Versión de mi columna en RPP: https://rpp.pe/columnistas/ricardoleninalfredofallacarrillo/el-sonido-y-la-furia-beethoven-250-anos-de-su-nacimiento-noticia-1241996
Basta ver cualquier agenda de conciertos de música académica de los
cinco continentes, para advertir que se han programado obras de Beethoven (1770-
1827) con miras a ser interpretadas. La razón no es desconocida. Este 2020 se
cumplen 250 años del nacimiento del gran compositor alemán.
Emil Cioran, pensador y melómano
impenitente, consideró que Beethoven- al introducir los cambios de humor en la
música- la había viciado, dejando entrar, incluso, a la ira. No era para menos.
Poco después de cumplir los treinta años, el gran compositor alemán anunció a
sus hermanos su firme decisión de poner fin a sus días. Así, en el célebre Testamento de Heiligenstadt (1802),
Beethoven hizo evidente la desesperación que le ocasionaba el aumento sostenido
de la sordera y cómo esta situación lo llevaba a encerrarse en sí mismo y a
prescindir de cualquier contacto humano.
Para un compositor, la pérdida de
la audición es probablemente la mayor tragedia. Sin embargo, Beethoven pudo
superar el estado de desesperanza que le ocasionó la sordera. E inició su
momento de mayor producción musical. Justamente, en el periodo que va desde
1799 a 1812, es cuando el compositor revoluciona gran parte de las formas
musicales y crea las condiciones sonoras para el romanticismo musical. Al
transformar a la música en un vehículo de su autoexpresión, le insertó de
manera abierta sus sentimientos, incluidos la ira y la tristeza.
Beethoven fue el puente entre
clasicismo y romanticismo y el primer compositor abiertamente moderno pues
introdujo la subjetividad en la música. Y, al mismo tiempo, la necesidad
ajustar la forma a los requerimientos sentimentales e intelectuales del
compositor. La música, en términos románticos, es un medio para expresar la
subjetividad del artista. Así, el romanticismo musical del siglo XIX (Chopin,
Schumann, Liszt, Mendelssohn, Wagner, Brahms, Saint- Sëans, Tchaikovski,
Smetana, Dvorak, Mahler, etc.), en sus diversas manifestaciones, acusó recibo
del legado beethoveniano.
Por estas razones y otras, se
puede mirar el interior de Beethoven al escuchar gran parte de sus composiciones.
Asistir a los conflictos y las luchas apasionadas de su interior. Pero también
descubrir su enorme capacidad para contemplar la naturaleza y la vida con un
asombro cósmico. En Beethoven hay emoción por todo lo que nos rodea: los bosques,
el mar, las estrellas, etc. Igualmente, por la historia humana y las diversas
maneras cómo se manifiesta lo humano. En ese sentido, Beethoven fue el primer
compositor que articula las ideas y los sentimientos en un proyecto estético. Y
en pos de esa intensión, abrir nuevos caminos.
En el catálogo de las obras de
Beethoven se distinguen sus nueve sinfonías (que incluye la coral, “Una oda a la alegría”), sus cinco
conciertos para piano y su único para violín.
Asimismo, varios cuartetos para cuerdas, sobre todo los últimos ocho.
También las sonatas para piano y violín y, sin duda, sus monumentales 32
sonatas para piano (que incluyen: “Patética”, “Claro de Luna”, “Appassionata”,
“Tempestad”, “Walstein”, “Hamnerklavier”).
Amén de su “Misa Solemnis” y
su ópera “Fidelio”.
Por estas razones, invitamos a
descubrir o redescubrir el legado de uno de los mayores compositores de la
historia. Aprender a reconocer que hay otras sensibilidades estéticas
diferentes a la nuestra. Y a disfrutar, desde el asombro, el ejercicio creador
de un ser humano particularmente dotado.
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