Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 30 de abril de 2007

Coincidencia extraña


1903, nacen tres de los mayores pianistas del siglo XX. Arrau en Chile, Serkin en Austria y Horowitz en Rusia. En los tres espacios de occidente y sus variantes, América, Europa Occidental y Europa Oriental. Tanto Arrau como Serkin murieron en 1991. En cambio, Horowitz, en 1989.

!Qué extraña coincidencia se habría dado si Horowitz muriese un bienio después!


Otro elemento que los identifica es que fueron los últimos exponentes de la célebre escuela romántica, la que postulaba que el músico estaba llamado a ejercer una labor casi religiosa en ámbito artístico y cultural. A diferencia de los compositores de este siglo, concientes de las limitaciones integrales del artista. En ese sentido, los interpretes aun siendo notables, se encontraban bajo referentes estéticos algo atrasados respecto a los creadores. ¿Conservadurismo inevitable? Quizá. Por ello, en estas cumbres aun vibra cierta inocencia, una actitud de reverencia ante el legado de la tradición pianista. No hay sarcasmos, ni aproximaciones irreverentes. Una certera solemnidad, segura de lo que se recrea en cada pieza. Es evidente, nacieron en 1903, cerca, muy cerca, al gran siglo del piano.

domingo, 29 de abril de 2007

Sinfonía No. 14 de Shostakovich


Estrenada en 1969 y conocida por mi en el 2007. Pocas veces me he lamentado tanto como hoy de mi enorme ignorancia musical. Sabía quién era Shostakovich, podía reconocer la célebre sinfonía "Leningrado" y algunos de sus memorables cuartetos. Pero no era uno de mis héroes del siglo XX como Britten, Poulenc, Messiaen, Xenakis, Nono, etc. Se que los compositores que nombro se hallan en otros referentes estéticos y estilísticos, distintos a este imprescindible autor ruso. Sin embargo, después de oír y apreciar esta conmovedora obra, considero seriamente mirar con muchísima atención la vasta creación de Shostakovich.


Esta sinfonía se construye a partir de textos poéticos de Apollinaire, Garcia Lorca, Kuchelbecker y Rilke, cantados, a la "maniera" mahleriana, por una soprano y por un bajo. La atmósfera en general me resulta sombría y asfixiante. Desolación, burla mordaz, en suma, el ejercicio del dolor en su máxima expresión. Quizá las suites para violonchelo de Britten, amigo cercano de Shostakovich, poseen similar densidad y oscuridad. Sin embargo, y estas son las paradojas del arte, la sinfonía 14 es una obra, a pesar de su dolor, profundamente bella.


¿Cómo puede ser el dolor tan bello? El dolor no es bello. Pero bella es la forma con la que se le evidencia. El contrapunto entre la voz soprano y violonchelo en "El suicidio", con texto de Apollinaire, resulta terriblemente conmovedor. Me deja sin aliento, fascinado por las posibilidades de inspiración que pueden poseer los abismos. ¿Qué ideas manejaba Shostakovich al momento de emprender esta sinfonía? Su vida y su actitud política fue siempre muy contradictoria; dos veces se tuvo que retractar de sus convicciones libertarias en la Unión Soviética stalinista y postestalinista. El miedo al "Gulag", a la censura de los comisarios y al ostracismo cultural, pueden haber influido en sus arrepentimientos públicos. Probablemente, el dejar de componer le pareció más terrible que la falta de libertad. Hubiera sido muy difícil crear en las estepas siberianas o en un manicomio para enfermos de "individualismo burgués". Por ello optó por seguir siendo un músico del partido.


