Kenneth Clark (1903-1983) |
El inicio de Civilización: una mirada personal ( 1969) es mágico y ejemplar. Es una de las introducciones más célebres que recuerde en un libro de historia de la cultura:
Estoy en el Pont des Arts de
París. A un lado del Sena se alza la armoniosa y razonable fachada del
Instituto de Francia, construido como colegio universitario alrededor de 1670.
En la otra orilla, el Louvre, construido sin interrupción desde la Edad Media hasta el
siglo XIX: la arquitectura clásica en su forma más espléndida y serena. Apenas
visible río arriba está la catedral de Nôtre Dame, quizá no la más atractiva de
las catedrales, pero sí la fachada más rigurosamente intelectual de todo el
arte gótico. Las casas que bordean las orillas del río constituyen también una
solución humanizada y razonable de lo que la arquitectura urbana debería ser, y
frente a ellas, bajo los árboles, están los puestos de libros donde
generaciones de estudiantes han encontrado alimento espiritual y generaciones
de bibliófilos han cultivado su civilizado pasatiempo. Por este puente, a lo
largo de los últimos ciento cincuenta años, los estudiantes de las escuelas de
arte de París han corrido al Louvre para estudiar las obras que contiene, y
luego de vuelta a sus estudios para charlar y soñar con hacer algo digno de la
gran tradición. Y cuántos peregrinos de América, de Henry James para abajo, se
habrán detenido en este puente para aspirar el aroma de una cultura de muchos
siglos, y se habrán sentido en el corazón mismo de la civilización.
Kenneth Clark (1903-1983), intelectual e historiador del arte británico, encarnó para mi el ideal del humanismo cultivado de raigambre renacentista, ese humanismo que los "pedagogos" y los "antropólogos" tratan de destruir a toda costa. El tipo de humanismo que descansa sobre la vastedad informativa y que se nutre de todos los saberes humanos posibles. Y en esa perspectiva estaba Clark, junto a Gömbrich, Richards, Robert Hughes, Said, Carl Sagan, entre otros. Abordar la aventura intelectual desde una visión universal del saber y de profundo respeto por la inteligencia de los seres humanos. Y es eso lo que uno podía leer en "Civilización", cuando con bella forma nos dice:
¿Qué es la civilización? No lo
sé. No soy capaz de definirla en términos abstractos... todavía... Pero creo
que sé reconocerla cuando la veo; y en estos momentos la estoy viendo. Ruskin
dijo: “Las grandes naciones escriben sus autobiografías en tres manuscritos: el
libro de sus hechos, el libro de sus palabras y el libro de su arte. No se
puede entender ninguno de esos libros sin leer los otros dos, pero de los tres
el único fidedigno es el último”. En general, yo también lo creo así.
Escritores y políticos pueden manifestar toda clase de sentimientos
edificantes, pero que no pasan de ser buenos propósitos. Si yo tuviera que
decidir quién dice la verdad sobre una sociedad, si el discurso de un ministro
de la vivienda o los edificios efectivamente construidos en su época, me fiaría
de los edificios.
Y así, la obra humana nos permite ver al ser humano que construye la obra. Pues percibimos la huella de la humanidad en sus productos y entendemos los procesos por el que pasan los pueblos. Y refiriéndose a la caída del Imperio Romano, el historiador nos dice: "Pero la reflexión sobre este
episodio casi increíble dice algo acerca de la naturaleza de la civilización.
Muestra que, por compleja y sólida que parezca, en realidad es bastante frágil.
Puede ser destruida. ¿Quiénes son sus enemigos? En primer lugar, el miedo:
miedo a la guerra, miedo a la invasión, miedo a la peste y el hambre, que hacen
que sencillamente no merezca la pena construir casas, o plantar árboles o ni
siquiera las cosechas del año siguiente. Y miedo a lo sobrenatural, que
significa no atreverse a poner en duda o cambiar nada".
La caída de una "civilización" resulta inevitable. Miedo y desesperanza son los enemigos de los pueblos. Y tiene razón Kenneth Clark cuando dice con firmeza que no basta el refinamiento. Las civilizaciones se construyen sobre bases vitales: "Pero en mucha mayor medida
requiere confianza: confianza en la sociedad en que se vive, fe en su
filosofía, fe en sus leyes y confianza en la propia capacidad mental…. Vigor,
energía, vitalidad: todas las grandes civilizaciones –o épocas civilizadoras–
han tenido un caudal de energía tras de sí"
Sigo leyendo a Kenneth Clark. Encuentro su voz actual a pesar de los años transcurridos. Y presiento que si las fuerzas civilizadoras nos lo permiten, podemos estar cerca a un renacimiento del humanismo que nos libere de la tiranía de la ideología "multicultural" que tanto daño le ha hecho a las ciencias del hombre.
Primer capítulo de Civilización, de Kenneth Clark.
Primer capítulo de Civilización, de Kenneth Clark.
2 comentarios:
Me ha encantado su entrada sobre Kenneth Clark. Hace unos meses leí su libro "Civilización" y fue un placer, un libro de esos que se pueden releer toda la vida.
Además gracias a él he descubierto su blog y su página de facebook. Y me ha gustado mucho.
Estamos en contacto. Un saludo.
Roderic (Historiata)
(Por si desea asomarse a la reseña que le hice al libro, aunque està en catalán: http://historiata.wordpress.com/2013/04/24/ressenya-kenneth-clark-civilizacion-1969/)
Muchas gracias por su comentario.
Saludos
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