, le debo a este mounstro tiránico y contradictorio (fue Nazi) el haber tenido momentos de absoluta felicidad en mi solitaria adolescencia melómana.
En estos momentos estoy escuchando esta versión y me pregunto quién era aquel muchacho que se emocionaba con esta grabación y quién es este hombre que ahora, a la distancia, analiza, compara y disuelve en teorías sus propias pasiones juveniles. Pero más allá de estas disgregaciones, reconozco que la melomanía actual le debe tanto a esta "sinfonía para adolescentes".
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