Afirma Barenboim en término paradójicos que la primera nota de una composición esta relacionada con el silencio que la precede, la última nota se vincula con el silencio que le sigue. Es decir, la música fluye desde el silencio y termina en el silencio. Especulación poética de la condición física del silencio. Pero el silencio no es sólo aquel condicionante físico. Llega a ser una metáfora mayor que encierra el misterio de la música. Por ejemplo, las mejores audiciones musicales que he vivido son aquellas en la que mi conciencia se encontraba en silencio, lejos del peor de los ruidos, del ruido interior. Una buena audición musical parte de ese estado de concordia entre el silencio físico que nos rodea y el silencio del alma. La contemplación sonora es posible porque la conciencia se presenta en el acto sin mancha. Y la continuidad entre el silencio físico y mental se presenta en un fluir armónico. Armonía del silencio, previa a la armonía sonora.
Mies Van Der Rohe, fue uno de los grandes arquitectos del siglo XX, figura prominente del llamado "estilo internacional" y director por unos años de la célebre Bauhaus. Si uno toma en cuenta el precepto básico de Mies: menos es más, la reducción al mínimo de todo ornamento hasta su depuración absoluta, nos podemos encontrar en el umbral del silencio arquitectónico que, de llegar a concretarse, se presentaría como un espacio vacío sin ninguna intervención. El silencio en arquitectura es imposible, pero si la reducción de al mínimo de sus detalles. ¿Qué puede ocurrir con una conciencia que discurre en espacios sin ornamentación? Si el ruido interior es muy fuerte, quizás surja la locura. Si hay concordia entre la reducción mínima y el silencio interior, quizás un estado espiritual, donde el interior fluye en un espacio libre y abierto, como el espacio sideral.
Pabellón alemán. Feria Internacional de Barcelona 1929.
La Nueva Galería Nacional, Berlín. 1968
Für Alina. Arvo Pärt. 1976
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