Escena de la conversación final |
Estamos al final de Todas las mañanas del mundo. La región humana de lo íntimo está a punto de revelar lo más hondo de nuestra condición: la música es un puente con los que ya no están, los que nos dejan. Y ambos se dicen uno al otro:
Sainte
Colombe: Voy a hablar... La música sirve para expresar lo que no pueden
expresar las palabras. En ese sentido no es del todo humana... De modo que
habéis descubierto que no es para el rey.
Marin
Marais: He descubierto que era para Dios...
Sainte
Colombe: Os equivocáis porque Dios habla.
Marin
Marais: ¿Para el oído?
Sainte
Colombe: lo que no se puede expresar no es para el oído...
Marin
Marais: Para el oro, para la gloria - Sainte Colombe niega -, el silencio...
Sainte
Colombe: El silencio es lo contrario del lenguaje...
Marin
Marais: ¿Para los músicos rivales?
Sainte
Colombe: No... No... -niega compasivamente -
Marin
Marais: Para el amor... La añoranza del amor, el abandono - Sainte Colombe niega
pacientemente las propuestas de Marais- ¿Para un barquillo ofrecido a lo
invisible?
Sainte
Colombe: Tampoco. ¿Qué es un barquillo? Algo que se ve, que tiene sabor, que se
come. No es nada.
Marin
Marais: Pues no lo se señor... No lo sé... Creo que hay que ofrecerle una copa
a los muertos...
Sainte
Colombe: Os estáis acercando...
Marin
Marais: Un pequeño abrevadero para quienes el lenguaje ha abandonado... Para la
sombra de los niños... Para suavizar los martillazos de los zapateros... ¡Ay
Dios mio!, para los estados anteriores a la niñez... cuando se vive sin aliento
y sin luz. - Sainte Colombe agarra entonces las manos de Marais fuertemente -
Sainte
Colombe: Señor... Hace un momento me oistéis suspirar y mi arte morirá conmigo.
Sólo me llorarán mis gallinas y mis ocas. Voy a confiaros unas arias capaces de
resucitar a los muertos...La Tumba de los Recuerdos....
Comparto con ustedes el enlace para que vuelvan a vibrar con esta hermosa obra de arte, de siempre.
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