Es una tautología de contratapa decir que una vida no basta para todo lo que puede y debe escuchar. Sin embargo, por más trillada que suene tal aseveración, este año he caído en la cuenta de lo mismo. Hay tanta gran música que resulta un escandalo la brevedad de la vida. Ars (Musica) longa vita brevis, parafraseando a Hipócrates por medio de Seneca. Y todavía es más escandaloso - así lo pienso- que aun se piense que la gran música académica este destinada a una elite (social o intelectual), sobre todo en esta parte del tercer planeta. A pesar de este enorme error, la divulgación masiva de la música selecta es posible por los medios que todos conocemos.
Hace un cuarto de siglo inició sus trasmiciones radio Filarmonía (antes Solarmonía), la única emisora en el país que se dedica a la difusión de la gran música. Un esfuerzo privado que, me consta, se lleva a cabo en medio de grandes sacrificios. En varios momentos de mi vida, los programas de Filarmonía han estado presente como un banda sonora constante. Pero hubo un momento fundamental. Entre 1989 y 1993, el programa Camerata, tras Pianisimo, me hizo descubrir y profundizar mi mayor pasión: la música de cámara. Todavía recuerdo la alegría que me producía la cortina musical de este programa con el primer tema del cuarteto para cuerdas número 1 de Debussy. Y, tras de él, incontables horas del exigente y amplísimo repertorio camerístico. Noches maravillosas que se iniciaban a las 8 y concluían a las 9, cuando empezaba el otro programa: El concierto de la noche. Si había tiempo o espacio, escuchaba las tres horas. Sino, trataba de no perderme Camerata. ¡Tantos cassettes grabé de aquel programa!
Me imagino que muchos han tenido una experiencia similar a la mía. Cada melómano con su emisora y su programa predilecto. En mi caso, si no hubiese sido por Filarmonía, la soledad y la tristeza que ella conlleva, hubiera sido menos tolerable. La soledad de los que se no hallan en la multitud. La soledad de los que prefieren la luz apagada y que miran, en el techo, el reflejo de las sombras en la oscuridad.
Claude Debussy- Cuarteto para cuerdas No 1 Op 10- Animé et trés decidé