Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

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martes, 27 de abril de 2021

Beethoven versiona a Mozart: Variaciones sobre 'Là ci darem la mano', WoO 28


Los dos maestros se conocieron brevemente, pero nunca entablaron amistad. Y, como era común en esa época, Beethoven realizó una serie de variaciones sobre la célebre aria de Don Giovanni. El resultado es una encantadora serenata sobre una melodía preciosa y única del genio de Salzburgo. Composición de 1795, cuando Beethoven se hacía de un lugar en la mítica Viena. 

Variaciones sobre  'Là ci darem la mano', WoO 28, para dos oboes y corno. Y a continuación, la hermosa aria del Don Giovanni, de Mozart.

viernes, 22 de mayo de 2015

Movimiento lento de a dos



Los dobles concierto o los conciertos para dos instrumentos, suelen constituirse en una forma emblemática de hacer gran música. Se debe saber mucho de música; reconocer equilibrios, armonizar como se debe. En suma, manifestar alturas temerarias en el arte de componer. Música de diálogo, de conversación fértil a dos voces. 

Desde hace buen tiempo quería mostrar o elaborar una lista de los dobles conciertos más célebres o que, por lo menos, que más me conmueven. Ciertamente la lista no será tan extensa, pero se caracterizará por una cosa en particular. Me remitiré a los movimientos lentos (tempo lento): adagio, largo, larghetto, etc. Acaso para graficar desde el sonido, las bondades del diálogo de a dos. 

1. Andante del doble concierto para violín y violonchelo en la menor op 102 de Brahms



2. Andante de la sinfonía concertante de Mozart en mi bemol mayor K 364.




3. Largo ma non tanto del concierto para dos violines de J. S. Bach en re menor BWV 1043.


 

4. Larghetto e spiritoso del concierto para violín y violonchelo en la menor RV 522 de Vivaldi.


miércoles, 13 de mayo de 2015

Bellas arias, arias bellas



La ofrenda es mucho más que acto sacramental. Sacramento también es el arte. El arte es un altar donde el fiel humano (o divino) reconoce- bien- lo que se hace desde el amor. Valor amor, unido a la belleza. Bien y belleza. Dos de los trascendentales, aquí reunidos. Celebremos la belleza que los maestros nos dan con amor. Como decíamos, de amor y belleza juntas. 

Quiero compartir arias bellas, las más bellas que pueden escuchar este día de mayo de 2015. Déjense llevar por este camino de belleza hacia el bien, hacia la verdad: EL AMOR. 

1. O quam suavis de Francesco Cavalli




2. L'amante segreto de Barbara Strozzi






3. Il dolce suono de Lucia di Lammermoor de Donizetti




4. Lascia la spina de Il trionfo del Tempo e del Disinganno de Händel





5. Laudate dominum de Vesperae solennes de confessore de Mozart

lunes, 12 de enero de 2015

10 obras instrumentales ( esenciales) de Mozart. Un modesto atrevimiento



Las listas son injustas; muchas veces nefastas. Sin embargo, las buscamos por las razones más diversas. En muchas ocasiones he realizado este ejercicio de autocomplacencia y, sin duda, algo narcisista: elaborar una lista de las obras que consideramos esenciales de algún compositor. 

En ese caso, más que una modesta opinión (como en el caso de Brahms), se trata de un "brutal atrevimiento" ¿Quién osaría en realizar una lista sobre Mozart? Pues bien, lo haremos bajo todos los riesgos posibles. Eso si. Se trata de una modesta opinión, 

Sin orden de preferencia: 

1. Cuarteto para cuerdas n. 19 en do mayor K. 465
2. Seis preludio y fugas para trío de cuerdas K 404a
3. Quinteto para piano y vientos en mi bemol mayor K 452
4. Adagio y fuga  para cuerdas en do menor K 546
5. Sinfonía concertante para violín y viola en mi bemol mayor K 364/320b
6. Sinfonía n, 41 en do menor "Jupiter" K 551
7. Concierto para piano n. 23 en la mayor K 488
8. Quinteto para clarinete y cuerdas en la mayor K 581
9. Concierto para clarinete en la mayor K 622
10. Cuarteto para oboe y cuerdas en fa mayor K 370

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Música pensada, pensar en música




I

El mayor es Bach. Bach pensó desde la música todo lo que puede ser pensado. De ahí que gran parte de su obra pueda ser tomada como un grado de abstracción superior, capaz de comprender  lo real en su multiplicidad. La Ofrenda Músical y El Arte de la Fuga, son la cima de la música como pensamiento. Sólo algunos escritos filosóficos están a su altura. Sobrecogen el espíritu de la  misma manera que una serie de argumentos encadenados, como los que vemos en Descartes, en Hobbes, en Leibniz, en Kant. 

El mayor es Bach. Su obra emociona como la liturgia cristiana bellamente concebida, como un paisaje cósmico visto desde el Hubble. Se toma en cuenta lo individual y, desde ahí, hacia lo universal. Contemplación en el amor. 

II

Mozart es un cuerpo pensado. No es un cuerpo natural. De ahí que su música siempre se eleva desde algún punto, sobre todo en los movimientos lentos. Como cuerpo pensado, su música puede transcurrir entre la tierra y el cielo con gran facilidad. Mozart es asequible, pero hay algo siempre que se nos escapa. Es el misterio de un cuerpo que nunca ha sido hallado.  

III

Beethoven es secular. Se distancia del Dios, se distancia de las costumbres y de los hábitos; crea su propio universo, sus propias deidades, sus propios humanos. Beethoven ensambla la historia humana a su manera. Beethoven inventa nuestros sentimientos. Beethoven seculariza nuestro mundo desde su inmenso mundo personal. 

