He contemplado largamente ese cuadro, Sonata, fechado en 1911 y que es propiedad del Museo de Arte de Filadelfia. Contemplo el cuadro y, lejos de arribar a una conclusión que permita develar la metáfora y la alegoría, me dejo llevar por las sensaciones y evocaciones múltiples. Realizó la conexión interna con la obra, tal como me enseñó mi hermano José Francisco. Y esa contemplación me lleva a una imagen que se pierde en la nube de lo real/irreal. El espacio y el tiempo de hoy viernes se han diluido: Es decir, estoy en la universidad pero en realidad no estoy. Porque mi modo estar, ahora, es otro. La habitación que veo en Sonata no es otra que una que esta en una casa de Barranco. Y si intuyo la ventana, lo que se presenta es un jardín, donde una niña baila alrededor del un árbol dibujado. En los interiores dos de sus hermanas tocan una sonata para piano y violín, mientras la mayor de todas piensa, ensimismada, en la partida de alguien que no esta presente pero que se manifiesta en la infinita melancolía de ese perfil. Prefiero obviar la imagen central porque decido que no me diga nada. Es 1911 y la visión me reconcilia con algo que esta presente en mi de algún modo.
Antes de salir de esa imagen, pienso qué composición interpretan ambas jóvenes mujeres. Me imagino la Sonata número 1 Op 13 de Gabriel Fauré. Esplendor total.
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