Ahora que escucho nuevamente la 14 de Shostakovich, sigo pensado en las ideas previas a la concepción de esta obra. Vislumbro, más allá de lo lúgubre, una luz que "deja siempre a la sombra vencida" (Miguel Hernández). ¿Cuál es esa? El ejercicio mismo de la creación que, a pesar de lo siniestro que pueda recrear, se evidencia por si sólo como un triunfo del espíritu. Y me reafirmo en lo creo: gracias al arte, todo aquello que en otros contextos puede parecer devastador, resulta bello y por eso mismo, esperanzador.

viernes, 27 de abril de 2007

Murio Rostropovich


Escuchar la hermosa versión de la sonata número 2 para piano y violoncelo de Brahms. En el piano Rudolf Serkin, en el violoncello Mitislav Rostropovich. Suspirar por tanta belleza, guardar silencio y resignarse a que los genios mueren. Me queda el recuerdo de las únicas veces que oí esta versión, en casa de un amigo, hace tantos años. Hoy murió Rostropovich.

viernes, 20 de abril de 2007

Hoy es Keats, el resto es silencio


"Las músicas oídas son dulces, pero más dulces son las no oídas"
John Keats (1795-1821)

Seriación poética: desde la orilla de Keats

ODA A UNA URNA GRIEGA

Tú, aún inviolable novia de la quietud,
tú, hija adoptiva del silencio y del tiempo tardío,
narrador silvestre, que así expresa
una historia florida mejor que nuestras rimas:
¿Qué leyenda frondosa persigue tu forma
de dioses o mortales, o de ambos,
en Tempe o en los valles de la Arcadia?
¿Qué hombres o dioses son esos? ¿Qué doncellas remisas?
¿Qué persecución demente? ¿Qué lucha para escapar?
¿Qué flautas y timbales? ¿Qué salvaje éxtasis?

Dulces son las melodías escuchadas, pero aquellas no escuchadas
son más dulces: por lo tanto, ustedes suaves flautas, toquen;
no a los sensuales oídos, pero, más querido,
toquen al espíritu canciones sin sonido:
¡Bella juventud, tras de los árboles, no puedes abandonar
tu canto, ni nunca pueden esos árboles estar desnudos;
audaz Amante, nunca, nunca la besarás,
aunque casi lo hagas-mas no sufras;
ella no puede irse, aunque no tienes tu felicidad
por siempre amarás, y ella por siempre será hermosa!

Ah, ramas afortunadas, afortunadas que no pueden perder
tus hojas, ni nunca decir adiós a la primavera.
Y, feliz músico, infatigable,
tocando siempre canciones siempre nuevas.
Amor más feliz, más, más feliz,
siempre caluroso y aún sin disfrutar,
siempre anhelante y siempre joven;
lejos de toda la pasión humana que respira,
que deja un corazón muy doloroso y hastiado,
una ardiente frente, y una abrasante lengua.

¿Quiénes son esos que vienen al sacrificio?
¿A qué altar verde, oh misterioso sacerdote,
llevas esa novilla que le muge a los cielos
y toda su sedosa caderas con aureola vestidas?
¿Qué pequeño pueblo junto al río o la playa,
montañas construidas con ciudadela pacífica,
se ha quedado sin gente, esta pía mañana?
Y, pueblo pequeño, tus calles para siempre
estarán en silencio; y ni siquiera una alma para decir
por qué estás desolado, podrá volver.

¡Oh, pura forma ática, bella actitud, trenzada
de hombres de mármol y de doncellas excesivamente decorada,
con forestales ramas y la abrumada mala hierba!
Tú, silenciosa forma, nos inquietas
como hace la eternidad: ¡Pastoral fría!
Cuando la vejez esta generación derroche
tú permanecerás, en medio de otro infortunio,
siendo una amiga del hombre, a quien le dirás:
“La belleza es verdad; la verdad, belleza —esto es todo
lo que sabes sobre la tierra, y todo lo que necesitas saber”.

Ode on a Grecian Urn ( Versión original)

THOU still unravish’d bride of quietness,
Thou foster-child of silence and slow time,
Sylvan historian, who canst thus express
A flowery tale more sweetly than our rhyme:
What leaf-fring’d legend haunts about thy shape
Of deities or mortals, or of both,
In Tempe or the dales of Arcady?
What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
What pipes and timbrels? What wild ecstasy?