IV

Brahms es la conciencia del tiempo y de la historicidad. De ahí que amó a la tradición y quiso mantener su legado. De ahí que puso las semillas, incipientes, de la revolución serial. Brahms se sabe parte de la historia y ese regalo, gran Johannes, se agradece.

viernes, 14 de noviembre de 2014

La vuelta constante a los clásicos, volver a Mozart siempre

Proyecto de Basílica de Etienne Loius Boullee, arquitecto del siglo XVIII

La melomanía es estacional. Es decir, por un tiempo definido, nuestros intereses musicales suelen variar, afirmándose en un determinado periodo, dentro de un estilo o por compositores específicos. Hay tanta música que pensar en la magnitud de esta profusión incontable, produce vértigo. Y, claramente, en la medida, que se sigue investigando y descubriendo nuevos autores, la lista se hace, al parecer, interminable. Por eso la malomanía sigue estaciones, se alimenta se esos cambios y siempre se enriquece. 

Sin embargo, a pesar de la ingente cantidad de música, siempre regreso a los clásicos. A los músicos de siempre, a aquellos que nos acompañan a lo largo de la vida y los que constantemente nos muestran algo nuevo. Los clásicos nos iluminan porque se puede ubicar en ellos las huellas de la perfección, la unión de la forma y de fines inconmensurables para nuestra época. En los clásicos hay, parafraseando a Hegel, "alas y raíces". Una mirada en lo alto que sólo el absoluto respeto a la obra de arte puede otorgar. 

Ayer volví a escuchar el concierto para piano número 20 en re menor de Mozart después de mucho tiempo. Y tuve la sensación y la convicción de estar frente a una obra inmensa, poderosa e inteligente. ¡Cuántos problemas se planteaba Mozart y qué capacidad tenía para resolverlos¡ Con una obra como esta uno se encuentra con certezas que sólo pueden establecidas desde el legado de la gran tradición clásica.  

Los movimiento de este concierto son tres: allegro, romanza y rondó allegro assai. Toda la estructura general se presente como un continuo perfectamente equilibrado; la diversidad de temas, el material temático, la posibilidad de engarzar tiempos de diversa factura y origen se articulan en un todo ilustrado. Aquí brilla el "siglo de la luces" y la "mayoría de edad" kantiana, se logra plenamente. Concierto clásico que nunca deja de ser nuevo. Lo clásico es moderno en su ruptura constate hacia el futuro.

lunes, 25 de agosto de 2014

Julio Ramón Ribeyro y la música



Hace dos décadas murió el entrañable Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), responsable de innumerables vocaciones literarias (algunas logradas, otras truncas) y de adicciones cigarreras. Releyendo su diario íntimo, La Tentación del Fracaso, nos encontramos con el escritor amante de la gran música, capaz de observaciones agudas e interesantes que demostraban un conocimiento y  un sentimiento que no es común en los escritores peruanos de estas últimas décadas. Por ejemplo, cuando Ribeyro logra sintetizar gran parte de la estética mozartiana con una consistencia que sólo es posible si se conoce bien el lenguaje musical y la historia que evidencia. 

Así, el 27 de Octubre de 1878, Ribeyro escribió lo siguiente en su diario personal: 

Los meses que llevo escuchando música barroca me han permitido regresar a Mozart con un oído nuevo y una adoración renovada. Redescubro en él una profundidad y un arte inventivo que antes percibía superficialmente. La música instrumental barroca sólo tenía dos vías para salir de su virtuosidad y su monotonía: el fortalecimiento orquestal, que dio origen a la sinfonía romántica (Beethoven, Brahms, Schumann, Tchailowsky, etc.) o la simplificación del elenco sonoro, de donde sale la música de cámara mozartiana. A Mozart le bastan cuatro o cinco instrumentos para construir toda una arquitectura musical extremadamente compleja, cuya genialidad consiste en  obtener brillo en la austeridad.  

Y como  Mozart  fue, al parecer, el compositor que llegó a significar más en su educación sensorial ,(también lo fueron Bach, Vivaldi, Chopin, entre otros) escucharemos a Mozart mientras seguimos leyendo La Tentación del Fracaso y pensamos en tono interrogativo ¿cuándo los escritores peruanos dejaron de escuchar "música"?

Quinteto para clarinete y cuerdas en la mayor KV 581. Clasicismo en su serena expresión.

lunes, 6 de enero de 2014

Viaje ascendente desde el abismo: De Profundis.



Si hemos acudido a alguna liturgia de difuntos, la hemos rezado. El texto proviene de la traducción romana del salmo 129. El nombre, De profundis, se puede traducir como "desde lo más hondo" o "desde el abismo". Ustedes, amables lectores, pueden escoger su sentido. También "De profundis" es el título de uno de los textos más hermosos y conmovedores de Oscar Wilde. Quizás el más profundo de sus textos. 

La oración mortuoria del Salmo 129, De Profundis, dice así: 

Desde lo más profundo te llamo a ti, Señor:
¡Señor, escucha mi voz!
¡Que tus oídos atiendan
la voz de mis súplicas!
Si las culpas consideras, Señor,
¿Señor, quién resistirá?
Porque hay gracia en ti,
y por tu ley,
te busco, Señor.
Mi alma aguarda en su palabra;
Espera mi alma en el Señor.
Más que los centinelas la aurora
aguarda Israel a Yahveh.
Porque en el Señor hay misericordia,
y en Él habita la total redención,
Él redimirá a Israel
de todas sus culpas.

Como suele pasar, los músicos han utilizado esta hermosa oración sálmica en varias oportunidades. Haremos un paseo musical por varias versiones de De Profundis. Muchas de ellas, si consideramos el texto, son de una belleza imaginada. 

1. Cantata: Aus der Tiefen rufe ich, Herr, zu dir BWV 131 de Johan Sebastian Bach, compuesta entre 1708 y 1709. Belleza en su extensión cósmica.



