Desde hace unas semanas quería escribir algo sobre Carlos Kleiber (1930-2004), uno de los mayores directores de la segunda parte del siglo XX. Nacido en Alemania y naturalizado argentino, Kleiber es referencia obligada al momento de evaluar algunas de las obras centrales del repertorio sinfónico. No voy a abundar en datos biográficos sobre el maestro, éstos abundan en la web y publicaciones especializadas. El silencio, en estos casos, es una manifestación de respeto a un artista que logró estar a la altura de su propio mito. Pues todos los grandes directores han estado expuestos a la elevación mítica de sus atributos. Sin embargo, una vez muertos, la realidad nos ha dado una imagen muy distinta. Pero en el caso de Carlos Kleiber el genio y figura se mantuvieron inalterables después de su muerte.
¿Qué había en las interpretaciones de Kleiber? Algo que siempre buscamos en una gran dirección: "mucha música". Kleiber sabía extraer de la partitura la música precisa que en ella habita. Y no se trata de contener las emociones desde el saber de la forma, como en el caso de otros grandes conductores como Celibidache o Giuliani. Sino de saber decirle a la música que es música. De ahí el misterio de su interpretación. Por ejemplo, una sinfonía como la Séptima Op 92 de Beethoven llega a ser la Sinfonía Séptima. Kleiber lograba transformar lo no-definitivo en lo definitivo. Tal nivel de perfección sólo fue posible porque el maestro supo reducir su repertorio al mínimo : sólo algunas obras de Mozart, Dvorak, Schubert, Strauss, Mahler, Wagner, Verdi y Bizet. Pero alcanzando dimensiones sobrehumanas con la 4, 5, 6, y 7 de Beethoven y el integral de las sinfonías de Brahms. Con Beethoven y Brahms, Kleiber logra establecer una marca insuperable.
El encuentro con la Cuarta Sinfonía de Brahms es una experiencia que siempre recomiendo. "Es como ser apaleado por dos personas terriblemente inteligentes" (Hanslik). "Es como si estuviera demasiado calculada al microscopio, como si todas las bellezas no fuesen accesibles al simple apasionado, y fuera un pequeño mundo para los inteligentes y los sabios, en el que el pueblo, que camina en las tinieblas, puede participar mínimamente" (Elizabeth Von Herzogenberg). Sinfonía elitista pero no en el sentido despótico y socialmente excluyente. Sino que precisa de una madurez de vida y de reflexión para ser abarcada en la dimensión que merece. Crecimiento interior y profundo para una verdadera cima del arte humano de cualquier tiempo y lugar. Los valores de la Cuarta Sinfonía de Brahms llegan a ser absolutos en la interpretación de Carlos Kleiber.
2 comentarios:
Sin duda el más grande director de la Historia (y con diferencia). Así de claro.
Así es. Grande muy grande.
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