Escenografía de El oro del Rin, 2013 en Bayreuth |
Empezamos a celebrar los 200 años de Wagner. Esta vez transcribimos una crónica sobre el estreno de "El oro del Rin", la primera opera de la célebre tetralogía: El Anillo de los Nibelungos. Ciertamente en Bayreuth se esta viviendo una fiesta. Comparto con los lectores esta nota aparecida en: http://www.dw.de/comienza-el-festival-de-bayreuth/a-16976714. En esta oportunidad, se trata de contemporizar el drama wagneriano a los tiempos de crisis del capitalismo.
"El oro del Rin" es el petróleo de la sociedad
capitalista
El oro del Rin, prólogo de la
tetralogía El anillo del nibelungo, de Richard Wagner, se presentó en Bayreuth
con puesta en escena del director berlinés Frank Castorf y dirección musical de
Kirill Petrenko. Se abre el telón. Aparece el Motel Golden, con su ondulante
piscina azul, una cuerda para tender la ropa y una gasolinera en la esquina.
Delante de ella, una señal de carretera indica que estamos en la Ruta 66. Las Hijas del Rin
son vampiresas rubias con exceso de maquillaje. No hacen falta anteojos para
apreciar los detalles: hay cámaras sobre el escenario que filman lo que ocurre,
de tal manera que se pueden ver los rostros en primer plano, proyectados sobre
una pantalla colocada sobre el escenario. Las imágenes tan grandes distraen al
espectador.
El dios Wotan se parece a Jack
Nicholson con gafas de sol. Coquetea con su esposa Fricka y con su cuñada Freia
sobre una tumbona del hotel. Los gigantes Fasolt y Fafner irrumpen como
motoristas con bates de béisbol y Erda, la madre tierra, aparece con vestido de
lentejuelas y abrigo blanco de piel. El estilo de la puesta en escena de Frank
Castorf para “El oro del Rin“, perteneciente al ciclo operístico El anillo del
nibelungo, de Richard Wagner, es fresco, desenfadado y llamativo. al estilo
años 60. Dioses, ninfas, gigantes, enanos y otros seres inmortales se mezclan
en esta historia de traición, lealtad, ambición, lujuria y poder. Las
“modernas“ imágenes de Castorf ya tienen medio siglo de antigüedad, no provocan
ni perturban. ¿Ha perdido Bayreuth su halo casi sagrado? Sí, desde hace tiempo.
Nada es lo que era
He venido 25 veces al festival de
Bayreuth. Lo suficiente como para saber cómo ha cambiado el público durante
estos años. Los viejos wagnerianos conservadores casi se han extinguido.
Quienes acuden hoy día son más tolerantes, menos idólatras de Wagner y del
culto a la Colina Verde ,
aunque aún haya que esperar varios años para conseguir una entrada. Wagner era
antes como un sustituto de la religión y eso siempre estuvo bajo sospecha. Para
bien o para mal, nos podemos despedir de la adoración casi mística al
compositor.
El trabajo de Castorf permite ver
los rostros de los personajes de lado, por delante y por detrás. Incluso el
espectador puede seguir de forma paralela lo que ocurre en la cafetería de la
gasolinera y en la habitación de hotel. Esta perspectiva supone un enorme
enriquecimiento del aspecto visual, pero es contrario al concepto de Wagner,
quien pensaba que el público debía fijar su atención en los personajes.
La proyección de imágenes
estáticas y en movimiento no es nada nuevo. Christoph Schlingensief ya las
utilizó (amplia y discrecionalmente), así como Stefan Herheim (de forma
cautelosa). Las imágenes proyectadas son un elemento extraño a la acción que, a
veces estimula la fantasía, y a veces la limita. ¿Es eso lo que Castorf desea
transmitirnos? ¿Que las imágenes de nuestra época están determinadas por los
medios? Esa sería, sin dudas, una contundente afirmación.
El debut de Castorf y Petrenko en
Bayreuth
Muy entretenido resultó "El
oro del Rin“. Se adapta bien a la obra de Wagner y le resta patetismo al
original. Al final, solo hubo un abucheo. En general, el público reaccionó con
un cálido aplauso. Había demasiados momentos divertidos como para ser
desagradecido con la concepción escénica de Castorf. ¿Cuánto tiene que ver con
el original? El director berlinés, provocador nato, se atiene a los parámetros
de Bayreuth, no cambia ni reinterpreta en exceso, sino que subraya la trama sin
meterse en asuntos peliagudos. Ya sabemos que “su“ Anillo versa sobre la
economía basada en el petróleo, el oro de nuestro tiempo.
¿Y respecto a la música? Ulrich
Burkhard en el papel de Mime y Günther Groissböck como Fasolt resultaron
magníficos. El resto del reparto, por encima de la media. Wolfgang Koch como
Wotan, algo soso. Eso puede cambiar en el resto de jornadas; aún queda mucho
Anillo.
En cuanto al director musical,
Kirill Petrenko, el dramaturgo Patrick Seibert y la cantante Catherine Foster
(Brunilda) están de acuerdo en que Petrenko ha trabajado cuidadosa y
concienzudamente en los ensayos para debutar sin riesgos en Bayreuth. Su
estrategia dio resultado. El director mantuvo acertadamente la tensión musical
en “El oro del Rin“, que es una de las óperas “cortas“: solo dura dos horas y
media. Utilizó las dosis adecuadas de grandilocuencia y estuvo comedido cuando
era necesario. Al final del Primer Acto, hizo acto de presencia un ruido
molesto, quizá procedente del público. Pero tengo más bien la sensación de que
se había cambiado algo de la técnica escénica, lo que para Bayreuth es un
auténtico sacrilegio, aunque la religiosidad wagneriana esté en vías de
extinción.
Autor: Rick Fulker/MS
Editora: Rosa Muñoz Lima
Preludio y primera escena de El oro del Rin de Richard Wagner
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