2. Motete "De Profundis" KV de W. A Mozart. Mozart compuso esta obra en 1771, cuando contaba con 15 años. Lo que demuestra el enorme talento que tenía el joven maestro para la música litúrgica.



3. El renacimiento, nadie llegó a las alturas de Josquin Desprez. Cada día amo más la obra de este enorme compositor. De Profundis de Desprez de una de las obras más hermosas jamás concebidas. Para cuatro voces es una de las joyas de la polifonía de su tiempo.



4. Si escuchamos el De Profundis OP 50b de Arnold Schönberg, es probable que tengamos la real impresión del abismo ascendente. Compuesta en casi al final de su vida en 1951, es precisa y contundente como toda la obra del gran compositor austriaco. 



5. Termino con De Profundis del mayor compositor vivo: Arvo Pärt. Como en toda la obra de este enorme compositor, podemos alcanzar el éxtasis y la agonía al mismo tiempo. El De Profundis de Pärt me hace seguir creyendo en Dios a pesar del los clérigos (los primeros secularizadores). Gracias Arvo Pärt por tanta belleza. De Profundis, composición de 1980. 

viernes, 18 de octubre de 2013

Mozart por Messiaen




Cuando se cumplieron 200 años de la muerte del gran Mozart, la revista Correo de la UNESCO dedicó un número entero al gran maestro del clasicismo. He vuelto a leer el emocionado y certero testimonio que escribió Olivier Messiaen con ocasión del bicentenario de 1991. Deseo compartirlo con ustedes, para volver a ponderar la genialidad de Mozart desde la óptica de un compositor notable del siglo XX.

Todo Ángel es Terrible

Por Olivier Messiaen

"Lo bello no es más que un grado de lo terrible. Lo admiramos, porque permanece impasible y desdeña destruirnos." Estas palabras de Rainer María Rilke se aplican perfectamente a la música de Mozart. Música pura y perfecta. Mozart es el más músico de los músicos. En vano se buscaría un error en su obra.

El acento en Mozart. En sus ritmos femeninos, el acento está en el lugar apropiado. La melodía en Mozart. Líneas melódicas tan personales, tan poéticas. ¡Qué gracia en el aria de Susana de las Bodas, qué dulzura de trino en el andante de la sinfonía Haffher.  La armonía en Mozart. Siempre leve, siempre esperada, siempre verdadera. Armonía suave cuando es tonal (el Ave verum, el movimiento lento de la sinfonía Júpiter). Armonía angustiosa cuando es cromática (la sinfonía en sol menor, y el andante del concierto para piano en la mayor K. 488, y el movimiento lento del concierto Jeunehomme). Armonía desconcertante a veces, como en la asombrosa escena de la Estatua del Comendador al final de Don Juan, donde se encuentran ya (realzadas por los trombones) dos sonoridades predilectas de Debussy: el acorde de quinta y cuarta, y un acorde alterado que pertenece a la gama por tonos. La forma en Mozart. Siempre perfecta y siempre distinta (las grandes sinfonías y los conciertos para piano). El teatro en Mozart. Hombre de teatro por excelencia, Mozart, de una sola vez y con un aria definitiva, crea un personaje (Querubín, la Condesa, Sarastro, Papageno). Sus finales de acto son obras maestras escénicas. Pierre Jean Jouve ha dicho que el final de Don Juan era "una de las páginas formidables de la Música".

En Mozart la orquestación posee la misma autenticidad que el acento, la línea melódica, las armonías, la forma. Mozart que- antes que Berlioz- tuvo el sentido del timbre específico. Primer ejemplo: el trío del minueto de la sinfonía en mi bemol (K. 543) donde los dos clarinetes superponen el agudo al caramillo del instrumento, la flauta hace eco, y el cromatismo de los violines llama a las dos trompas, cálidas y aterciopeladas. Segundo ejemplo: la súplica de las tres máscaras negras, antes de la fiesta en Don Juan, en que las vocalizaciones de las dos voces femeninas están sostenidas sólo por la voz del tenor, las trompas y la madera. Tercer ejemplo: en la Zauberflöte, el efecto casi moderno del "glockenspiel" solo en el agudo, acompañado por el coro masculino enel grave pianissimo. Cuarto ejemplo: la escena del baile en Donjuán con, antes que Darius Milhaud, sus cuatro músicas superpuestas: la gran orquesta, dos pequeñas orquestas en el escenario y las réplicas de los personajes.

Se han hecho de Mozart varios retratos: el niño que toca el clavicordio para las damas de la corte, el hijo respetuoso de su padre Leopold, el joven enamorado de todas las cantantes, el servidor insultado presentando airadamente su renuncia al malvado príncipe-arzobispo, el genio incomprendido, que muere de hambre, de frío yde cansancio. Todas esas imágenes son verdaderas y falsas a la vez. El adjetivo "angelical" es tal vez el más apropiado. Angelical, sí, y, por ese motivo, sumamente difícil de comprender y de interpretar. Su encanto aparente esconde un profundo misterio. Como ha dicho también Rainer Maria Rilke: "Todo ángel es terrible".

viernes, 26 de julio de 2013

Luces y tinieblas en un cuarteto para flauta de Mozart



Entre 1777 y 1778, el joven maestro inició la composición de una seria de cuartetos para flauta y cuerdas dedicadas a un joven flautista aficionada (según se cree  Ferdinand de Jean). Aun cuando no llegan a tener el brío de otras obras de cámara de Mozart, los cuartetos para flauta son obras mozartianas en toda su dimensión; poseen el aire liberado y calmo tan amable en el gran compositor austriaco.

