Muralla de Lima hacia el siglo XVII |
Mi vista se pierde en la indefinición de los cuatro horizontes. Un desigual océano de cemento se yergue ante mi. E indeterminados anónimos andan y coexisten con el alma pegada al piso, adiestrándose en el arte de la multiplicación de caras según la estación de los afectos. ¿Cuántos somos? ¿Cuántas vidas se entrecruzan aquí en este plano que parece infinito? Casi 10 millones entre Lima y Callao, me informo. Casi 10 millones de poéticas, 10 millones de monólogos interiores,10 millones de descubrimientos diestros y siniestros. ¿En qué piensan? ¿Quién los está pensando? ¿Qué Dios es visible o invisible? ¿Cuántas muertes y resurrecciones habrán aquí, en un día?
Mirando la ciudad desde lo alto, hay distancia con todos. En el taxi que me lleva a la universidad, también hay distancia con todos. En la calle, donde hay un anciana provinciana que ofrece caramelos, también hay distancia con todos. ¡10 millones¡ ¡Cómo no van haber distancias! Algunos nos odiamos más que otros. Algunos odian este lugar más que otros. Y los que lo odian más, destruyen este lugar; lo vienen haciendo algo más de medio siglo. Y lo odian tanto que han sepultado el corazón de este lugar Y al sepultarlo, Lima se quedo sin su secreto. Es la venganza, era inevitable.
En el taxi, el chófer me mira de reojo y con ira. Descubro su odio y malestar tras haberle pedido ( muy amablemente) que baje el volumen de la cumbia horripilante que escuchaba. Comparo nuestras fisonomías de forma integral. También nuestra vestimenta, las formas de entonar las palabras. En fin, los órdenes estéticos y éticos que prefiguran comprensiones de mundo radicalmente distintas. Nada nos es común. Salvo la razón natural que concluye que "Todos los seres humanos somos iguales por naturaleza". Sin embargo, mientras lo observo pienso: "Así, convivimos tu y yo. No nos queda más remedio. Estamos atados o unidos a esta pertenencia obligada. Pero tu y los tuyos ganaron: impusieron su ciudad. Yo y los míos, perdimos; estamos de retirada y en este siglo XXI nos habremos extinguido plenamente. Felicitaciones."
La Gran Misa de Lima a seis voces de Tomás Torrejón y Velasco (1644- 1728).
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