Heard melodies are sweet, but those unheard
Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;
Not to the sensual ear, but, more endear’d,
Pipe to the spirit ditties of no tone:
Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave
Thy song, nor ever can those trees be bare;
Bold Lover, never, never canst thou kiss,
Though winning near the goal - yet, do not grieve;
She cannot fade, though thou hast not thy bliss,
For ever wilt thou love, and she be fair!

Ah, happy, happy boughs! that cannot shed
Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;
And, happy melodist, unwearied,
For ever piping songs for ever new;
More happy love! more happy, happy love!
For ever warm and still to be enjoy’d,
For ever panting, and for ever young;
All breathing human passion far above,
That leaves a heart high-sorrowful and cloy’d,
A burning forehead, and a parching tongue.

Who are these coming to the sacrifice?
To what green altar, O mysterious priest,
Lead’st thou that heifer lowing at the skies,
And all her silken flanks with garlands drest?
What little town by river or sea shore,
Or mountain-built with peaceful citadel,
Is emptied of this folk, this pious morn?
And, little town, thy streets for evermore
Will silent be; and not a soul to tell
Why thou art desolate, can e’er return.

O Attic shape! Fair attitude! with brede
Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!
When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say’st,
«Beauty is truth, truth beauty,»- that is all
Ye know on earth, and all ye need to know.

jueves, 19 de abril de 2007

La Sinfonía para adolescentes, imprescindible


Una obra fundamental, dirigida por un conductor fundamental de la segunda mitad del siglo XX. Herbert Von Karajan (1908-1989) nos hiptotiza desde la parafernalia y pirotecnia más eficaz, desde la seducción barnizada de profundidad. Discutible como todo lo grande, pero jamás indiferente.

Recuerdos de Karajan: Sinfonía para adolescentes

Se que fue el último director de una generación de conductores célebres, inspirados en el totalismo mahleriano como Furtwangler, Walter, Klemperer,etc. De esos directores que transformaban la sala de ensayo en un campo de batalla, donde "la profundidad" y solemnidad postromántica eran el principio estético dominante.
Mis recuerdos con Karajan se remontan a más de dos décadas atrás. Cuando la televisión publicitaba colecciones populares de música clásica y se podía ir cualquier tienda de discos a conversar con los vendedores sobre obras, grabaciones, interpretes. Por aquellos años, la editorial Salvat editó la serie "Grandes Compositores" en fascículos, que incluían una grabación producida por las discográficas más importantes de música selecta. La primera entrega fonográfica fue la Quinta de Beethoven, con la Sinfónica de Berlín y dirigida por Karajan. En casa teníamos una versión bastante menos conocida, pero muy intensa y bien ejecutada. Pero cuando oí la interpretación de Karajan toda mi percepción sobre Beethoven cambió. Es más, considero que gran parte de mi idea de lo que debía ser una ejecución sinfónica fue trastocada por el vértigo atronador de Karajan y "su" Beethoven.
Ahora pienso que debió a la edad o quizá al hecho de no acceso a otras grabaciones. Hoy me siento más inclinado a preferir una dirección más íntima y esencial como las de Giulini o meditadas como las de Gardiner. La pirotecnia de Karajan no me atrae como antaño. Sin embargo, le debo a este mounstro tiránico y contradictorio (fue Nazi) el haber tenido momentos de absoluta felicidad en mi solitaria adolescencia melómana.
En estos momentos estoy escuchando esta versión y me pregunto quién era aquel muchacho que se emocionaba con esta grabación y quién es este hombre que ahora, a la distancia, analiza, compara y disuelve en teorías sus propias pasiones juveniles. Pero más allá de estas disgregaciones, reconozco que la melomanía actual le debe tanto a esta "sinfonía para adolescentes".

domingo, 15 de abril de 2007

Jacqueline du Pres (1945 -1987)


No tiene sentido decir más. Sólo su nombre basta. Aquí en diálogo con ciertas instancias de lo divino.