Esta mañana  escuché el cuarteto N. 1 en re mayor, KV 285, mientras el amanecer iniciaba su rito habitual y se iniciaba un día que nunca se sabe cómo va a terminar. El día puede concluir en un fin incierto y no programado. Pero en fin, Mozart está para siempre, así esté o no esté (el que escribe) en este mundo.

Cuarteto N. 1 en re mayor, KV 285. Movimientos:  Allegro, Adagio y Rondó

lunes, 15 de julio de 2013

Música para una isla



Si por azar del destino me quedase sólo en una isla, qué música llevaría en este periplo que necesariamente sería un viaje interior. Pues el viaje geográfico termina  siendo un viaje del cerebro y de la mente que le da forma. Así, la música que me acompañase en esta travesía, tendría que ser música que guíe, que camine, que consuele, que eleve, que hunda. Música para todos los momentos de la mente, los momentos que surgen cuando uno está sólo en una isla solitaria. 

Incluyo en esta lista imaginaria, tanto música académica como popular. Y pensaré, en algunos casos, en términos de grabaciones discográficas. El orden en lo de menos, no indica jerarquías. 

1. Benjamin Britten. Suites para violonchelo Op 70, 80 y 87. Caminar en una playa desierta en el amanecer, con los innumerables fantasmas rondando en la mente. Camino y abismos. No es música para relajar el sistema nervioso. Por el contrario, enerva todo lo que se tiempla al interior. No apto para oídos cursis. 

Lamento: Lento rubato, Suite para violonchelo N. 1 Op 70



Moto perpetuo e Canto quarto: Presto. Suite para violonchelo N. 1 Op 70



2. Edgar Várese. Ionisation para instrumentos de percusión. Perdido en la noche, sin luz y sin estrellas. El alma oscura con tus temores. Pero no miedo, sino fascinación por saber todas las soledades juntas y unidas al mismo tiempo. 



3. Pink Floyd. Echoes. Sentado en una piedra, fumando un cigarrillo, tomando café. Mirar el panorama yermo; quizás aparezca una estrella, quizás no. Pero sentado en esa piedra, eventualmente, podré alzar vuelo. ¿Qué vuelo? Oh alma, hasta donde puedes llegar desde que naciste al mundo¡



4. Franz Liszt. Seis consolaciones. Recuerdos a la vista, mirando cada detalle de la isla solitaria. La isla solitaria se transforma en un enorme caja de remembranzas. No se puede huir. Estamos anclados a la pena del paso de tiempo.



5. Franz Schubert. Allegro moderato de Sinfonía "Inacabada" N. 8. En algún momento pensaré que vivo la segunda navegación. Por un momento creeré que el universo de Newton tiene su propio soundtrack. Estoy viviendo la experiencia de creer que la realidad es algo externo a mi. Muy extraño. 



6. Wolfang Amadeus Mozart. Andante de la Sinfonía Concertante para viola y violín KV 364. Hacia algún medio día aunque no lo sea. Buscando el medio día, donde sea.



7. Johannes Brahms. Andante del Trio para corno, viola y piano Op 40. Seguro que estoy próximo al regreso. Queda la isla como un lugar más o como un lugar menos. He viajado a territorio inhóspito, pero sin dejarme atacar o morir. Se aprende en una isla solitaria.

jueves, 4 de julio de 2013

Se estudia Humanidades


La Escuela de Atenas. 
Se estudia humanidades porque el tiempo es importante. Porque es necesario saber que las cosas humanas tuvieron -aunque el mito lo oculte- un origen cierto. Y también porque el tiempo, aun en su diversidad y asimetría, contiene una infinidad de formas de lo humano. Porque el tiempo y lo humano son uno. 

Se estudia humanidades porque los sentidos se forman. Porque la sensibilidad se conduce. Y porque esa sensibilidad, una vez conducida,  produce nuevos órdenes y mundos. Así, se estudia humanidades para saber que hay sonidos que van desde el ser al no ser, volúmenes que se confunden con ilusiones, espacios rectos y oblicuos que son lo mismo, fantasías cromáticas de reinos privados y colectivos, palabras que dicen todo y nada y que nos importan demasiado, movimientos que danzan solos hasta lo inmutable. Y se estudia  todo eso porque forma  a un interior que ama y desea amar, que busca ser bueno y bello. Y que no se conforma con los estudios culturales, la siempre triste sociología de las cosas  y la más triste antropología de los lugares comunes ¿Se entiende?

Se estudia humanidades para no sólo contar hasta cinco y desaparecer. Se estudia humanidades para mirar la noche estrellada y sentir en las células la ley moral que habita en cada uno. Se estudia humanidades para sobrecogerse con la teoría unificada, para emocionarse con la segunda ley de la termodinámica, para soñar con  la destrucción molecular de la muerte. 

Se estudia humanidades para el hacer. ¿Quién podría discutirlo?

Se estudia humanidades hasta alcanzar la altura del sueño. Para entender el todo, humanizándose. Para decirle a todos, y a los más jóvenes, que hay un tercer y un cuarto piso. Y que, eventualmente, no hay límites para la condición humana. Yque en esa condición habita la libertad. ¿No así Filosofía?

viernes, 7 de septiembre de 2012

La voz a ti debida: la música del cuerpo humano



Le robo el título- La voz a ti debida-  al gran Pedro Salinas, poeta mayor de las letras hispanas del siglo XX. Y pienso en las voces humanas y en el arte que las mueve y conmueve. En el maestro del sonido que performa lo que suena en el cuerpo humano y se expande desde un cuerpo humano. ¡Qué hermoso es lo que puede salir del  cuerpo humano!. Canciones, arias, motetes, etc. Desde esa altura me conmueven las voces humanas. 

Fiel a mi estilo, hoy mostraré algunas de las composiciones para voz humana que más pondero dentro de mi educación sentimental y racional. Aquí están. 

