Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

martes, 28 de enero de 2020

El sonido y la furia: Beethoven, 250 años de su nacimiento




Basta ver cualquier agenda de conciertos de música académica de los cinco continentes, para advertir que se han programado obras de Beethoven (1770- 1827) con miras a ser interpretadas. La razón no es desconocida. Este 2020 se cumplen 250 años del nacimiento del gran compositor alemán.

Emil Cioran, pensador y melómano impenitente, consideró que Beethoven- al introducir los cambios de humor en la música- la había viciado, dejando entrar, incluso, a la ira. No era para menos. Poco después de cumplir los treinta años, el gran compositor alemán anunció a sus hermanos su firme decisión de poner fin a sus días. Así, en el célebre Testamento de Heiligenstadt (1802), Beethoven hizo evidente la desesperación que le ocasionaba el aumento sostenido de la sordera y cómo esta situación lo llevaba a encerrarse en sí mismo y a prescindir de cualquier contacto humano.

Para un compositor, la pérdida de la audición es probablemente la mayor tragedia. Sin embargo, Beethoven pudo superar el estado de desesperanza que le ocasionó la sordera. E inició su momento de mayor producción musical. Justamente, en el periodo que va desde 1799 a 1812, es cuando el compositor revoluciona gran parte de las formas musicales y crea las condiciones sonoras para el romanticismo musical. Al transformar a la música en un vehículo de su autoexpresión, le insertó de manera abierta sus sentimientos, incluidos la ira y la tristeza.

Beethoven fue el puente entre clasicismo y romanticismo y el primer compositor abiertamente moderno pues introdujo la subjetividad en la música. Y, al mismo tiempo, la necesidad ajustar la forma a los requerimientos sentimentales e intelectuales del compositor. La música, en términos románticos, es un medio para expresar la subjetividad del artista. Así, el romanticismo musical del siglo XIX (Chopin, Schumann, Liszt, Mendelssohn, Wagner, Brahms, Saint- Sëans, Tchaikovski, Smetana, Dvorak, Mahler, etc.), en sus diversas manifestaciones, acusó recibo del legado beethoveniano.

Por estas razones y otras, se puede mirar el interior de Beethoven al escuchar gran parte de sus composiciones. Asistir a los conflictos y las luchas apasionadas de su interior. Pero también descubrir su enorme capacidad para contemplar la naturaleza y la vida con un asombro cósmico. En Beethoven hay emoción por todo lo que nos rodea: los bosques, el mar, las estrellas, etc. Igualmente, por la historia humana y las diversas maneras cómo se manifiesta lo humano. En ese sentido, Beethoven fue el primer compositor que articula las ideas y los sentimientos en un proyecto estético. Y en pos de esa intensión, abrir nuevos caminos.

En el catálogo de las obras de Beethoven se distinguen sus nueve sinfonías (que incluye la coral, “Una oda a la alegría”), sus cinco conciertos para piano y su único para violín.   Asimismo, varios cuartetos para cuerdas, sobre todo los últimos ocho. También las sonatas para piano y violín y, sin duda, sus monumentales 32 sonatas para piano (que incluyen: “Patética”, “Claro de Luna”, “Appassionata”, “Tempestad”, “Walstein”, “Hamnerklavier”).  Amén de su “Misa Solemnis” y su ópera “Fidelio”.  

Por estas razones, invitamos a descubrir o redescubrir el legado de uno de los mayores compositores de la historia. Aprender a reconocer que hay otras sensibilidades estéticas diferentes a la nuestra. Y a disfrutar, desde el asombro, el ejercicio creador de un ser humano particularmente dotado. 

martes, 21 de enero de 2020

La palabra y el ritmo: el Maestro Neil Peart


La palabra y el ritmo:  el Maestro Neil Peart


Artículo que salió en mi columna de RPP el lunes 20 de enero. Enlace al final. 

Por Ricardo L. Falla Carrillo
No es común entre nosotros que en el ámbito académico se reflexione sobre manifestaciones de la cultura popular como el rock y sus variantes. Pero asumiendo el legado artístico de Neil Peart, baterista y letrista de la banda canadiense “Rush”, creemos que es importante alguna glosa local sobre este importante músico.

