Una melodía suspendida en lo alto, que fluye transparentemente, se asemeja, pienso, al estado de la luz absoluta. Quizá la luz del sonido logra sintetizar las diversas variaciones de la luz visual. Vermeer logró unificar todas las luces posibles en su pintura; de ahí que la luz sea la protagonista esencial de sus obras. ¿Qué ocurriría si trasladamos la síntesis absoluta de la luz- lograda por Vermeer- al sonido? ¿Cómo sería el sonido de la luz absoluta?
Ahora que recuerdo, existen composiciones que alcanzan esta dimensión lumínica. Los ejemplos que se me vienen a la mente son de Mozart. El adagio del Cuarteto para Oboe K 370 y el célebre - bellísimo- adagio del Concierto para Clarinete K 622. Las melodías solistas logran suspenderse en el aire transparentemente, permitiendo que la luz se interiorice en el sonido sin la manor alteración. La pulcritud abierta del oboe y del clarinete, nos permite descubrir, en este caso, una nueva forma posible: la del sonido iluminado.
Luces que suenan, sonidos que iluminan. Pero esto es posible porque ambas formas han sido trabajadas desde el ideal de pulcritud, serenidad y transparencia que el gran arte posee.
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