1. Per te lasciai la luce del Delirio Amoroso de Händel. Nunca la olvido por razones que sólo yo puedo reconocer plenamente. Me lleva a una morada donde la luz y el dolor son una misma cosa. Y si es cantada por Natalie Dessay el éxtasis en completo.



2. Unidite amanti del L'Eraclito amoroso de Barbara Strozzi, la gran compositora del alto barroco italiano. Recuerdo la primera vez de  Unidite Amanti , no pude andar en línea recta, ni distinguir un  ángulo cierto. Anduve por ciudades que odio imaginadamente. Y con Jaroussky, el lamento llega a alturas que son alturas.




3. Soave sia il vento de Cosi fan tute de Mozart. Este trio es una verdadera joya mozartiana. Y te lo digo a ti, sea quien seas, que el día de mi muerte estaré oyendo esto, esto que me lleva a contemplar la belleza en si misma. Porque no hay nada más hermoso, nada más hermoso...en serio. 



4. Laudate Dominum de Vesperae solemnes di confessore de Mozart. Aquí otra muestra de las calmas mozartianas. Piensen, por un momento, lo siguiente. ¿Se puede hacer el mal después de tamaña demostración de belleza, de clamor auténtico hacia Dios? También, ¿acaso no es posible el perdón después del Laudate Dominum? Claro que sí. El perdón es real. La reconciliación si es posible. Aquí está la muestra, con Bartoli, claro está. 



5. Y más, y más. Para otra ocasión melómanos.

lunes, 25 de junio de 2012

Música antes de la medianoche


Magdalena Penitente. George de la Tour 

I
Trato de conciliar el sueño antes de la medianoche. Repaso el día. Los rostros se suceden de manera indeterminada y las acciones ya son parte de un pasado que se diluye en la nada. No hay música para este ritual. En la nada, nada persiste. Es la música callada por la fuerza del devenir.

II
Mi corazón anhela música, no se de donde sacarla. Trato de pensar en algo que me lleve a la música o que en todo caso me la traiga de vuelta. Pues no puedo determinar si la música me elige o si yo soy el que el que la elige a ella.

III
Mendelssohn, Chopin, Brahms, Bach, Beethoven, Mozart, Shostakovich. ¿Quién se posará en el aire de esta noche? 

IV
Pienso en Mozart. Y recuerdo la Fantasía N. 4 en do menor K 475. Me ha venido a la mente sin mediaciones ¿Qué espíritu la ha traído? ¿Será el mismo Mozart? Pues bien, sea Mozart esta medianoche.



viernes, 11 de mayo de 2012

Hélène Grimaud y el adagio del concierto 23 de Mozart


Busco nuevas versiones de las grandes obras. Internet sirve muy bien para eso. La célebre Deutsche Grammophon ha editado el 2011 un CD + DVD de los conciertos para piano 19 y 23 de Mozart. En este caso, la interpretación cae en las manos, en el corazón y en la mente de Hëlene Grimaud. Lo que me gusta de esta nueva aproximación al gran concierto para piano de Mozart (sin duda, el 23), es que Mozart nos invita siempre recrearlo de forma ilimitada. Y en eso radica la naturaleza de una composición clásica. Cada vez que se interpreta, se vuelve a reinventar. Se enriquece de modo constante. 

He escuchado las versiones de Horowitz, de Pollini, de Barenboim, y quizás un par más que no recuerdo. Pero esta de Grimaud, es justo la que quería oír. Puede resultar algo pretencioso, pero desde hace unas semanas, he estado tarareando el adagio del concierto 23. Imaginaba cómo sonaría si yo tuviese el don de la interpretación. Lamentablemente mi vida no ha sido la del músico. Estoy condenado a amar enormemente a algo (la música) que nunca estará en mi hacer. Sólo me queda imaginar, desde la memoria, como quisiera que sonaran determinas obras de conservo en mi. Por fortuna, la versión de Grimaud, se acerca a la imaginación del sonido de este adagio apasionado, tierno y oscuro. ¡Cuánto de Mozart colinda con esas extrañas y exactas dimensiones!

sábado, 21 de abril de 2012

Benedicto XVI y Mozart



A los cristianos se les pide apertura hacia el mundo laico y secular. Se les exige tolerancia ante un mundo cada vez menos religioso. De igual modo, el secular, el laico, debería tener esa misma apertura ante el mundo de los creyentes. El ateo, el agnóstico,  también está llamado a respetar al que cree sinceramente en su Dios. 

Benedicto XVI sin duda es un Papa particularmente inteligente. Un hombre culto que está dirigiendo a una institución mastodónica en el incierto camino del siglo XXI. Donde incluso los mismos clérigos acusan una evidente falta de sensibilidad y cultura humanística fundamental. Y, como todo hombre culto, el Papa Ratzinger es particularmente sensible a la música. La gran música, tan importante en las cuatro grandes iglesias cristianas: la católica, la luterana, la anglicana y la ortodoxa. Pues no podemos entender muchas de las obras maestras sin la presencia del cristianismo como fundamento.

Deseo transcribir el breve un breve discurso de Benedicto XVI  de 2010 sobre el "Requiem" de Mozart. 

Queridos amigos:

Doy las gracias de corazón a la Orquesta de Padua y del Véneto y al coro "Academia de la voz" de Turín, dirigidos por el maestro Claudio Desderi, y a los cuatro solistas por habernos ofrecido este momento de alegría interior y de reflexión espiritual con una intensa interpretación del Réquiem de Wolfgang Amadeus Mozart. Junto a ellos, doy las gracias a monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, secretario de la Academia Pontificia de las Ciencias, por las palabras que me ha dirigido, así como a las instituciones que han contribuido a la organización de este acontecimiento. Sabemos bien que Mozart, cuando era muy joven, en sus viajes por Italia con su padre, se detuvo en varias regiones, entre las cuales se encontraban también el Piamonte y el Véneto, pero sobre todo sabemos que pudo aprender de la viva actividad musical italiana, caracterizada por compositores como Hasse, Sammartini, Padre Martini, Piccinni, Jommelli, Paisiello, Cimarosa, por citar a algunos de ellos.