El viernes 10 de enero del presente año, se anunció la muerte de Neil Peart (Toronto, 1952), compositor, arreglista, percusionista y letrista de la banda de rock progresivo canadiense Rush, agrupación musical que fue fundada en 1968 por los músicos Geddy Lee (bajo, sintetizadores y voz principal y Alex Lifeson (guitarra y voz). Y a la cual se integró Neil Peart en 1974, sustituyendo al primer baterista. A pesar de ser una “banda de culto” (el prog rock no suele ser muy masivo), Rush ha logrado vender cerca de 50 millones de álbumes en su larguísima carrera y ha tenido un impacto en la formación de músicos en todo el mundo, sobre todo por la enorme calidad musical de sus tres intérpretes.

Pero el valor de Rush no puede ser medido sólo por el número de ventas de sus discos o por sus muy exitosas giras. Más bien, su valor está en la capacidad de sus músicos, sobre todo, por la portentosa capacidad instrumental del que fue su baterista: Neil Peart. Para muchos de los entendidos, Peart fue el mejor baterista del mundo porque asumió la creación musical como una incesante búsqueda de perfeccionamiento, una búsqueda que jamás concluyó.

Tras terminar la última gira de Rush en 2015, Peart explicó cómo elaboraba sus célebres solos de batería: “Día tras día, semana tras semana, después que ensayábamos esa parte del espectáculo y entregaba mi boceto del solo de batería, estaba un poco preocupado por el sonoro silencio. ¿Qué significaba? Me preocupaba que mis ambiciones fueran demasiado altas: mi alcance excedía mi alcance. (A menudo, honestamente, casi siempre, pero tal vez esta vez demasiado). No iba a preguntarle a nadie lo que pensaban, ¡temiendo demasiado la respuesta! En cualquier caso, procedía completamente por fe en una idea, y esa dedicación solitaria no fue fácil”. Esta cita demuestra que Peart estaba exigiéndose constantemente, buscando el ideal del solo de batería, aquel que fuera capaz de expresar, como él mismo afirmaba, “toda la vida”. Es decir, una obra de percusión que pueda llegar ser el arquetipo y la síntesis del solo de batería.

¿Por qué Neil Peart tenía esas pretensiones tan elaboradas en términos estéticos? Porque fue un hombre que cultivó la mente en la lectura dedicada y paciente. Peart leía muchísimo y de manera muy reflexiva. De ahí que las letras de Rush suelen ser profundas sin dejar de tener la contundencia de la canción popular. Por ello, los tópicos de las letras de Rush poseen un amplio espectro. Desde la épica libertaria de “2112” (influenciada de Ayn Rand), la ensoñación mítico-romántica de “Xanadu” (Coleridge) o de “Rivendel” (Tolkien), una relectura de Nietzsche en el clásico “Tom Sawyer”. La exploración epicúrea en “Time Stand Still” y la existencial en “Bravado”. Pero también, el análisis psicosociológico en “Subdivisions” y “Middletown Dreams”. La reflexión ética de “Big money”,Manhattan project” y “Distant early warning”. La contemplación estética de "Losing It" y "Time and Motion". Y el amplio lirismo espiritual de “Presto” y “The garden”. Todo esto es sólo una pequeña muestra de los intereses temáticos de Peart, que se pueden rastrear en 19 de los 20 álbumes de Rush.

El martes 7 de enero, el músico canadiense murió tras no poder superar un agresivo cáncer al cerebro. Veinte años atrás, había logrado salir del hoyo más profundo, cuando su primera hija y su primera esposa murieron en un lapso de tres meses en 1997. En aquel momento, Peart abandonó Rush por dos años y se dedicó a viajar por el mundo en motocicleta, tratando de encontrar un sentido después de tamaña tragedia. Así el 2000, Peart retornó a Rush, a la vida (se volvió a cazar, tuvo otra hija) y la maquinaria progresiva volvió a moverse hasta el 2015, cuando se despidieron por todo lo alto.
En el último álbum de Rush se encuentran estos versos que sirven de epílogo para este homenaje: “The measure of a life is a measure of love and respect, /so hard to earn so easily burned/ In the fullness of time, /A garden to nurture and protect”.