Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Piano, violonchelo y violín. Los grandes trios (una selección personal)

Los tríos para piano, violonchelo y violín han sido abordados con frecuencia por los grandes compositores. Y es difícil elaborar una lista que haga justicia a un repertorio que posee cumbres con derechos propios y adquiridos. Sin embargo, de tiempo en tiempo me vienen ganas de confeccionar una selección de los tríos para piano y cuerdas que más me han llamado la atención a lo largo de los años.  Y esta es la oportunidad. Como en otras oportunidades, me disculpo por las omisiones que podría cometer. Pero me arriesgo, pidiendo disculpas a mis pacientes lectores si faltara algún trío de sus preferencias. 

Empecemos....

1. Trío para piano y cuerdas en re menor, op 70 N. 1 " De los espectros", de Ludwig Van Beethoven. Compuesto en 1807 y estrenado en 1808. De todos los tríos de maestro de Bonn, probablemente sea el más conocido y el más admirado. Tiene uno de los movimientos más logrados y sombríos de todo su repertorio: largo assai ed espressivo, del que proviene su nombre. A fin de mantener la unidad de la obra, comparto toda la composición, esperando que prestemos atención al segundo, descomunal, movimiento, 



2. Trío para piano y cuerdas n. 1 en re menor op 49 de Felix Mendelssohn, completado en 1839 y estrenado en 1840. No cabe dudas, que este trío posee uno de los primeros movimientos más románticos del repertorio. Y de debe a la fina inclinación de Mendelssohn por la melodía. Si teníamos por Mendelssohn una actitud contraria a su época, el inicio nos los devuelve a su propia era. Gran trío, necesario en toda colección de música de cámara. 



3. Trio para piano y cuerdas en fa sostenido n. 1 op 1 de Cesar Franck. Compuesto en 1840, con solo 18 años, es una de las muestras más logradas del talento del gran compositor belga. El primer movimiento nos lleva a dimensiones insospechadas de pasión romántica, pero en un nivel de innovación sobrecogedor. En esta obra se anuncian cumbres del repertorio de Franck como la sonata para piano y violín y el quinteto para piano y cuerdas.



4. Trio para piano y cuerdas en mi menor N.2 op 90 de Camille Saint-Seans. Compuesto en 1892 es una de la obras mejor logradas del repertorio de cámara del ilustre compositor francés. Ya hemos escrito sobre esta joya en una entrada anterior. Y creo que es necesario seguir haciéndole justicia. El primer movimiento: allegro non troppo, es posee una melodía que atraviesa como cuchillo. 


5. Trío para piano y cuerdas en mi menor N. 4 op 90 "Dunky" de Antonin Dvorak. Una de los tríos que hacen del compositor checo un consumado creador de música de cámara. Este trio se estrenó en 1891 y se inspira en los sonidos populares que tanto fascinaban al gran Dvorak. Todas las seis "dunkas" son de un virtuosismo notable. Vale oro por donde se le mire. 



6. Trio para piano y cuerdas en mi menor n. 2  op 67 de Dimitri Shostakovich. No hay duda que la figura del gran Shostakovich sigue creciendo con el tiempo. Y este trío es uno de los mejores ejemplos de lo que era capaz de componer para el repertorio de cámara. Estrenado en 1941, en plena guerra, está dedicado a la memoria de Ivan Sollertinsky, uno de sus mejores amigos. El trío en mi menor, exige a los interpretes una virtuosismo extremo que, por momentos, raya en la dinámica energética absoluta. Un gran trio, para poner punto final a esta modesta selección.


martes, 15 de septiembre de 2020

José de Orejón y Aparicio: el mayor compositor peruano del siglo XVIII

Podría resultar extraño que en un tiempo en el que sufrimos innumerables dificultades, pretendamos escribir algunas líneas sobre un compositor del siglo XVIII. Sin embargo, en estas circunstancias, es cuando debemos recordar a los peruanos más ilustres y darlos a conocer para ponderar nuestros hitos artísticos