Permitidme, sin embargo, que exprese una vez más el afecto particular que me une, podría decir desde siempre, a este sumo músico. Cada vez que escucho su música no puedo dejar de volver con la memoria a mi iglesia parroquial, donde cuando era un muchacho, en los días de fiesta, resonaba una de sus "misas": en el corazón sentía que me alcanzaba un rayo de la belleza del Cielo , y esta sensación sigo experimentándola también hoy cada vez, escuchando esta gran meditación, dramática y serena, sobre la muerte. En Mozart, todo está en perfecta armonía, cada nota, cada frase musical; es así y no podría ser de otra manera; incluso los opuestos quedan reconciliados es la mozart'sche Heiterkeit, la "serenidad mozartiana" todo lo envuelve, en cada momento. Es un don de la Gracia de Dios, pero es también el fruto de la fe viva de Mozart que, especialmente en la música sacra, logra reflejar la respuesta luminosa del Amor divino, que da esperanza, incluso cuando la vida humana es lacerada por el sufrimiento y la muerte.

En su última carta escrita al padre moribundo, fechada el 4 de abril de 1787, escribe hablando precisamente de la etapa final de la vida sobre la tierra: "...¡desde hace algún año he alcanzado tanta familiaridad con esta amiga sincera y sumamente querida del hombre, [la muerte], que su imagen ya no sólo no tiene nada de aterrador, sino que me parece incluso muy tranquilizante y consoladora! Y doy gracias a mi Dios por haberme concedido la suerte de tener la oportunidad de reconocer en ella la clave de nuestra felicidad. No me acuesto nunca sin pensar que al día siguiente quizá ya no estaré. Y sin embargo nadie que me conozca podrá decir que en compañía yo sea triste o de mal humor. Y por esta suerte doy las gracias cada día a mi Creador y lo deseo de todo corazón a cada uno de mis semejantes".

Este escrito manifiesta una fe profunda y sencilla, que aparece también en la gran oración del Réquiem, y nos lleva, al mismo tiempo, a amar intensamente las vicisitudes de la vida terrena como dones de Dios y a elevarnos por encima de ellas, contemplando serenamente la muerte como una "llave" para atravesar la puerta hacia la felicidad.

El Réquiem de Mozart es una elevada expresión de fe, que reconoce el carácter trágico de la existencia humana y que no oculta sus aspectos dramáticos, y por este motivo es una expresión de fe propiamente cristiana, consciente de que toda la vida del hombre está iluminada por el amor de Dios. Gracias una vez más a todos.


miércoles, 11 de abril de 2012

Predilecciones sonoras: ejercicio de autocomplacencia



Escribir un blog es un ejercicio que tiene algo de vanidad. Es decirle a los lectores lo que más o menos nos interesa sin el menor recato académico. No hay filtros limitantes, ni autocensura. Se escribe de un tirón; muchas veces descuidando la redacción, repitiendo temas, cayendo en lugares comunes. 

Por ser un ejercicio vanidoso, hoy quiero escribir sobre los momentos musicales que más me interesan, gustan y conmueven. Es decir, de mis obras o movimientos favoritos. No pienso hacer una clasificación por géneros o formas. Sólo mostraré aquello que viene en gana publicar  por razones distintas. 

En primer lugar, pienso en el Segundo Concierto para Piano y Orquesta en si bemol mayor Op 83 de Brahms. Es el segundo movimiento, allegro appasionato , uno de los momentos de la historia de la música que más me conmueven. No hay respiro, todo late a la perfección. Cada tema es una resolución interesante. Temor y temblor, así alguna vez lo llamé en un post antiguo. Gran Brahms, gran cima que nunca me deja de asombrar. Y si está Baremboin con Celibidache, las alturas son cósmicas



En segundo lugar, se encuentra mi sonata favorita para piano de Beethoven, la número 23 en fa menor Op 58, conocida como appassionata. Me perturba desde niño y a lo largo de los años se mantiene su poder seductor. Hoy, en mi vida, tiene nombre propio, sobre todo porque vivo con mi propia "appassionata". Y es  el primer movimiento el que no deja sonar en mi mente en este momento: allegro assai.



En tercer lugar, esta otra composición de Beethoven: la sonata para piano número 17 en re menor Op 31-2, La Tempestad. El tercer movimiento: allegretto, es la manifestación de mis propios estados de ánimo. La evocación de mi propia vida. Mis conflictos se evidencian en su crudeza. Melancolía y éxtasis en la misma mente. Baremboin otra vez aquí, soberbio. 



En cuarto lugar, mi Mozart. Es tan difícil decidir algo del gran músico clásico. Pero me quedo con una obra en especial: el concierto para piano número 23 en la mayor KV 488. Y entre los movimientos, el segundo: Adagio en fa sostenido menor. Como diría el gran Cioran, resuena en este adagio: los funerales de otra vida. Paz profunda que oculta alguna manifestación oscura del pesar. Aquí laten todas las bellas tristezas juntas. Horowitz en plena sabiduría. 



En quinto lugar, otra vez Mozart. Pero en este caso una composición vocal religiosa:  Vesperæ solennes de confessore en do mayor KV 339. Alguna vez pensé que mi muerte y el acceso a la otra vida se podría describir al modo de la parte más maravillosa de esta obra: Laudate Dominum. Una voz individual se eleva sobre el firmamento y termina unida  a una totalidad breve y no apabullante. Y, nuevamente, esa voz que se distingue del ethos del amor se recupera reintegrada a otra instancia. Hace mucho que la escucho. Sirva este texto para que durante la serena noche vuelva a oírla en plenitud.



