Antes de la locura final, Eusebius hace su última aparición, pues Florestán acecha triunfante. El instante previo a la locura terminal es de última iluminación. La tensión entre el dominio y el desenfreno se hace más evidente."Más que un hombre he sido un campo de batalla"- escribía Nietzsche a Gasti en una célebre carta. Algo así se evidencia en el último tramo de Schumann. Batalla, conflicto; el ethos de la última iluminación antes de la pérdida del juicio, del sentido, de la ubicación.
Estamos delante del concierto para violonchelo en La menor Op 129, la última muestra de lucidez sufriente del gran compositor. Los tres movimientos se siguen sin pausa. El resultado, libertad en la continuidad de los cuadros. Cada uno en su propio vértigo y exigencia. Para entenderlo hay que habitar poéticamente, aprender a estar más tiempo que lo habitual luchando contra lo efímero. Tanto que descubrir en esta obra genial y agónica. ¿Podemos escribir algo más? No lo creo. Cuando la locura es grande, es de temer.
Concierto para violonchelo y orquesta en La menor Op 129 de Robert Schumann. Movimientos: Allegro ( Nicht zu schnell), Adagio (Langsam) y Finale (Sehr lebhaft. Violonchelo: Mstislav Rostropovich. Dirige: "Lenny" Berstein. Versión histórica.
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