El segundo movimiento me escarba. Estoy ante el concierto para violín en Mi mayor BWV 1042. El segundo movimiento es un Adagio que contrasta con el premozartiano Allegro. En este segundo movimiento, en Do sostenido menor, la orquesta sólo interviene al principio y al final. El resto de tiempo sostiene, con brevísimas líneas de ostinato, el desplazamiento cantábile del violín solista.
A pesar de su sencillez, este Adagio dice mucho si se le contempla a la luz de los años. Cuando se ha logrado pasar por el fuego, cuando la catabasis se ha tornado en el inicio de la anabasis. Es como hundirse en el fondo de lo que somos/hacemos. Es llegar al corazón de todas las cosas del corazón y, por lo tanto de la razón. Escarba hacia arriba y hacia abajo. ¡Cuánta sabiduría había en este hombre! En Bach nada es superfluo, nada es fútil, nada es innecesario. Ni la mejor filosofía ni la mayor poesía, llegan a la hondura de la música de Bach (eso es lo que pienso). Sin embargo, sólo con los años es cuando descubrimos la exacta dimensión del Kapellmeister del Reino.
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