En sexto lugar, otra de las grandes composiciones religiosas: La Pasión Según San Mateo BWV 244 de J. S. Bach. Toda esta obra siempre me ha elevado como pocas y como pocas me costando tanto comprenderla en su real dimensión. . Creo que aquí el consenso es casi unánime. Uno de los momentos más lúcidos, intensos y dramáticos es el aria 39: Erbarme dich, mein Gott (ten piedad de mi, Señor mio). En realidad, en una de las composiciones que me pueden llevar a los límites, a eso límites que suelo vivir desde niño. Si queremos catequizarnos en la belleza absoluta, tenemos el mejor ejemplo. 



En séptimo lugar muestro una pieza inusitada dentro de este grupo de grandes compositores. Todavía es muy pronto juzgar el lugar que tendrá Kaija Saariaho en el futuro. Sin embargo, los Quatre Instants basados en poemas de Amin Maalouf me parecen tan íntimos, dolorosos y profundos como los grandes lieder de otros tiempos. "Parfum de l'instant" es parte de mi vida, de mi vida más interna. Aquella que se asocia a los espacios donde el yo solamente se puede consolar con el yo. Aquí el amor es el cantando, el amor que se transforma en recuerdo. Aun cuando mis condiciones afectivas son muy distintas ahora "Parfum de l'instant", sigue siendo una obra que me conmueve, porque en su momento me conmovió como ninguna. 



En octavo lugar esta la dama Barbara Strozzi. La obra: L'Eraclito amoroso. El aria:  Udite amanti. Fue hace seis años que me encontré por fortuna con esta composición de la gran compositora del barroco. Udite amanti es de esas obras que quisiera volver a escucharlas por primera vez, recreando la conmoción integral que me generó. Por ello está aquí, por sus rastros perennes. 



En noveno lugar hay una aria a la que varias veces me he referido: el Lamento de Dido, de la opera Dido y Eneas de Purcell. Siempre la escucho, siempre esta en su magnitud, en su saber clásico. En lo que significó para mi. En el rastro de mi propia educación sentimental: Thy hand, Belinda... When I am laid in earth



Y en el décimo lugar: el cuarteto para cuerdas número 14 en do sostenido menor Op 131 de Beethoven. El primer movimiento lo es todo, aquí si esta todo. Escucharlo es un acto de devoción integral. Adagio ma non troppo e molto espressivo. No más palabras. 




Y dejo por falta de tiempo: la segunda y quinta sinfonías de Mahler. También la Canción de la Tierra del mismo compositor. Igualmente, la sinfonía concertante de Mozart y su quinteto para clarinete. La sinfonía Inconclusa de Schubert y el cuarteto La doncella y La Muerte. Las suites para violonchelo de Bach y de Britten. También el quinteto para piano y cuerdas de Franck...y los sextetos para cuerda de Brahms ¡Tanto he dejado¡ Debería borrar este texto.

viernes, 6 de mayo de 2011

Mozart y la vida

¿Quién eres Mozart?
¡Ay, ese ángel fieramente humano,
corre a  salvarnos y no sabe cómo!
Blas de Otero

Insondable, esa es la palabra. Me la enseño Karl Popper, quien tanto sabía de música. El gran filósofo austriaco, al referirse a la música de Mozart afirmaba acertadamente: "hay algo insondable tras su encanto". En efecto, el encantador y cosmopolita Mozart siempre guarda un as bajo la manga. Estamos a punto de volar en el esplendor del brillo clásico y, de pronto, sus tiempos lentos. Algunos sombríos, otros melancólicos y perturbadores, también calmos y diáfanos. Pero todos siempre bajo el signo del genio sin par. Pues de eso se trata ser genio, de tener siempre un as bajo la manga. De pronto el desconcierto, la sacada de vuelta a lo esperado. Hacer pensado lo impensable, como decía Delueze lucidamente. 

Insondable. La palabra me da vueltas. ¿Quién es ese Mozart que tanto me conmueve en este momento? No hay nada parecido, me digo. Pues Bach es perfección y alturas temerarias. Beethoven, desmesurado y absoluto. Brahms, complejo y contradictorio. Mahler, trascendente al límite. ¿Y Mozart? Mozart, insondable. No puedo con él. Trato de comprender la cosa en si mozartiana. ¿Hay palabra precisa? No existe. ¿Cómo traspasar el umbral que va del Allegro Maestoso de la Sinfonía Concertante KV 364, al Andante de la misma obra? ¿Es el mismo compositor? Si, es el mismo. Pero lo mismo. Porque navegamos de la luz al dolor en una misma composición. Mozart tiene 25 años. ¿25 años? Ni  en un proyecto de vida de 1000 años podría siquiera pulsar algunos compases dignos de la música mozartiana. 

El insondable me lleva a reconocerme básico, primario, bestia. La belleza desconcertante me hace pensar que acaso Mozart sí entendió lo que es la vida. Pues la vida es esa unión de desconciertos, de desencuentros. De verdades a medio camino. Donde de pronto la algarabía se torna en tristeza. Donde el mediodía en ocaso. Donde la vida deviene en muerte. Mozart es eso y más. 

¿Por qué vuelvo a escribir de Mozart otra vez? Pues hoy me vino la gana ubérrima de besar al cariño en sus dos rostros. Es decir, besar las contradicciones de la vida. Tan pronto se da la alegría, tan pronto la tristeza. Las cosas no son nunca de la misma forma. Sobre todo en la complejidad de la existencia individual. Más compleja que una elección política, más compleja que la conformación química de las estrellas. La vida es rara, no tiene lógica, no es de consecuencias fácilmente deducibles. La vida es como la música de Mozart, insondable.

