En 1827 moría Beethoven. Un siglo después Edgar Varèse estrenaba Arcana. La obra estuvo dedicada a Paracelso, alquimista y astrólogo del primer renacimiento. Varèse cita a Paracelso en la cabecera de la partitura: "Hay seis estrella establecidas. Además de éstas, hay otra estrella, la imaginación que da nacimiento a una nueva estrella y a un nuevo cielo". La estrella de la imaginación es la que guía al artista como las estrellas de la bóveda celeste guían a los navegantes y viajeros. A propósito ello Varèse añadía: "El arte no nace de la razón, la última palabra le corresponde a la imaginación".
Varèse fue un compositor inclasificable y notable; imposible de adscribirlo a una escuela, pues él inició muchas formas de hacer música. Arcana es de esas composiciones en que el impacto de lo nuevo, parafraseando al gran Robert Hughes, quiebra los inocentes sentidos del orden. Pero al mismo tiempo, en su renuncia a lo anterior, anuncia otros derroteros, más audaces que los de la Escuela de Viena y de los compositores rusos de ese entonces. Arcana es más audaz que Ionización, pero más ubicable en el espectro de los espectral.
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