Este atardecer: el violoncello y Mendelssohn


Sonata en do mayor para piano y violoncello Op 58 de Felix Mendelssohn. Grabación de 1967 que oigo por Internet. La versión es impresionante. Después del Molto allegro e vivace el silencio se apordera de la banda ancha y el presentador, en tortuoso castizo, al fin menciona a los interpretes: Jequeline du Pre y Daniel Barenboim. Eran pereja y ella murió muy joven. Como cuenta Barenboin en su Autobiografía, la muerte de Jaqueline du Pres fue lo peor que le pudo ocurrir. No era para menos. Además de esposos, ambos eran músicos y cómplices de extraordinarias aventuras artísticas. Una de las mejores cellistas del último siglo junto a uno de mayores pianistas de las últimas décadas.

La versión en cuestión es total. La delicada y recatada pieza de Mendelssohn se transforma en un combate entre el violoncello y el piano. Puede ser la versión más romántica de esta hermosa sonata. Y es curioso, Mendelssohn aun cuando fue el más clásico de los románticos, suena en esta interpretación como un romántico de primer orden. !Qué poder tiene la interpretación! Es capaz de modificar la percepción habitual que se tiene de un compositor y nos puede evidenciar otras tensiones y facetas.

Cielo e interpretación poderosa en esta tarde desgajada por obra del sol. Crepusculares colores que siguen las líneas melódicas de un Mendelssohn exorcizado por Du pres y Barenboin. Cielo rojo y naranja, viseral sonido que ambos planean desde ese espacio mágico que es el de la interpretación creadora.

viernes, 13 de abril de 2007

Mendelssohn I

El niño que soñaba ser Mendelssohn. Una vida que era asumida desde la perfección. !Que lejos está el sueño de ser Mendelssohn!
"Feliz música feliz escrita por un joven de 17 años. La vida era agradable para el joven Mendelssohn. Tenía todo lo podía ambicionar un joven: unos padre buenos, una gran casa en los que se daban conciertos una vez por semana y una hermana con la que tocaban juntos en el piano. No era extraño que Mendelssohn era feliz".
Los Grandes Compositores. Walt Disney Records. Grabación que estaba en casa y que debo haber escuchado entre 500 o 1000 veces. Fui mi primer aprendizaje, el primer amor melómano.

lunes, 9 de abril de 2007

Protagonistas de "Lecciones de Historia Natural"


