Lo gustos varían de persona a persona, según el tiempo, el espacio y la cultura. Ciertamente hay gustos que expresan los intereses de grupos numericamente más grandes. También hay gustos que evidencian los intereses de grupos más pequeños. Los gustos se construyen a partir de interacciones infinitas que van desde aspectos educativos y familiares a cuestiones culturales y de carácter individual. De ahí la infinidad de manifestaciones del gusto. Como es evidente, el gusto esta fuertemente vinculado a la existencia de intereses y de valores. Ello constituye un problema mayor. Escapa a las humildes pretensiones de este blog problematizar acerca de las relaciones entre gusto, interés y valor. La teoría estética y la epistemología han generado abundante reflexión sobre estas relaciones. Por lo tanto trataré de circunscribirme al ámbito de mi experiencia.
Desde mediados de los años 80 hasta bien entrados los años 90, se puso moda o gustó entre los interesados en la cultura rock, ciertas manifestaciones musicales que vinculaban las experiencias límite con la estructura de la canción. Los críticos de rock y demás, valoraron la relación entre sordidez y música. Es decir, la virtud de una canción se alcanzaba en la medida que el universo de las drogas, el sexismo (no el erotismo), la muerte, la miseria era representado de manera eficaz. La literatura de esos años acusa una evidente dosis de estas cuestiones. Recuerdo las notas de crítica de esos años. El ejercicio crítico se parecía al de una crónica policial o al de un obituario con pretensiones estéticas. Todo esto alrededor del ditirambo del "fin de las certezas", "fin de las utopías", etc. "X se suicidó en un cuartucho de Nueva York rodeado de jeringas y botellas rotas. En la noche se había acostado con un travesti con el aspiró sus últimos gramos de cocaína. Nos dejó un disco memorable en el que narra cómo su madre era golpeada por un padrastro ebrio" . "X nos muestra el desencanto, la ausencia de sueños de una generación sin perspectivas ni horizontes, desde una óptica lúdica e irreverente" . Si no se era suicida o candidato a serlo, el músico en cuestión era un perfecto idiota.
Nadie niega que las experiencias límite posean un valor artístico. La literatura y el arte en general han abordado de forma magistral los abismos de la condición humana. Pero el asunto que no quedaba al margen era el del magisterio. El dominio que el creador posee sobre la forma artística. Que más allá de los contenidos vislumbramos una obra de arte. Ese algo más que supera a la crónica, al memorándum, al e-mail estético.
La crítica de rock de aquellos años vapuleó al rock anterior. Sobre todo al rock progresivo. Acusado de pretencioso, artificial, altisonante, el prog rock se desvaneció del escenario público y quedó reducido a artículo de culto para nostálgicos. La masividad que gozó a principios de los setenta se transformó en liturgia de algunos pocos. No pienso en erigirme en defensor del prog rock . Este subgénero tiene suficientes adeptos como para hacerlo. Más bien trato aclarar para mi el lugar que merece el rock progresivo dentro del ámbito musical.
Muchos de los músicos de rock progresivo venían de formaciones esmeradas y eran fruto de una educación básica que creía conveniente formar estéticamente desde los clásicos de la música académica. Tenían la capacidad de estar alertas al desarrollo de la música Pop y, al mismo tiempo, intentaban estar al día en la evolucíón de la música contemporánea. Asimismo, percibían que, más allá de cuestiones biográficas, lo que les motivaba era el ejercicio musical. Hacer música, estar atentos a las tensiones que implica situarse en el límite de tradiciones. Inventar, innovar, buscar soluciones recreando la tradición. El músico de rock progresivo se consideraba músico ante todo. De ahí que cuando escuchamos una composición progresiva estamos atentos a la forma de ejecución, al laboratorio sonoro y a la experimentación que conlleva. Virtuoso o cerebral, el prog rock transita por esos rumbos.
En mi caso, el interés por el rock progresivo ha sido ambivalente. Sin embargo, desde hace unos años este interés se ha transformado en gusto mayor. Pienso que este subgénero, contracorriente de lo que muchos creen, no es conservador ni rígido. Por el contrario, considero que es bastante más abierto que otros subgéneros del rock. Argumento. Los músicos de prog rock, en su mayoría, están formados- en parte- bajo las bases de la tradición académica y del estudio del sonido. Tal conocimiento les confiere un mejor manejo de las formas musicales y, por lo tanto, mayor conciencia del devenir de la música, en su pasado y en su proyección al futuro. Con esto no quiero decir que quede validada toda la experiencia progresiva. Pero pienso que los mejores exponentes de este subgénero se ubican bajo estas coordenadas: Pink Floyd, King Crimson, Van Der Graaf Generator, Premiata Forneria Marconi, Camel, Genesis, Yes (en su formación más reconocida) y, en otra orilla, Rush, Dream Theater, etc. Sin embargo queda claro que ciertamente es rock y que de gustibus non disputatum est.
King Crimson - Larks' Tongues in Aspic- 1973
king crimson - power to believe-2003
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