Allegro Maestoso Sinfonía Concertante para violín y viola en mi bemol mayor KV 364. En dos partes. La luz.






Andante de la Sinfonía Concertante en mi bemol mayor KV 364. Insondable.

viernes, 21 de enero de 2011

Teoría del tiempo y del movimiento: un ejemplo catequesis mozartiana



Adagio en fa sostenido menor y compás de 6/8. La apacibilidad de la ruta trazada por el piano se desvanece una vez que la orquesta introduce un tema trágico.  Queda en sombras el inicial despertar pianístico. Después, el piano vuelve a recuperar su lugar primigenio, pero ya no es lo mismo. La turbadora experiencia de la orquesta le ha quitado brillo al despertar diáfano. Ahora discurre entre la ambivalencia del existir. Por eso, luego, una atmósfera operística y dramática envuelve el coloquio entre el piano y la orquesta. Qué nitidez de todos los estados. Podemos percibir todo el conjunto. Por eso se puede descubrir y entender. Maravilla clásica de una de las cumbres mozartianas: Concierto para piano n.º 23 en la mayor, KV. 488. Está permitido emocionarse del cerebro al corazón con esta interpretación soberbia de Horowitz. 




Larghetto en la bemol mayor. Si esperamos que el tiempo fluya con serenidad, he aquí la mejor apuesta. Los efectos mozartianos están en su mejor forma. Nada pueda inquietarnos, incluso la posibilidad de una guerra nuclear o el triunfo electoral de una mafia política. En el tiempo evangelizador de Mozart, el movimiento no puede ser desenfrenado. Sino de ubicación de todo lo que pasa en el instante sonoro. La unidad y multiplicidad están reconciliadas. Maravilla clásica: Cuarteto para piano y cuerdas  N º 2 en mi bemol mayor  KV. 493

jueves, 2 de diciembre de 2010

El deseo en un andante mozartiano

Mozart compuso antes de los veinte años, cinco conciertos para violín. Todos ellos dentro de los límites del clasicismo de Mannhein, formalmente impecables y de una inventiva superior. Sin embargo, todavía no nos entrega la obra suprema para instrumentos de cuerda. Era una deuda pendiente. Pues en el terreno sinfónico la sinfonía n. º 25 se erigía como la mayor pieza instrumental de su época cuando el genio sólo contaba con 17 años. Y el concierto para piano n. º 9 en mi bemol mayor "Jeunehomme", con el andantino profundamente trágico y melancólico, se había estrenado en 1777, cuando el maestro sólo contaba con 21 años. En una carta de 1777, Leopoldo le dice a Wolfgang: "No te has dado cuenta de lo bien que tocas el violín". La sentencia del ciclopedeo padre parecía sonar a orden imperativa: ya has hecho todo lo posible, sólo te falta la gran obra para cuerdas. 

Hacia 1779, Mozart se encuentra enfrascado en una frenética gira por varias ciudades centroeuropeas. La misma incluye la odiada París y la siempre estimulante Mannheim, donde se encontraba la orquesta más culta y competente de Europa. En Mannheim tiene contacto con un género musical que se encontraba en el límite entre la sinfonía y el concierto: la sinfonía concertante. La sinfonía concertante había sido cultivada con esmero por los maestros de Mannheim, orquesta que se había convertido en un referente obligado junto al Concert Spirituel de Francia. Mozart conocía a amabas orquestas, pues había producido composiciones para ambas. Así 1779, Mozart nos ofrece su obra cumbre para instrumentos de cuerdas: La sinfonía concertante en mi bemol mayor KV 364/320b para violín y viola. Esta composición presenta tres movimientos: Allegro, Andante y Presto. Y es precisamente el andante la razón de ser de este texto. 

Hace unos años leía los Silogismos de la amargura del abrasivo ensayista y melómano comprometido Emil Cioran. Cioran nunca ocultó su pasión por Bach y por Mozart. Sobre los andantes mozartianos, Cioran escribió: "De algunos andantes de Mozart se desprende una desolación etérea, como un sueño de funerales de otra vida" (Silogismos de la amargura, 1952). Cioran sabía lo que decía. Conocedor profundo de la música, podía reconocer en el aire sonoro (Busoni) la condición suprema de la misma sobre todas las actividades humanas. Así, Cioran escribió en el mismo libro esta bella y sobrecogedora sentencia: "Sin el imperialismo del concepto, la música hubiera sustituido a la filosofía: habría sido entonces el paraíso de la evidencia inexpresable, una epidemia de éxtasis". 


Mozart contaba con 21 años cuando compuso la gran sinfonía concertante para violín y viola. Ya en ese momento, varias óperas, conciertos, sinfonías y harta música de cámara habían surgido de esa extraña confluencia que es el yo y su cerebro que, en el caso de Mozart, nos hacen demostrar la existencia de los milagros. Mozart era un milagro humano. Alguien que aun resulta increíble que fuese uno de nosotros. Por ello, en el andante de la sinfonía concertante en mi bemol mayor, podemos encontrar todas las huellas, todos los rastros de las dimensiones de la humanidad. Bien dice Cioran: "sueño de funerales de otra vida". Realidad, demostración y anhelo que, aunque resulte, a veces, imposible de demostrar, es condición para el corazón amante de la tierra bella y buena: el paraíso. Aunque en el imperialismo del concepto es muy difícil demostrar lo que el corazón sabe abundantemente, la música lo demuestra de modo claro y distinto. Seremos superiores como especie cuando sepamos hablar en música. Mozart fue el primero en salir de la multitud.

Andante. Sinfonía Concertante para violín y viola en mi bemol mayor KV 364/320d de W. A. Mozart. Licencia para sentir lo real, como quieras melómano y melómana.