Lecciones de historia natural

I
Clara espera callada como en todas las tardes de los viernes invernales la próxima visita de Johannes. Robert es un recuerdo memorable sobre la pared y el pretexto para charlar, tocar el piano y cantar. Johannes entiende el drama de cada encuentro, la predecible mirada furtiva, la evolución de las especies y la lejanía de los tiempos que fueron Mozart, admirados, pero idos. El lleva consigo la alabanza del maestro – “inclinaos señores, estáis ante un elegido” -, el honor de la deuda con el amigo amado y perdido; el insensato arrojado al río, la mano inservible y la nostalgia de los muertos jóvenes prodigios. Clara carga con todo ello; viuda insigne, respetada voz del último decimonono y amadisima secreta de Johannes.
II
El simulacro del beso. Una vez más el piano fue arrimado para el pretexto llamado Robert. Las galletas de Bruselas y el té indio de las seis berlinesas. Devoción romántica y el freno clásico por el difunto yaciente en la pared y la máscara mortuoria respectiva. Son veinte años de diferencia y la devoción todo lo trastoca. “Inclinaos señores, estáis ante un elegido” , dice el piano arrimado, - “toca con la fuerza de un león” - , afirma la máscara. Clara se ofusca de tanta viudez. Johannes recoge el agua del río que aun se esconde en la pared recordatoria. Se tiene que marchar, ahora que Robert regresará desde su mano arruinada, desde su honor librado y sobreviviente.
III
Canción de amor. Canción húngara entonada en una gira por Bohemia. Música compuesta desde el abismo decimonónico, unida a las naciones y la secreta huella, siempre inmanente, ilustrada. Canción para Clara. Después, alguna fama y el principio de los aplausos. Pero el maestro esta muerto y sus amigos lo han seguido. Otros, andan tras el cantor de Nuremberg - música del futuro - dicen. Hugo, burlón, organiza la pifia generalizada; basura en el escenario por la música antigua de Johannes. Compasión y timidez por diez años. Botellas de aguardiente y Sextetos dolientes y sublimes. El encierro logra sus frutos y la burla se convierte en otros deseos.
IV
Cambiar la vida y la vida estaba cambiada. Estadía berlinesa y galletitas de Bruselas nuevamente; aplomo prusiano, ahora de moda. Enorme barriga y barba mesiánica, de moda - también - por Karl, el Moro. Johannes no entiende de estas cosas, no las descifra su nostalgia. Tiempos idos tras los nuevos; progreso, dicen, los entusiastas: perfecto amor al movimiento en las colinas desoladas y en ciudades eléctricas. Fama y nostalgia. Hígado henchido de tanto viajar a la tierra de los jóvenes muertos (la Ginebra recobra las imágenes, coloca en el lugar preciso los recuerdos y hace milagros, los últimos, que se oirán en el tiempo que quede por seguir). Clara, vieja, muere de tanto querer ser arrimada al piano. Y el cangrejo se hará un Trío y varios opus finales. Y la vida se hará más marchita y Johannes lo supo.

sábado, 7 de abril de 2007

Euterpe


Euterpe, musa de la música

Ese disco existe (disculpen la nostalgia). Una pequeña historia de melomanía


Hace veinte años supe de la existencia del "The dark side of the moon". Antes, sólo había escuchado el célebre sigle del The Wall: Another brick in the wall Pat II, cuando era niño. En mi adolescencia Pink Floyd era un grupo considerado clásico. Los chicos del barrio casi nada sabíamos de lo que esta banda había hecho. Y el sólo nombre de Pink Floyd traía reminicencias de un pasado ignoto, aunque sin el mito que los mayores del barrio atribuían. Nosotros estabamos con Iron Maiden, Judas Priest, Saxon, etc.

Al salir de la secundaria mi bajage musical se extendió notablemente. Conocer nueva gente trajo nuevos grupos y estilos. Y el sentido de frustración se canalizó gracias a Sex Pistols, Killing Joke, etc. Cierta vez, mientras caminaba con un amigo cercano, vimos en un anaquel de revistas viejas de rock, la foto de David Gilmour enpuñando su guitarra. Compré la revista y leí un largo artículo por los veinte años de Pink Floyd (era 1987). Incluía un análsis de toda su discografía y un comentario al A momentary lapse of the reason que se había editado aquel año. De todos los títulos de los álbunes de Pink Floyd el que más me llamó la atención fue: the dark side of the moon. El nombre del disco me quedó dándo vueltas, pero como ninguno de mis amigos le interesaba aquel tipo de música, la sorpresa fue olvidada por otras más vitales.

Ya en la universidad era una marca obligada poseer una cultura musical que excediera las brabuconadas del hardcore y la pirotecnia del Heavy Metal. Y la trova cubana, argentina y española era el pasaporte al ideal de la cultura universitaria (de la república de las letras). Aunque tuve que hacer algún guiño y algunas concesiones a esas mongadas, en mi siempre latía el sentido poderoso del hard rock. Gracias a Dios, sí gracias a Dios, que conocí a un grupo de amigos tan obsesionados por el rock como yo. Aunque ahora "cabalgan en caballos desvanecidos", su influencia fue notable. Y así pude conocer a Led Zeppelin, Ten Years After, The Cream, y ahondar más en Deep Purple, Black Sabbath, etc. Y por curiosidad deductiva llegué a conocer King Crimson, Yes, Genesis, Premiata, Emerson, etc. Y de esa afamada turba ampulosa y a veces, asfixiante, reconocí a Pink Floyd. Una epifanía para aquel joven de 18 años.

