Sin belleza, la verdad y el bien - el conocimiento y la ética- carecen de contundencia; es el ser sin su luz, tal como pensaba San Buenaventura. Sin belleza, la ética se convierte sólo en un manual de costumbres cívicas, en proposiciones simples sin el vuelo necesario para elevar a las costumbres. Sin belleza, el saber pierde su finalidad teórica y contemplativa y se queda reducida a la finalidad instrumental. Si no hay belleza, no hay mundo que admirar, no hay Dios al que sublimar y no hay amor para dar.
Hoy le pido a la belleza - a la historia de una idea de occidente- que regrese al ser. Que vuelva a alimentar a la verdad y al bien. Le pido a la belleza que salve al mundo, que confiera armonía y proporción a la mentes; le pido que controle a la desmesura, que cincele a los hábitos y que le vuelva dar al saber las alas de la bella lógica y la contundencia de la retórica.
Hoy la belleza es un imperativo para salvar a la Creación o a la evolución filogenética. Debemos pedirle a quien le corresponda, que la belleza nos arrebate, nos libere, cuando la noche es más oscura.
Magdalena. La Tour. |
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