Música Principia

“Nacido con un alma normal, le pedí otra a la música: fue el comienzo de desastres maravillosos...”. E. M. Cioran, Silogismos de la amargura.

"Por la música, misteriosa forma del tiempo". Borges, El otro poema de los dones.

lunes, 9 de abril de 2007

Lecciones de historia natural

I
Clara espera callada como en todas las tardes de los viernes invernales la próxima visita de Johannes. Robert es un recuerdo memorable sobre la pared y el pretexto para charlar, tocar el piano y cantar. Johannes entiende el drama de cada encuentro, la predecible mirada furtiva, la evolución de las especies y la lejanía de los tiempos que fueron Mozart, admirados, pero idos. El lleva consigo la alabanza del maestro – “inclinaos señores, estáis ante un elegido” -, el honor de la deuda con el amigo amado y perdido; el insensato arrojado al río, la mano inservible y la nostalgia de los muertos jóvenes prodigios. Clara carga con todo ello; viuda insigne, respetada voz del último decimonono y amadisima secreta de Johannes.
II
El simulacro del beso. Una vez más el piano fue arrimado para el pretexto llamado Robert. Las galletas de Bruselas y el té indio de las seis berlinesas. Devoción romántica y el freno clásico por el difunto yaciente en la pared y la máscara mortuoria respectiva. Son veinte años de diferencia y la devoción todo lo trastoca. “Inclinaos señores, estáis ante un elegido” , dice el piano arrimado, - “toca con la fuerza de un león” - , afirma la máscara. Clara se ofusca de tanta viudez. Johannes recoge el agua del río que aun se esconde en la pared recordatoria. Se tiene que marchar, ahora que Robert regresará desde su mano arruinada, desde su honor librado y sobreviviente.
III
Canción de amor. Canción húngara entonada en una gira por Bohemia. Música compuesta desde el abismo decimonónico, unida a las naciones y la secreta huella, siempre inmanente, ilustrada. Canción para Clara. Después, alguna fama y el principio de los aplausos. Pero el maestro esta muerto y sus amigos lo han seguido. Otros, andan tras el cantor de Nuremberg - música del futuro - dicen. Hugo, burlón, organiza la pifia generalizada; basura en el escenario por la música antigua de Johannes. Compasión y timidez por diez años. Botellas de aguardiente y Sextetos dolientes y sublimes. El encierro logra sus frutos y la burla se convierte en otros deseos.
IV
Cambiar la vida y la vida estaba cambiada. Estadía berlinesa y galletitas de Bruselas nuevamente; aplomo prusiano, ahora de moda. Enorme barriga y barba mesiánica, de moda - también - por Karl, el Moro. Johannes no entiende de estas cosas, no las descifra su nostalgia. Tiempos idos tras los nuevos; progreso, dicen, los entusiastas: perfecto amor al movimiento en las colinas desoladas y en ciudades eléctricas. Fama y nostalgia. Hígado henchido de tanto viajar a la tierra de los jóvenes muertos (la Ginebra recobra las imágenes, coloca en el lugar preciso los recuerdos y hace milagros, los últimos, que se oirán en el tiempo que quede por seguir). Clara, vieja, muere de tanto querer ser arrimada al piano. Y el cangrejo se hará un Trío y varios opus finales. Y la vida se hará más marchita y Johannes lo supo.

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