Y el disco era el The dark side of the moon. Podía grabarlo de algún amigo, pero no era el caso. Tenía que tenerlo. De moneda en moneda fui juntando para mi ejemplar. Por tres semanas me abstuve de algunas cosas y llegó el día de la compra, viernes de algún día de julio de 1988. Fui al centro de la ciudad, pues en ese lugar se encontraban la mayoría de discotiendas. Me acerqué al mostrador y pregunté a un vendedor por el The dark side of the moon de Pink Floyd. El tipo me miró extrañado y me dijo si estaba seguro del título del albún. "Ese disco existe" le repliqué algo tímido. "¿Cómo es en castellano"?, me inquirió. "El lado oscuro de la luna", le respondí. Se agachó y de la parte baja del mostrador sacó un cassette con el título en castellano, editado por la EMI local: El lado oscuro de la luna. Sin probar lo compré apurado, deseoso de llegar a casa escucharlo. Recuerdo el sentido de alegría que me acompanó mientras me dirigía a casa.

Entré a mi habitación y coloqué el cassette en el SANYO, me froté las manos...y nada. "!Qué pasó!", me dije en voz alta. "¿Estará fallado?". Volví a menterlo en la cassetera y nada. Puse la radio y no había emisión. Como era costumbre en aquellos días, me acerqué al interruptor y el foco de luz no prendió. Apagón, gracias a Dios. Mi cassette no era el que fallaba. Tomé una pequeña radio a pilas que tenía casetera, coloqué los audifonos y...empezó Speak to me. Y así, mientras la noche se acercaba, una a una las canciones fueron pasando. Y al terminar Ecplise me quedé en la más absoluta oscuridad. Me aproximé hacia la ventana y la luna llena iluminaba la calle sin luces.

Durante semanas aquel albún era lo único que escuchaba. Memoricé todas las melodías, ritmos y lo poco de letras que podía entender. Al año siguiente mi cultura sobre Floyd se había incrementado notablemente, aunque mis notas universitarias, para horror de mis padres, disminuían notablemente. Pero yo era un melómano, soy un melómano. Y un adicto a Euterpe se manifiesta desde joven. Un amante de Euterpe, suelto, es de atar. Al pasar la veintena, mis gustos se fueron ampliando. Y Euterpe me llevó a otros horizontes del sonido, más sublimes quizá. Pero siempre quedó en mi el gusto por la obra de Pink Floyd, aunque reconozco sus evidentes limitaciones ante otros ejercicios creativos.

Y el lunes 12 de marzo de 2007, sin habérmelo propuesto, me hallaba a cincuenta metros de Roger Waters, la mitad de Pink Floyd. Hacía veinte años que leía un artículo sobre esta banda. Y veinte años que pensaba, soñaba, con asistir a un concierto de los Floyd... Después del intermedio, la luna se proyectó sobre una pantalla gigante y Speak to me daba inicio al albún que tanto disfruté y gocé en la "década perdida", en la década en la que mi melomanía se convirtió en uno de los centros de mi vida. Tras Eclipse, pensé: "ese disco existe". Y al llegar casa comprobé, una vez, más que este melómano también.

viernes, 6 de abril de 2007

"Thou still unravished bride of quietness" (*)




(*)"Tú, aún inviolable novia de la quietud"
Oda a una urna griega. John Keats


Courante de la suite número 6 para violoncello de J. S. Bach (BWV 1012). "Soli Deo Gloria", como escribía el "artesano mayor" en cada una de sus partituras.
"Soli Deo Gloria" = ¿inviolable novia de la quietud?






