Se puede ser de la periferia de las cosas, pero, aun así, se llega a ser parte de algo mayor. El largo fin de semana me trajo más música, a pesar de los infinitos sucesos (locales y globales). Más música, eso es bueno. Siempre es bueno. Porque la vida es siempre algo más. Si no lo fuera, sería tristísima. Y el arte lo toma en cuenta. Una "música", cualquiera, nos lleva a otro lado, a otra parte. "Algo más". El salto que va de lo material a lo inmaterial. Y allí todo es posible. La subdivisiones, infinitas.
Este fin de semana me trajo a Jean Sibelius (1865-1957). Concretamente el concierto para violín op 47. Nunca le había prestado atención. Lo conocía, pero no me inclinaba en realizar una audición concentrada. Felizmente tomé la decisión de hacerla. Allegro moderato, qué complejidad de movimiento. Sin duda Sibelius conocía los secretos del violín como ninguno. A pesar de la nomenclatura clásica, nada hace presagiar su desarrollo. La forma vuela, pero no llega a la ruptura. Pues hay algo que permanece en la unidad. ¿Unidad en la indeterminación? Si, en la música ello es posible. Más aun si es David Oistrakh quien toca el violín.
2 comentarios:
El concierto de Sibelius es una obra fantástica.
Amigo, si le conmovió esa grabación de Oistrakh debería escuchar entonces cómo en manos de Christian Ferras el Adagio di molto se hace elegía.
http://www.youtube.com/watch?v=qYR9ychIPJc
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