Cuando pensamos en los compositores más importantes del periodo barroco tardío, se nos vienen a la mente nombres cuya celebridad ha sido largamente reconocida. Vivaldi, Haendel, Telemann y J. S. Bach, tienen un lugar pleno y justificado en la historia de la música. Pero cuando pensamos en los músicos de América Latina del siglo XVIII, inmediatamente, se anuncia un silencio que proviene de la perplejidad ¿Hubo una experiencia de música académica en nuestro medio en aquellos siglos? La respuesta es enfáticamente afirmativa. Y de una calidad notable.

A comienzos del siglo XVIII, ya se había establecido plenamente una práctica de composición académica en nuestro territorio, sobre todo en las ciudades de Lima, Cusco, Arequipa y Trujillo, como documentan los diversos archivos arzobispales, obispales y cabilderos. Así, bajo el auspicio de la autoridad virreinal y de las órdenes religiosas, llegaron músicos peninsulares y de lo que hoy denominamos, Italia. Dichos compositores, venían con una experiencia ganada en varias cortes, tanto aristocráticas como clericales. Lo que acrecentó la calidad del ecosistema musical de aquel tiempo. Por ejemplo, desde 1717, el gran músico toscano Doménico Zipoli SJ, ejerció su labor en las misiones jesuitas afincadas en Córdoba (por aquel tiempo parte del virreinato peruano) y dejó una copiosa obra esparcida en el sur del continente.  Asimismo, se afincaron en Lima, compositores de una importante experiencia, como Tomás de Torrejón y Velazco, Juan de Araujo y Roque Ceruti, entre otros. 

Nacido en Huacho en 1706 y fallecido en Lima en 1765, José de Orejón y Aparicio, tuvo como profesores tanto a Torrejón y Velazco como a Roque Ceruti (quienes ostentaron varios cargos musicales). Así, por ejemplo, Orejón tomó de Ceruti el modo italianizante del maestro milanés y lo incorporó en su forma de composición. Ya, luego, en la cima de su carrera, llegó a ser maestro de capilla de la Catedral de Lima en 1760 hasta su muerte, dejando una obra que poco a poco está siendo redescubierta en su real magnitud.

El maestro José Quezada Maquiavelo, en la introducción del libro de la profesora Diana Fernández Calvo, José de Orejón y Aparicio. La música y su contexto”, al referirse al compositor huachano, afirma que “es uno de los compositores más importantes en el mundo hispano del siglo XVIII; podría afirmarse que es el de mayor talento entre los nacidos en la América Barroca. Su música lo eleva encima del promedio de los compositores que actuaron en Iberoamérica en su época”. Estos justos juicios, descansan en investigaciones musicológicas convenientemente comprobadas y especializadas.

Junto a las investigaciones, la obra de Orejón y Aparicio ha tenido una creciente difusión fonográfica. Una de las últimas grabaciones, ha sido publicada por el sello Cobra - especializado en el repertorio poco difundido del renacimiento y barroco –con el bello título “La esfera de Apolo”. Este álbum recopila 20 composiciones del gran compositor peruano, todas ellas de una calidad que supera con creces la producción de otros músicos de su época.

Escuchar la cantata “Ah, de la esfera de Apolo” o el villancico “Ah del día, ¡ah de la fiesta!”, entre otras tantas, es disfrutar el nivel superior de las obras del maestro huachano y reconocer que no lo conocemos como debería ser. Sin embargo, extrañamos en esta compilación las soberbias obras “Ah, el gozo” y, cómo no, “Mariposa de sus rayos”. Felizmente, tenemos en casa la interpretación de ambas obras que hiciera la maestra Lola Márquez, dirigida por el gran José Quezada Maquiavelo. 

https://rpp.pe/columnistas/ricardoleninalfredofallacarrillo/jose-de-orejon-y-aparicio-el-mayor-compositor-peruano-del-siglo-xviii-noticia-1292370