Me acuerdo de la primera vez. Más
neófito y lego en los asuntos de "la misteriosa forma del tiempo",oí
el nombre en la radio. "Acabamos de escuchar la sinfonía número uno,
Titan, de Gustav Mahler". ¿Mahler?
-dije- ¿Mahler?. Días después, en la biblioteca donde la "misteriosa forma
del tiempo" no tenía lugar, busqué la Historia de la Música de Franco Abbiati. Mahler- exclamé- aquí
está. Leí lo que pude leer. Información básica. El nombre de la sinfonías. La
fama de director omnisciente. Las odiosas audiciones en Nueva York. El temor,
el temblor. Alma que fue el amor de su vida. Pero su música permanecía en las
sombras. ¿Dónde buscar? ¿En Lima? ¿En 1989?. ¿En un país de la
Latinoamérica
subsahariana?
A pesar de las lejanía más honda,
en el corazón latía la ilusión del reencuentro. ¿Cuál? Era extraño, pero por
muchos años estuve convencido que yo había compuesto algo así, cuando niño. O
lo había soñado. Mientras, el tiempo avanza y el laberinto de causas y efectos
me regala mi primer disco de Mahler. Uno de tercera o cuarta mano que me
donaron en radio Solarmonía, cuando pasaron de los discos de vinilo a los de
CDs. Ahí estaba la grabación de la DG "Mahler: Das lied
von der erde" dirigida por Karajan. Escuché el disco de un sólo tiro una
tarde tras un apagón. Der Abschied, me hizo perderme entre las calles de
Magdalena, cercana al mar, durante horas. ¿Qué habías escuchado? ¿De dónde
venía esa voz que atravesaba el día y la noche? ¿Era humano todo esto?
Humano era todo esto. No divino.
No había rastro de divinidad. Era lo humano radical que descubre su propia
historicidad sin dios pero que lo anhela infinitamente. Luego de dos o tres
audiciones, ya no podía más. Necesitaba volver a mis héroes de siempre. Bach,
Mozart, Mendelssohn. Mahler era demasiado para alguien de 21 años. Demasiado.
Había que vivir de otro modo. ¿Viena? ¿1910? No.
Los años pasan. Y cuando puedo
comprar gracias a las leyes mecánicas de la economía de mercado, accedo a la
quinta en do sostenido menor. Sin saber, ahí estaba todo cifrado. El himno a la
potencia espiritual de la materia. Los sonidos se pueden tocar. Cada movimiento
es el tacto de lo real. La música respira como respira el ser cuando se ha
superado el paradigma de la conciencia. Y nos introducimos a la segunda
navegación con la certeza de que se está a punto de llegar a un puerto incierto. El adagietto que odiaba
Adorno y que endulzó a Visconti. A mi me hizo perder el miedo a la tristeza.
Acepté la dualidad de mi condición de lóbrego mamífero.
Entre tanto, el tiempo sigue su
marcha. Los años acumulan años, pero también el amasijo que une las certezas
con las dudas. Y así, un día viene, sin quererlo la "Resurrección".
Lo que escuché no era sólo música. Era un proyecto. El trazo de la historia del
tiempo en paralelo con las infinitas historias, brevísimas, de los seres
humanos. Pero todo ligado a algo que logra fundirse en un sólo gran coro de
esperanzas humanizadas. "Resucitarás,
si, resucitarás". Y más adelante: "¡levantaré el vuelo/ hacia la luz
que no ha alcanzado ningún ojo! /¡Moriré para vivir!". Luego de esa
muestra de fe que está más allá de la religión, que la incluye y que la supera.
Todo volverá vivir. El día que caminaba
con Mamá y mi hermano en su vientre por el Campo de Marte haciendo barquitos de
papel. Con Papá comiendo un pan con queso tremendo en ese café de la plaza Bolognesi.
Una noche con mi mujer, cuando jóvenes, andando por Larco hasta el
Parque Salazar. Mi niña columpiándose en
en el parque dibujado por sus manos. Mi niño durmiendo el sueño del abandono
amoroso de su padre. Y todo lo hermoso y triste ha de de volver una y otra vez.
"¡Resucitarás, sí, resucitarás,/ corazón mío, en un instante!/Lo que ha
latido, /¡habrá de llevarte a Dios!". Terminaba la más grande obra
concebida por un ser humano.
Recogimiento. Luego, acción para
la voluntad . Siguen los descubrimientos de la mano de Bernstein. La séptima y
la octava con sus mil hombres y mujeres. Veni, creator spiritus y la
convivencia con el Fausto. La danza entre: Tú, siete veces generoso,/ índice de
la diestra del Padre y la desesperada: Como el precipicio rocoso a mis pies se
hunde, silencioso, en el profundo abismo. ¿Qué habita en la octava? ¿Temor?
¿Resignación? Pero ahí está el aprendizaje. En saber que el fin de la música
empezó aquí. El serialismo que anduvo de su mano. El fin de Melomanía empieza a
dibujarse....
Langsam (Adagio) - Allegro
risoluto, ma non troppo. Sinfonía N.º 7 de Gustav Mahler.
1 comentario:
Barquitos de papel con música de árboles. Amor que se multiplica y crece... Esa melodía sin fin
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