jueves, 5 de abril de 2007

Peru Blogs
Peru Blogs

II Sent. 12, 2,1,4; II Sent. 13, 2, 2. San Buenaventura


¿Puede haber algo más hermoso que la voz humana interiorizando la luz? . Aquí un texto de San Buenaventura, iluminado, sobre la luz:


"Lux est natura communis reperta in omnibus corporibus tam coelestium quam terribus...Lux est forma subtantialis corporum secundum secundum cujus mayorem e minorem participacionem corpora habent verius et dignius esse in genere entium"(*)
(*)"La luz es la naturaleza común que se encuentra en todos los cuerpos, tantos celestes como terrestres...La luz es la forma substancial de los cuerpos, que poseen más real y dignamente el ser cuanto más participan de ella".
Esta tracucción no logra a plasmar la belleza del texto original en latín. De ahí nuestras excusas.


miércoles, 4 de abril de 2007

Música y Luz

Una melodía suspendida en lo alto, que fluye transparentemente, se asemeja, pienso, al estado de la luz absoluta. Quizá la luz del sonido logra sintetizar las diversas variaciones de la luz visual. Vermeer logró unificar todas las luces posibles en su pintura; de ahí que la luz sea la protagonista esencial de sus obras. ¿Qué ocurriría si trasladamos la síntesis absoluta de la luz- lograda por Vermeer- al sonido? ¿Cómo sería el sonido de la luz absoluta?
Ahora que recuerdo, existen composiciones que alcanzan esta dimensión lumínica. Los ejemplos que se me vienen a la mente son de Mozart. El adagio del Cuarteto para Oboe K 370 y el célebre - bellísimo- adagio del Concierto para Clarinete K 622. Las melodías solistas logran suspenderse en el aire transparentemente, permitiendo que la luz se interiorice en el sonido sin la manor alteración. La pulcritud abierta del oboe y del clarinete, nos permite descubrir, en este caso, una nueva forma posible: la del sonido iluminado.
Luces que suenan, sonidos que iluminan. Pero esto es posible porque ambas formas han sido trabajadas desde el ideal de pulcritud, serenidad y transparencia que el gran arte posee.


Una de las mejores colecciones de la obras de Purcell, bajo batuta y lectura sabia de Sir John Elliot Gardiner. La interpretación del dueto que mencioné en la anterior publicación proviene de esta versión.


Una de las mejores colecciones de la obras de Purcell, bajo batuta y lectura sabia de Sir John Elliot Gardiner. La interpretación del dueto que mencioné en al anterior publicación proviene de esta versión.

Poesía y Música: Gracias a Shakespeare y Purcell

Amphitrite and Neptune:
"No stars again shall hurt you from above, but all your days shall pass in peace and love".

Chorus:
"No stars again shall hurt you from above, but all your days shall pass in peace and love".

lunes, 2 de abril de 2007

Sir John Elliot Gardiner


Aqui Sir John Elliot Gardiner
hace unos años en plena labor.

Ninguna de las estrellas te volverán a lastimar: Purcell por Gardiner

Pocas veces un compositor barroco puede sonar tan postromántico. Al oir " ! Hail! Brigth Cecilia", es como si el espíritu más mahleriano se hubiera apoderado de los convincentes contrapuntos vocales de Purcell, transformándolos en crescendos consecutivos y abrumadores. Sobrecoge al extremo. Y al final el silencio se convierte en un respiro necesario. Qué poderosa versión logra Gardiner.
Y "No star again shall hurt you" de la Tempestad (basada en la obra homónima de Shakespeare), llega a ser, a mi juicio, la mejor interpretación que he escuchado de este hermoso dueto para soprano, bajo y coro. No tengo más palabras. El enorme talento de Gardiner hace de toda interpretación una experiencia sobrecogedora. Gardiner, alejándose de todo historicismo, recupera ese sentido glorioso (sin ser pomposo) y místico de la gran música.