Hoy, por diversas razones, el día tuvo su instante de luz gracias a Mozart. Lo que quiere decir que este día fue por Mozart. Sin él, el día hubiese sido más oscuro que cualquier otro día. Y si es oscuro, triste. Y si es triste, sin sentido. Porque no hay nada más sin sentido que la tristeza.
Así, este día pudo ser muy triste, más triste que cualquier otro. Felizmente, el instinto por la luz (lo que otros llaman supervivencia) me obligó a escuchar La Sonata No 3 en sol mayor K.303 para violín y piano. Una obra nada fuera de lo común, es decir, una pieza simétrica, galante e inspirada como gran parte de la música de Wolfgang. Gracias a ese adagio -molto allegro , la tristeza creciente, se disipó por unos minutos. Y el día tuvo su espacio de esperanza y, por eso, de sentido. El sentido que da la belleza (que los Cultural Studies jamás entenderán).
1 comentario:
Gracias Wolfgang, por todo.
En particular por Concierto para clarinete.
Y gracias a Casio que de rato en rato nos llama la atención a lo bello importante
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