Volver a leer a Romano Guardini (1885-1968) es para mi una experiencia grata. El notable teólogo italiano abordó varias temáticas, vinculándolas con aquello que fue su preocupación de siempre: entender los misterios de la existencia y su relación con lo trascendente. Hoy en día ya no es tan leído como en su momento. La incontinencia culturalista y sociologista ha ocultado mucho de lo interesante. Y ha reducido, si ha reducido, las posibilidades de elevarnos, de volar, de creer. Felizmente, obras como las de Guardini salen libradas, por su profundidad y belleza, de la injuria de la superficialidad reinante.
La Esencia de la Obra de Arte es un breve libro lleno de observaciones lúcidas e intuiciones poderosas. Es de esos libros que comunican verdades que pocos quieren aceptar por ver peligrar su edificio historicista y relativista. En relación a la belleza, Romano Guardini escribe lo siguiente: " Por lo general, se piensa en lo gracioso, en lo encantador, en lo espléndido; a no ser que en realidad sólo se aluda a alguna excitación sensorial. la belleza es algo que abarca mucho más. Aparece cuando la esencia de la cosa y de la persona alcanzan su clara expresión. Tan pronto como ha aparecido en la presencia, haciendose abierta y manifiesta, la obra refulge. Entonces queda superado el peso del dato primitivo, del mero material. Todo es vivo y ligero, todo es "forma", tanto si se trata de una escultura griega de la época clásica, que entusiasma por su gracia, como si es una obra de Grunenwald, en que nada es "bello" en el sentido habitual"
Y profundizando el tema en relación con el descubrimiento de lo bello, Guardini afirma: "Primero hay que descubrírselo a uno mismo, entonces se sentirá uno entusiasmado ante una perfección última, como cuando se oye una sinfonía de Mozart o cuando se tiene entre las manos un ánfora griega de la época clásica. Querer negar esa belleza no es mejor que el sentimentalismo que se combate. Obras como las mencionadas pertenecen a las grandes cimas, y lo que es grande hay que dejar que lo sea". En suma, abandonarse al "esplendor de la verdad" de la belleza que, como el bien, unifican lo real. Lo real en su sentido originario. Lo real como lo sagrado.
Sinfonía 36 "Linz". KV 425 W. A. Mozart. Conduce: Carlos Kleiber (otra vez en titan de la dirección). Para no negar que la belleza existe y que nos debemos a ella. Movimientos: 1. Adagio-Allegro spiritoso 2. Andante 3. Menuetto 4. Finale (Presto)
2 comentarios:
¡Qué placer la lectura de tus entradas! Vengo de Kleiber (aquella que ilustras con la Cuarta de Brahms) y reincido aquí, en Kleiber, dando alas a la teología de la belleza. Divina belleza, qué duda cabe.
Mis felicitaciones. Y mi admiración. Sigue!
Muchas gracias por tus palabras. Y me alegra saber que Carlos Kleiber sea para muchos un referente fundamental de la más grande visión de la música.
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