Escribe Ernst Gombrich: " Reír, sollozar, saltar de alegría o patear de ira son actos todavía cercanos a los reflejos primitivos, pero cuando estos elementos repetitivos encajan en unidades más grandes y son repetibles a su vez, nos acercamos a la creación de patrones en espacio y tiempo; la habilidad del artesano del movimiento del trenzado, el tejido, el bordado puede ser comparada, acertadamente, con los movimientos de una danza en la que los pasos individuales estuviesen agrupados en figuras complejas que pudieran ser repetidas o variadas a voluntad...Sin embargo, a diferencia de los movimientos del artesano, los del bailarín son, basicamente, movimientos de respuesta. Bailamos con música, y no podríamos hacer tal cosa de no tener la capacidad de captar y predecir el ritmo de la pieza, tal como el baile en parejas requiere una sensibilidad en cuanto a las intensiones de la pareja" (El Sentido del Orden). Y, por lo tanto, siguiendo la línea argumental de Gombrich, bailar implica anticiparse, intuitivamente, a la música. Eso quiere decir que existen patrones innatos que nos permiten elaborar una compleja operación kinética en la que el movimiento del cuerpo actúa en relación temporal adelantada a la música.
De ser así, ayer mientras asistía al concierto de Depeche Mode, pude ver cómo miles anticipaban sus pasos, en ceremonial antiguo, a la música evidentemente kinética de los populares músicos ingleses. Era como recuperar el natural sentido del movimiento del cuerpo y de pertenencia del mismo. El cuerpo fluye ante la música, la música fluye en el cuerpo. Los músicos que están en el estrado lo saben, aun cuando se les note algo agobiados por repetir el mismo espectáculo una y otra vez. Ciertamente la mayoría va a moverse y a recuperar la pertenencia del tiempo encarnada en el movimiento del sonido y del cuerpo. Recuperar tiempo y movimiento, saberse existente por un par de horas, a pesar que las miles de videocámaras se encarguen de demostrar lo contrario. Porque esa es la paradoja. Por filmar se pierden, como la Marta bíblica, la mejor parte: existir.
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